viernes, 27 de septiembre de 2019

La tristeza sin alivio y la herida eterna: distimia

Christian Schloe
En el caso de la distimia, uno no siente el vacío insondable de la depresión, ahí donde el dolor se expresa en toda su magnitud. No obstante, son muchas las personas que habitan en la realidad de este trastorno anudadas a una pena que no entienden, a una tristeza que abraza y ahoga día a día sin que se entienda muy bien la razón.
Mal humor, cansancio, malestar, apatía... ¿Qué nos ocurre? Vamos al médico y nos recetan algún complemento vitamínico; no se puede hacer más, puesto que en las consultas de atención primaria raras veces se puede diagnosticar la distimia acertadamente y a la primera. No cumple todos los patrones fácilmente identificables de una depresión, ya que esto, es muy diferente, se trata de un trastorno sibilino que carcome a base de melancolía y desafecto. Nos desconecta y nos aísla.
El DSM-V, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, ya ha sustituido el término «distimia» por una etiqueta algo más compleja y definitoria como es «Trastorno Depresivo Persistente», y aunque ya nos da una pista de toda su dimensionalidad, cabe decir que a día de hoy, todavía no quedan del todo claros los factores que la desencadenan, aunque podría tener sin duda un patrón genético y bioquímico.

La vida con distimia, ese enemigo invisible


Nos llama la atención el dato de que pueden ser muchas las personas que a día de hoy, padezcan este trastorno depresivo permanente, o la antigua distimia, sin saberlo. La razón de que esto sea así, es porque su sintomatología, no suele ser por lo general tan incapacitante como una depresión, por ejemplo.
Uno puede llegar a ser «funcional» mientras esta tristeza se amarra a nuestra espalda y nos oprime el corazón y la mente. Podemos ir a trabajar y establecer unas relaciones más o menos aceptables, sin embargo, algo falla, sabemos que hay piezas en nuestro interior que no encajan como deberían. Que la vida nos duele como si alguien se ensañara con nosotros de un modo invisible.
¿De dónde viene esa apatía, esa desesperación, ese cansancio insoportable? Hay días en que sentimos una rabia indefinible sin conocer qué la origina, semanas en que solo deseamos dormir y escapar de la gente. En otros momentos, somos tan críticos con nosotros mismos que no podemos ni soportar ver la imagen propia reflejada en un espejo.
Nos cuesta tomar decisiones, somos esos amigos melancólicos a los que todos se han acostumbrado ya, porque en esencia, llevamos mucho tiempo siendo así, sintiendo estos dolores del alma. De hecho, se sabe que es frecuente que la distimia afecte más a mujeres que a hombres, y que por lo general, estos sentimientos suelen ser más evidentes a partir de los 21 años.
Como dato a tener en cuenta, debes saber que una distimia no diagnosticada y no tratada, corre el riesgo de derivar en una depresión severa si en algún momento de nuestra vida, sufrimos episodios de gran estrés o ansiedad. La carga emocional puede ser un detonante realmente peligroso, ahí donde pueden aparecer ya las tentativas de suicidio. No es pues cualquier cosa.

¿Cómo hacer frente a la distimia?


La distimia, es un trastorno afectivo de carácter depresivo crónico, por tanto vamos a necesitar un tratamiento farmacológico combinado a su vez con terapia psicológica. ¿Se puede superar?
Son muchas las personas que lo consiguen, no obstante, y dado que generalmente es algo crónico como te hemos señalado, la finalidad está en «controlar» las emociones negativas para poder tener una buena calidad de vida. Y como tal, puede lograrse.
Ten en cuenta estos aspectos:
1. Si en tu familia cuentas con un pariente cercano afectado de distimia, existe una alta probabilidad de que también tú lo sufras. Si bien suele manifestarse a partir de los 21 años, es importante que toda la familia esté atenta a su sintomatología, al posible aislamiento de los jóvenes, en cuidar de su autoestima, de su motivación…
2. Sé consciente de que las emociones negativas van a ser esos visitantes persistentes que van a querer adueñarse de tu voluntad. Hazles frente, sabes que en este caso la bioquímica de tu cerebro va a ser el detonante de tu tristeza, así que mira a tu alrededor y comprende que, realmente, no hay motivo para desesperarse, para enfadarse, para tener miedo.
3. Ilusiónate por la vida y por ti mismo. Las aficiones son siempre muy importantes, nos dan pasión y nos marcan rutinas. El tener hábitos en nuestro día a día que nos obliguen a relacionarnos, a salir de casa, es algo muy importante. Relaciónate, camina, pasea, atiende, respira, ríe, escribe, envuélvete de sensaciones positivas y cauteriza esa pena que la distima suele «inflamar» en sus víctimas. No te permitas ser una de ellas.

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