martes, 27 de junio de 2023

Las Ciudades Invisibles, Ítalo Calvino

El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio”. Italo Calvino, “Las ciudades invisibles” (1972).

Buscar, saber reconocer, hacer que dure, dejarle espacio.

Cuatro acciones que destacan dentro del párrafo del gran escritor italocubano. Este fragmento de texto ocupa un lugar especial en el universo de mis frases favoritas ya que se encarga de señalar lo que debería estar habitando nuestras intenciones. Esos cuatro movimientos de una acción que de ser ejecutada como coordinados pasos de baile por el carnaval de la humanidad puede permitirnos avanzar hacia un presente mejor, uno menos infierno.

Buscar es la intención, es darle músculo al pensamiento llevándolo hacia la acción. Para poder buscar tenemos que tener ganas de hacerlo y ese es el primer paso, tener la intención de, al saberse uno parte en un infierno, que sería el acto cero, el preacto, salirse de él de alguna manera y de esa intención parte la búsqueda. Al buscar nos ponemos en un modo de atención distinto, más íntimo, que ya nos separa del infierno al proyectarnos hacia una posibilidad. El buscar ya es menos infierno, aunque sigamos dentro de él.

Si buscar es la acción interior de saber reconocer, es la acción volcada hacia afuera, es la atención puesta en utilizar nuestra concepción de infierno para hacerla negativa y con este opuesto absoluto crear una matriz que nos permita encontrar lo que no es. No se puede reconocer sin conocer primero, es ahí en donde se une a la búsqueda la educación, que no es otra cosa que el camino que nos lleva hacia las partes del ideal que queremos reflejar. Tenemos que saber qué es lo que queremos reconocer y para ello necesitamos aprender.

Nuestra intención de búsqueda a la salida de este (nuestro, mío, tuyo) infierno nos hizo reconocer qué es y qué no es infierno. La tarea ahora es permitir que lo que no es infierno siga no siéndolo. Una característica del infierno, lo que se sufre, es que está también en constante búsqueda y la suya es de hacer de todo un infierno. Hacer durar es resistir, es aguantar que el infierno nos quiera llevar de vuelta mientras nos susurra al oído. La resistencia es solamente efectiva cuando se hace con otros, lo que hace de esta acción, hacer durar, algo colectivo, entro otros que también quieren menos infierno.

Es nuestro deber ahora evitar que el infierno recupere terreno alimentando lo que no es infierno, dándole espacio, el último movimiento. Aquí cada uno aplica el antídoto a su propio infierno, consume más arte, sigue dando el paso, sigue creyendo en los demás. Dar espacio es luchar, es volverse resistencia, es un acto combativo que se realiza a la vista de todos y con todos. Es acción y discurso. Dar espacio también es abrir el no infierno hacia los otros, es invitar a que otros se reconozcan dentro del infierno de los vivos y plantar la semilla de la intención de salir de él. Este último paso es el militante, el que nos hace parte de algo más grande que nosotros mismos, el de la acción colectiva para salir de e ir hacia.


El otro camino es mucho más sencillo, es seguir siendo parte, es aceptar que somos infierno, es agachar la cabeza y arrastrar los pies. Es la que quiere el infierno y principalmente los que hacen que el infierno sea infierno y que estemos encerrados en él.

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