Mis palabras te palpan a lo lejos,
besan los recovecos que el mundo desconoce,
navegan insolentes por tu espalda desnuda
y te muerden el cuello sin dejar cicatrices.
Conocen cómo aguardas que te invoque
pero siempre te buscan a pesar de mí misma.
Son acaso más tuyas que mis pies diminutos.
Cuando nombran el mundo reservan a tus ojos
bellas constelaciones que nadie ha descubierto.
Si las mimas se vuelven
de lava incandescente…
Siéntelas.
No hay poemario que alcance a contener
el amor que se escapa de mis dedos ansiosos;
cuando el mundo se extinga,
nadie hablará más alto
que este silencio cómplice.
Muchas gracias. Qué bonito eso de que tu poema cruce el charco y la autora viva en Sevilla (España).
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