Donde se yerguen las flores silvestres 

Se alzan sin pedir permiso, 

tallos tiernos que buscan la luz, cada flor, un canto tranquilo, silencioso, 

cantado al cielo que gira. Ninguna mano las comandó, ningún ojo necesita ser testigo; aún así, ofrecen un color glorioso al viento errante, 

al silencio, silencio entre alas, 

al lienzo de nuestra tierra, eternamente en tránsito. 

Y quizás esto sea gracia: permanecer juntos en silencio, arraigados pero en expansión, frágiles pero sin miedo, 

un campo fugaz de maravillas que perdura, 

perdura en el alma mucho después de que las flores

Se marchitan. 

Susurros del corazón 

Arte: Anna Mazur