domingo, 29 de noviembre de 2020

La casa del sol naciente


"Existe una casa en Nueva Orleans, a la que llaman el Sol Naciente…": así reza el comienzo de una de las canciones con más recorrido, versiones e historia de la música popular moderna. Una composición de origen difuso, oscuras referencias y que ejerció una fascinación generalizada entre los músicos alrededor del globo: The House of The Rising Sun. Aprovechando que por estas fechas, hace ya 51 años, alcanzó el número 1 de las listas más importantes del planeta de la mano de The Animals, es tiempo de regresar al lugar donde todo empezó en unas breves líneas. Un viaje que merece la pena, siempre que no nos hechice aquel lugar de perdición que, como decía la canción, fue la ruina para muchos e inocentes jóvenes.
Para empezar, resulta imposible establecer la localización exacta del edificio en cuestión, si bien es cierto que el tema lo ubica en la mística y pasional ciudad de Nueva Orleans. Tampoco queda claro quién realizó esta declaración de culpabilidad hecha canción, pues las primeras versiones circulaban desde finales del S.XIX y cada artista itinerante las adaptaba a su género y estilo. Lo que sí parece claro –según estudios elaborados por diferentes folcloristas- es que la melodía se adaptaba de una balada británica del siglo anterior, a la que puso letra algún autor que frecuentaba el sórdido ambiente de la ciudad… el mismo clima que generó buena parte de la genialidad y pasión del jazz y que recorría zonas como en conflictivo y bullicioso barrio de Storyville.
Desde sus primeras interpretaciones conocidas, conocemos la esencia de la historia que se cuenta en la composición: un joven (cuyo género varía, según el intérprete) cae en una red de perdición y miseria simbolizada por dicha casa, y se lamenta de su suerte, advirtiendo a quien quiera escuchar que no repita ese camino de ruina. En cuanto a la casa en cuestión, existen diversas teorías sobre locales de la ciudad que cumplen los requisitos: prostíbulos, casas de juego y hoteles (hay quien sostiene que se trataba de la cárcel, desde cuya celda el preso ve salir el sol a través de la ventana enrejada, encadenado a su bola de presidiario).
Lo más probable es que se tratara de una mezcla de estos tres primeros, y en cuanto a la implicación del narrador de la canción con la misma, tenemos dos vertientes principales de la historia: si la canta un hombre, hablaríamos de un lugar al que acude voluntariamente y en el que, rodeado de vicio y perversión, pierde su inocencia y queda atrapado en una vida atormentada que nos narra para no seguir su ejemplo. SI la intérprete es una mujer, se suele aceptar la versión de la casa como un prostíbulo en el que se ha visto forzada a ejercer, causando del mismo modo la ruina en su vida.
Entre las primeras versiones grabadas del tema, encontramos las de artistas de blues y folk como el abrumador Leadbelly, cuya herencia recogió en numerosos estudios el teórico Alan Lomax, figura eminente en el estudio del folclore estadounidense. Una figura que atribuye la autoría de la letra de la canción a dos artistas de Kentucky, Bert Martin y la adolescente Georgia Turner, aunque lo más probable es que parte de aquellas estrofas les fueran transmitidas de forma oral y éstos las adaptasen a su repertorio después.
Con el misterio y la popularidad que ya desprendía el tema desde su origen, no es extraño que fascinase a las figuras de primer nivel del mundo del folk, como Woody Guthrie o Pete Seeger, y de este modo hechizó también a los seguidores de éstos, entre los que contamos a Joan Baez y Bob Dylan. Ambos grabaron sus propias y celebradas versiones de la canción a comienzos de los años sesenta. Por aquellos días, la envolvente voz de Nina Simone también rindió homenaje al enigmático lugar, y fue esta interpretación la que cayó en manos de Eric Burdon y The Animals, que dieron forma a la versión definitiva de esta historia.
Todo ello ocurría en 1964 -aunque la banda ya había perfeccionado el tema a lo largo de muchísimos directos- en el desembarco de músicos que se conocía como la Invasión Británica de artistas de las islas en Estados Unidos, y que encabezaban The Beatles. La principal contribución del grupo a la canción consistió en convertirla en una balada de folk-rock, potenciada por la absoluta voz de Burdon y arropada por el órgano de Alan Price, que se convertiría en el referente para posteriores rendiciones de The House of The Rising Sun. Pensada como una canción diferente a las que formaban el repertorio de las bandas de rock de la época, la grabaron con maestría en una sola toma y la incluyeron en la gira en la que acompañaban al maestro Chuck Berry, para delirio de los fans y regocijo del sello Columbia, que celebró su número uno en Norteamérica como un logro sin precedentes en aquellos días de la British Invasion: se convertían en la primera banda británica aparte de The Beatles en lograr aquella posición al otro lado del océano.
A partir de entonces, decenas de artistas de primera fila han regresado a aquella casa, han recordado aquella melodía y la triste historia que narra, con una versión destacada como la de los españoles Lone Star, cuya Casa del Sol Naciente tiene el honor de ser la más vendida de la historia, pues triunfó en toda Latinoamérica y en gran parte de Europa. Sin duda estamos ante una de las grandes canciones de nuestro tiempo, repleta de historia y misterio, y de la que cada uno extrae sus propias conclusiones y con la que evoca diferentes imágenes. Algo que, a este nivel, solamente ocurre con aquellas obras que perduran como patrimonio de la humanidad, de la propia condición humana. Una condición que, en la música moderna, bien pudiera tener su capital en la ciudad de Nueva Orleans, con delegación en la misteriosa Casa del Sol Naciente.

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