Los seres humanos solemos manejarnos con rituales desde tiempos remotos. Cada 31 de diciembre nos aprestamos a despedir el año viejo, y recibir a la medianoche el año nuevo. Este tipo de celebración impuesta por la Iglesia Católica data de 1582, por disposición del papa Gregorio XIII, en reemplazo del antiguo calendario Juliano (introducido por Julio César en el año 46 a. C.). Poco a poco, los diferentes países fueron incorporando la celebración del 1° de enero. Pensemos que los rusos fueron los últimos en incorporarlo allá en tiempos de la revolución bolchevique (1917). Sin embargo, hay una gran cantidad de población en el mundo, que NO CELEBRA el año nuevo el 1° de enero.
Por ejemplo, el año nuevo chino comienza entre mediados de enero y febrero con la primera Luna nueva de Acuario. Para los Judíos, el Rosh Hashaná (cabeza de año) comienza en el mes de Tisri (calendario hebreo), que equivale a septiembre u octubre del calendario gregoriano. Ese primer día de año se correlaciona con el nacimiento de Adán. Entre los Musulmanes, el año nuevo inicia en el mes de Muharram (que por ser calendario lunar), puede ocurrir en cualquier mes del calendario gregoriano. Coincide con la huida de Mahoma a Medina en el año 622.
¿Y en las diferentes culturas indígenas? Generalmente el fin de año en muchas religiones y culturas se da con el fin los ciclos solares, ya que en casi todas las religiones se le asigna al sol el máximo poder. Por ejemplo, el año nuevo Incaico (Bolivia, Ecuador, Perú, sur de Colombia, norte de Argentina y Chile) se celebraba en el mes de diciembre con el Cápac Raymi, en honor al dios sol. Para los Aymara (Chile, Bolivia y Perú) el año nuevo se celebra cada 21 de junio (época del solsticio), con la llegada del invierno. Para los Mapuches, el año nuevo (We Tripantu) tiene lugar el 24 de junio. No obstante, la ley 1550 sancionada en el año 2004, instituyó el 21 de junio como año nuevo para todos los pueblos originarios, en función de que ellos lo celebran en el solsticio de invierno. Para los Nahuatl-Mexica, en México, el año nuevo (Yancuic Xiuhitl) se celebra el 23 de febrero, aunque los grupos más tradicionalistas los hacen el 11 de marzo. En Guatemala, se sigue celebrando el año nuevo Maya hacia el 23 de febrero.
¿Y en otras latitudes? En Etiopía se celebra el 11 de setiembre. En el Tíbet se realiza entre enero y principio de febrero. En el sudeste asiático (Tailandia, Camboya, Birmania y Bengala) el año nuevo se celebra el 14 de abril. Solo los vietnamitas lo celebran junto al año nuevo chino. En Irán, se celebra el 21 de marzo. El año nuevo hindú se celebra dos días antes del festival de Diwali, a mediados de noviembre. Respecto a otras iglesias, algunos miembros de la Iglesia ortodoxa (la 2ª. iglesia cristiana más numerosa del mundo), mantienen el calendario juliano, festejando el año nuevo el 14 de enero. Todas las Iglesias protestantes lo celebran el 1 de enero, excepto los cuáqueros, y luteranos, que no lo celebran. Tampoco lo celebran los testigos de Jehová. ¿Y qué dicen los astrólogos? Ellos indican que el año nuevo es personal y que empieza cuando uno llega al mundo, es decir, el día del cumpleaños
.
Conclusión
La idea de celebración del año nuevo, es más que nada, marcar una bisagra en nuestro calendario como consecuencia de antiguas tradiciones. Es motivo de reunión (con familiares y amigos) y de generar un punto de inflexión para futuros cambios. No obstante, lo que debemos marcar en realidad es un punto de reflexión, donde debemos repensar nuestras conductas y actitudes en función de la repercusión que tienen en nuestro prójimo. Deseamos para los demás, paz, felicidad, dicha, dinero y salud. ¿Y para nosotros mismos, qué? ¿Estamos dispuestos a cambiar, a mejorar y aprender de nuestros errores? ¿Estamos dispuestos a escuchar la sana crítica, a dejar de lado los prejuicios, a ser tolerantes con la opinión encontrada, a reconocer que podemos ser solidarios con el dolor ajeno? El día que podamos operar todos estos cambios en nosotros mismo, sin ningún tipo de replanteos, entonces ese será NUESTRO NUEVO AÑO. Y por supuesto, merecerá ser celebrado, sin que necesariamente sea un 1° de enero.
.
Conclusión
La idea de celebración del año nuevo, es más que nada, marcar una bisagra en nuestro calendario como consecuencia de antiguas tradiciones. Es motivo de reunión (con familiares y amigos) y de generar un punto de inflexión para futuros cambios. No obstante, lo que debemos marcar en realidad es un punto de reflexión, donde debemos repensar nuestras conductas y actitudes en función de la repercusión que tienen en nuestro prójimo. Deseamos para los demás, paz, felicidad, dicha, dinero y salud. ¿Y para nosotros mismos, qué? ¿Estamos dispuestos a cambiar, a mejorar y aprender de nuestros errores? ¿Estamos dispuestos a escuchar la sana crítica, a dejar de lado los prejuicios, a ser tolerantes con la opinión encontrada, a reconocer que podemos ser solidarios con el dolor ajeno? El día que podamos operar todos estos cambios en nosotros mismo, sin ningún tipo de replanteos, entonces ese será NUESTRO NUEVO AÑO. Y por supuesto, merecerá ser celebrado, sin que necesariamente sea un 1° de enero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario