Fue regalado al país por el Estado francés hace un siglo, pero por primera vez será exhibido al público argentino a partir del próximo martes. Se trata de un tapiz de grandes dimensiones -4,66 metros de altura por 4 de ancho- en el que se ve a San Martín montado en su fiel caballo, a poco de lograr la patriótica hazaña del Cruce de los Andes.
El año pasado la obra se descolgó de la pared de la Casa Rosada en la que estuvo desde 1917 -en el descanso de la llamada escalera francesa-, se lo trasladó al mismo taller de París donde fue hecho y donde los restauradores dieron visibilidad a figuras, tonos y expresiones que el polvo acumulado durante cien años había borrado. Regresó al país en estos días, pero antes de volver a su lugar original en la sede del Ejecutivo hará una parada de cuatro meses en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) donde el público podrá verlo gratis.
Conocido como Gobelino San Martín, la imagen se impone desde el fondo de una de las salas del primer piso del MNBA, escoltada por otros grandes tapices de los siglos XVII y XVIII, que remiten a una monarquía todopoderosa y amante del arte laborioso. En una segunda sala se exhiben obras modernas con distintos temas y colores, pero la misma técnica. Son todos hechos en la Manufactura de Gobelins, taller de Mobiliario Nacional, organismo estatal francés, según creaciones de artistas como Joan Miró, Fernand Léger, Sonia Delaunay y los argentinos Antonio Seguí y Alicia Penalba. Son trece y fueron prestados por el estado francés para esta muestra titulada "El Tapiz del General San Martín: Historia de una Restauración. Obras Maestras de la Manufacture des Gobelins de Francia".
Según el director del MNBA, Andrés Duprat, esta exposición -así como la restauración- no le costó al gobierno más que el montaje y la publicación de un catálogo trilingüe. "Creímos que era un gesto extremadamente simbólico que el país que ofreció la obra también se ocupara de su salud un siglo después", había dicho en París a LA NACION hace unos meses Jean-Pierre Guignard, embajador de Francia en la Argentina. Responsable de esta iniciativa, Guignard financió la operación con aportes privados de empresas francesas, en especial de Groupe PSA Argentina.
La historia cuenta que Francia tuvo aquel gesto de amistad entre pueblos cuando se celebraba el primer centenario de la Independencia.
El gobelino de San Martín fue labrado por ocho tejedores entre 1911 y 1914, según una imagen del pintor Alfred Roll, uno de los artistas oficiales de la Tercera República y que había participado en la decoración del pabellón de Argentina en la Exposición Universal de 1889. En su composición, que la restauración ahora permite apreciar en detalle, San Martín sostiene con firmeza las riendas del cabello y es seguido de cerca por algunos de sus soldadosque parecen sortear rocas como símbolo de los obstáculos que aún habrían de eludir en el camino de la liberación.
Se ve también en la parte superior una guerrera que parece llamar a las armas a los defensores de la libertad, mientras que una personificación de la República Francesa, con su gorro frigio, se apresta a cubrir al militar con una corona de laurel. Detrás de un sol incompleto, en alusión a la bandera argentina, se leen nombres de lugares claves en la estrategia sanmartiniana para atacar Lima, como San Lorenzo.
El obsequio francés llegó a nuestro país en 1917, durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen, y fue ubicado en el mismo lugar de la Casa Rosada adonde volverá luego del cierre de la muestra en el MNBA, prevista para el 19 de agosto.
"Este tapiz es un ejemplo de que, desde el inicio, las Manufactures de Gobelins eran destinadas a ser regalos diplomáticos porque si bien son pesados resultan fácilmente transportables. Hoy en San Petersburgo y otras ciudades hay de estos tapices", dijo a LA NACION Morgane Luquet Laforgue quien con Thomas Bolh son los curadores de la muestra por la parte francesa, mientras que por la argentina lo es Duprat.
Ayer por la tarde, mientras se montaban los gobelinos en las salas del museo, Luquet Laforgue contó que el tapiz de San Martín llegó a París, en mayo del año pasado, totalmente ennegrecido. Los restauradores retiraron el antiguo forro que protegía el reverso de la pieza, abrieron los dobladillos y realizaron un proceso de desempolvado con una aspiradora especial. Luego, fue limpiado en un medio acuoso por una empresa especializada en este tipo de operaciones. Se cosieron algunas partes y se retocaron los bordes, buscando desacelerar el envejecimiento y reparar los daños que le produce la luz.
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