sábado, 22 de febrero de 2025

A mi muy querido y muy venerado maestro y amigo Théophile Gautier”, escribió Charles Baudelaire (París, 1821-1867). “Aunque te ruego que apadrines Las flores del mal, no creas que ande tan descarriado ni que sea tan indigno del título de poeta como para creer que estas flores malsanas merecen tu noble patrocinio. Ya sé que en las etéreas regiones de la verdadera poesía no existe el mal y tampoco el bien, como sé que no es imposible que este mísero diccionario de la melancolía y del crimen justifique las reacciones de la moral, del mismo modo que el blasfemo viene a reafirmar la religión. Pero en la medida de mis posibilidades, y a falta de algo mejor, he querido rendir un profundo homenaje al autor de AlbertusLa comedia de la muerte y Viaje a España, al poeta impecable, al perfecto mago de las letras francesas, de quien me declaro, con tanto orgullo como humildad, el más devoto, el más respetuoso y el más envidiado de sus discípulos”.
Charles Baudelaire, que empezó a traducir en 1848 los relatos de Poe, continuó haciéndolo hasta 1857, año en que vio la luz su principal obra, Las flores del mal, de la que Zenda adelanta unos poemas traducidos por Carmen Morales y Claude Dubois en una bella edición ilustrada por Louis Joos y publicada por la editorial Nórdica.

El hombre y el mar

Hombre libre, ¡siempre amarás el mar!
El mar es tu espejo; contemplas tu alma
en el desarrollo infinito de su ola,
y tu espíritu no es un abismo menos amargo.

Te agrada zambullirte en el seno de tu imagen;
lo abrazas con los ojos y los brazos, y tu corazón
se distrae a veces de su propio rumor
con el ruido de ese indomable y salvaje quejido.

Ambos sois tenebrosos y discretos:
hombre, nadie sondeó el fondo de tus abismos;
¡oh, mar! nadie conoce tus íntimas riquezas,
¡tan celosos estáis por conservar vuestros secretos!

Y sin embargo hace innumerables siglos
que os combatís sin piedad ni remordimiento,

tanto os gusta la carnicería y la muerte,
¡oh eternos luchadores, oh implacables hermanos!


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