jueves, 19 de junio de 2025

MARGUERITE YOURCENAR Y LA CARTA OLVIDADA 

Esta es la historia de una niña que comenzó su vida huérfana.

Su madre, Ferdinande, hermosa y de familia noble, murió por complicaciones durante el parto. Era 1903. Los partos aún se realizaban en casa, y ni el dinero ni la posición social podían garantizar la vida.

Marguerite nunca conoció a su madre. Quizá pensaba en ella a veces, quizá no. Pero ¿cómo extrañar lo que jamás se ha tenido?

Creció en una villa espléndida del norte de Francia, junto a su padre y su abuela. Ambos la adoraban. Fue una niña precoz, lectora insaciable. A los ocho años ya devoraba a Racine y Aristófanes. A los diez, leía en latín. A los doce, en griego. Su padre, un hombre erudito y afectuoso, alentaba cada una de sus curiosidades.

Pero la vida, impredecible como siempre, no fue indulgente. En pocos años, Marguerite quedó completamente sola. Los nazis invadían Francia. Y ella, sin más remedio, emigró a Estados Unidos, donde logró sobrevivir —no sin dificultades— enseñando literatura francesa e historia del arte.

En diciembre de 1948, la guerra había terminado. Desde Suiza recibió una maleta vieja que había dejado años antes bajo la custodia de unos amigos. Dentro, papeles familiares, documentos olvidados... y algo más.

Una carta.

“Querido Marco, fui a mi médico esta mañana…”

Marguerite no recordaba haber escrito eso. Ni quién era Marco.

Pero al releer la carta, lo entendió todo: Marco era Marco Aurelio, y el autor de la carta era el emperador Adriano. Lo había escrito ella misma, años antes, inspirada por un viaje con su padre a Villa Adriana, bajo el sol de una primavera italiana. La carta era un esbozo de una historia que había quedado dormida… hasta ese momento.

Y como ella misma escribiría después:

 “A partir de ese instante, para mí sólo fue cuestión de escribir ese libro, a cualquier precio.”

Así nacieron las Memorias de Adriano, una obra maestra del siglo XX. Y así, Marguerite Yourcenar —seudónimo de Marguerite Cleenewerck de Crayencour— se convirtió en la primera mujer elegida para la Academia Francesa.

Todo por una carta olvidada en una maleta.
Foto: Marguerite Yourcenar de niña.

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