A esto se refería Hipócrates (el padre de la medicina) cuando dijo: “No intentes jamás curar tu cuerpo, sin antes haber curado tu alma.”
Porque la función esencial del cuerpo es comunicar aquello que va brotando de los confines del alma. Entonces cuando duele, te está mostrando cosas, te está enseñando cosas.
Y tú agradeces eso, y no te haces reproches, ni te juzgas, sino que te dices:
“Pero qué maravilla! aquí hay algo por limpiar que no había visto.”
Y te perdonas, y te agradeces, y te amas, hasta que tu cuerpo te comunique con su bienestar, que el alma ha dejado de dolerte.
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