El hombre edificó ciudades soberbias; alrededor de estas ciudades de los campos bien cultivados se extendieron; en las praderas vimos bellos rebaños pacer en tranquilidad plena; una sociedad humana, con sus órganos sociales y sus facultades nacionales se fijó en este país maravilloso de Egipto.
Pero el eje magnético de las civilizaciones se desplazó de un grado, la guerra y el incendio llevaron sus estragos en las ciudades, las ruinas reemplazaron las ciudades soberbias, las hierbas locas y los bosques tomaron el sitio de los campos cultivados, las bestias feroces y las serpientes venenosas sucedieron a gordo rebaños, y, ahora, ninguna sociedad humana aparece más en estos desiertos.
Cual es pues esta fuerza misteriosa que deshace así las obras de los hombres, que es este adversario escondido que repite paso a paso posesión de su bien, tan pronto como el hombre deja de luchar: es la Naturaleza. La Naturaleza, es la fuerza fatal que dirige todo lo que el hombre percibe alrededor de él en el Universo, desde el sol hasta la brizna de hierba. Esto es sólo en la tomada de la lucha constantemente, justo sólo desplegando sin cesar los esfuerzos de su Voluntad el Hombre llega a dominar la Naturaleza y a hacerse a un auxiliar precioso en su marcha hacia el Futuro. La Voluntad humana es la tan poderosa como la Fatalidad natural; son dos de las fuerzas cósmicas más elevadas que se hayan manifestado en lo absoluto.
Consideremos un rincón cualquiera de nuestro planeta en la cual la Naturaleza manifiesta su fuerza sin división con la acción del hombre, y veamos si no reencontramos allí principios y leyes generales escondidos bajo la multitud de los esfuerzos aparentes.
He aquí un rincón de bosque tropical. La Tierra y sus lechos geológicos entrecortados por venas metálicas forma la base, el soporte de ella casi totalidad de lo que podemos percibir.
Un arroyo traza silenciosamente su camino en medio de los árboles y las plantas que surgen de todas partes. Sin el agua fertilizante, actuando en el Planeta como el quilo actúa en el hombre, nada crecería sobre la Tierra desecada.
Entre estas plantas, insectos circulan rápidos y atareados por la lucha por la existencia. Sobre estos árboles, aves se divierten, y, en las profundidades del bosque, oímos el silbido de las serpientes y el rugido de las fieras.
Por encima de todos estos seres vegetales o animales, un fluido sutil circula invisible, impalpable: el aire atmosférico, el origen del movimiento vital que mueve toda la naturaleza animada. Por fin, altura, en el cielo, el Sol lanza de sus rayos ardientes este rincón de la tierra. Los rayos de sol aportan el movimiento al Planeta entero, el movimiento cuyas combinaciones más o menos intensas con la materia producen todas las fuerzas físicas conocidas. El sol se condensa en la sustancia de los árboles, de donde el hombre lo extraerá más tarde en el estado de calor quemando la madera o la hulla. El movimiento llegada del Sol se condensa en el interior de la Tierra en forma de magnetismo, y se manifiesta en su superficie en forma de atracción molecular.
Resumamos. – de la Tierra que sostiene}, Agua y el Aire que animan}, del solar Difunto que mueve creando todas las fuerzas físicas, y la Fatalidad que gobierna la marcha de todas estas fuerzas y de todos los seres, he aquí aquel de lo que nos aprende la vista de este rincón de Tierra. ¿ Es todo?
No. Todas estas fuerzas, todos estos elementos circulan a través de tres reinos, los minerales lentamente descompuestos por las raíces de los vegetales que los asimilan y los transforman en sustancia vegetal que los rayos de sol vienen para encargar de principios dinámicos, y que el aire atmosférico viene para animar.
Pero los animales, cogen a su alimento la sustancia vegetal que digieren y transforman en sustancia animal. Y la vida universal e idéntica para ser, circula a través de todos los reinos, animando tanto la brizna de hierba como el cerebro del gran cuadrumano
Tres reinos constituyen el cuerpo material de cada uno de los continentes de nuestro Planeta, y cada uno de estos tres reinos manifiesta un centro particular del organismo terrestre. El reino mineral es el esqueleto, el centro de digestión y de excreción, el reino vegetal es el centro animique que digiere el mineral y purifica sin cesar el aire atmosférico indispensable para todos los seres; por fin, el reino animal es el centro intelectual, evolucionando el instinto y la inteligencia a través de la ascensión penosa hacia ella conscience1.
Que sostiene todos los principios en acción sobre el Planeta, es la Tierra con su tripa evolución mineral, vegetal y animal.
Que anima }, son el Agua y el Aire. El Agua que actúa en la Naturaleza como la parte liquida sangre en el hombre, y el Aire que actúa en la Naturaleza como el glóbulo de la sangre en el hombre.
Lo que mueve, son las fuerzas fisicoquímicas producidas por las combinaciones de los rayos de sol con la materia orgánica o inorgánica, es el movimiento en su esencia que los antiguos apelaban Difunto.
De la Tierra, del Agua, del Aire y del Fuego, tales son los cuatro principios que vemos actuar en la Naturaleza si abandonamos el campo del análisis para quedar en el mismo sitio esencialmente general. Pues no tememos ser tasados por ignorancia o agobiados bajo el peso del ridículo atreviéndonos a volver, al fin del siglo XIX, sin temor a los cuatro elementos de la antigua física de los iniciados.
Pero acabamos de analizar allí, solamente una rincón de nuestro planeta. Las fuerzas fisicoquímicas, el Aire, el Agua y la Tierra, únicamente constituyen los principios en acción en la porción de la Naturaleza que nos rodea inmediatamente, lo que los antiguos llamaban el mundo elemental. Prosigamos nuestro análisis.
Acabamos de ver hechos que se pasan sobre una parte débil de nuestro planeta. El empleo de la analogía nos permite esperar que, lo mismo que la misma ley dirija la marcha de una célula y la de un órgano en el hombre, también una ley idéntica debe dirigir la marcha de un continente y la de todo el Planeta, concebida como un ser orgánico especial.
Nuestro planeta, aislado en el Espacio, baña alternativamente el más grande se vaya de uno de sus hemisferios en el fluido solar. De ahí, la existencia de día y de noche correspondiente a una aspiración y una espiración del ser humano. En el organismo humano: el fluido reparador, la sangre, circula a través de los órganos que baña. En el organismo del mundo, al contrario, son los planetas (órganos del sistema solar), que circulan por el fluido solar reparador. La Tierra aspira el movimiento por el ecuador y lo espira por los polos1.
Nuestro planeta recibe del mundo exterior tres influjos especiales:
1 ° el Sol
2 ° El de la Luna, el satélite de la Tierra
3 ° El de otros planetas del sistema solar (consideramos las estrellas fijas como demasiado alejadas para tener una acción especial sobre los planetas).
El estudio de estas corrientes fluídicas y de su acción fisiológica constituye la astrología.
Pero nuestra Tierra suelta por su parte varios fluidos:
1 ° inmediatamente es rodeada de un lecho atmosférico especial.
2 ° es luminosa vista otros planetas.
3 ° posee una fuerza de atracción particular que actúa tanto los cuerpos colocados en la superficie del planeta como la luna y especialmente también otros planetas del sistema.
La Luna que es una dependencia cósmica de la Tierra vuelve a su esfera de atracción, y el planeta unido con su satélite forma un sistema planetario. La Luna actúa enfrente de la Tierra como el Gran simpático enfrente del organismo humano, y regulariza y distribuye la fuerza dinámica, y por ahí dirige el crecimiento y la disminución de todos los organismos vivos, sobre tu Tierra.
Pero la Tierra y su satélite forman sólo uno de los órganos de nuestro sistema solar que, sólo, constituye todo, un organismo especial en el Universo.
Un sistema solar es constado:
De órganos materiales jerarquizados en tres categorías:
1 ° Los Satélites que obedecen a la atracción de un Planeta;
2 ° Los Planetas que obedecen a la atracción de un Sol;
3 ° Un Sol que obedece a la atracción de un centro particular.
Entre los satélites y los planetas actúan las fuerzas fisicoquímicas y los fluidos dichos elementales.
Entre los Planetas y el Sol actúan las fuerzas cósmicas y los fluidos dichos astrales.
Entre el Sol y el centro más elevado de atracción actúan los forzados phychiques (sic) y los fluidos dichos principiateurs.
Para un planeta de un sistema solar, (o) satélite actúa pues como el abdomen actúa en el hombre, el sol actúa como el corazón en el hombre, y el centro de atracción del Sol actúa como la cabeza en el hombre.
En resumen, un sistema solar comprende tres órdenes de principios:
Lo que sostiene: los órganos del sistema: satélites, planetas y Sol.
Lo que anima: fluido dinámico emanado del Sol.
Lo que mueve: fuerza de atracción localizada en los satélites del planeta y en el sol y emanada del centro de atracción del Sol.
Lo que gobierna: la fuerza cósmica llamada Natural o Destino.
La antigua física del hermétistes consideraba el Universo como constituido por tres planos o mundos.
1 ° El mundo elemental constituido por las fuerzas en acción sobre nuestro planeta, llamado también mundo sublunar, y cuyo dominio se extendía de la Tierra a su satélite: la Luna, (dominio de las fuerzas fisicoquímicas.)
2 ° El mundo de sin aberturas constituido por las fuerzas en acción en el sistema solar. Y el que el dominio se extendía del sol a los planetas del sistema (dominio de las fuerzas astrales.)
3 ° El mundo entero constituido por las fuerzas en acción en el Universo entero, y cuyo dominio, se extendía del centro (todavía poco determinado científicamente) de atracción de nuestro sol el sol situados en la misma esfera de atracción (dominio de las fuerzas y principios.)
Y estos tres planos no constituían centros*de accion acción estrictamente delimitados. Lo mismo que, en el hombre, reencontramos en todas las partes del organismo de la linfa, sangre y la acción nerviosa, aunque el abdomen, el tórax y la cabeza sean los planos que centralizan la acción de estos tres elementos, también, en el menor planeta reencontramos fuerzas físicas respectivas de la vida y de la atracción, la manifestación del mundo elemental, del mundo de los sin aberturas y del mundo empyrée.
Papus
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