Lo que hicimos tiempo atrás, definía a la persona de entonces. Pero es que ya no eres esa persona, eres la de hoy. Los seres humanos vamos cambiando, lo hacemos cada día, con cada nueva información o aprendizaje adquirido y es algo inevitable.
Por eso regodearse y lamentarse de lo que hicimos en un pasado solo sirve para hacernos daño a nosotros mismos. Es cierto que la culpa es una emoción que, bien llevada, puede ayudarnos a reparar aquellas acciones en las que fallamos. Pero si la exageramos demasiado y se trasforma en una obsesión, puede convertirse en una emoción tóxica que hará que el presente se nos escape de las manos y no nos ayudará a solucionar nuestro pasado.
El pasado es irreal
Cuando decimos que algo es irreal, nos referimos a que no es tangible, no podemos acceder a él: ni tocarlo, ni olerlo, ni verlo, ni oírlo. Si algo no puede ser percibido con nuestros cinco sentidos, es que no existe. Esto no quiere decir que no haya existido y fuese real en otro momento de nuestra vida. Evidentemente, lo que ocurrió, sabemos que sucedió, pero ya solo es real en nuestra mente, en nuestra realidad psicológica.
Por este motivo merece la pena el esfuerzo de “recolocarnos” en el presente cada vez que nuestra mente viaje al pasado. También cuando lo haga hacia el futuro y nos envuelva de ansiedad inservible. En cualquier caso, lo único que realmente existe es el aquí y ahora, el antes y el después solo viven en nuestras cabezas.
Una cosa es la realidad del presente, en la que verdaderamente tenemos poder de influencia y otra muy distinta es la realidad psicológica. Aquí, algunas de las acciones que llevamos a cabo en el presente no solo son inútiles a nivel práctico, sino que además lo dañan al sufrir por lo que pasó o por lo que pasará. Angustiarse hoy por lo que sucedió ayer es perder el tiempo finito del que disponemos.
¿Cómo puedo enfocar mi vida en el presente?
El primer paso es darnos cuenta de que el pasado no es real. Puede ser que lo fuese en otro momento, pero no hoy, no ahora ni en este instante. Por lo tanto, vamos a dejar de darle importancia y valor a algo que ya no existe. Lo que sí podemos hacer es extraer una enseñanza para que, ahora, en el presente, ese pasado nos resulte útil y forme parte de nosotros, pero sin dejarlo más tiempo del necesario en “nuestra realidad del ahora“
Por lo tanto, cuando te percates de que tus pensamientos contienen un “debería haber sido” o “no debería haber ocurrido”, obliga a tu cabeza a volver al “esto es lo que está ocurriendo ahora y es como debe ser”. Este ejercicio, practicado de forma consciente, hará que te habitúes a no instalarte en el antes.
Por último, deshecha todo lo que hagas en el presente que esté encaminado, mágicamente, a cambiar el pasado. Hay que aceptar que el pasado no puede cambiarse: lo que ocurrió, ocurrió y es lo que debía pasar. Para bien y para mal.
Tampoco vale fustigarse, machacar al otro, rezar, suplicar o caer en la rumiación. Lo único que es aprovechable es la enseñanza que podemos obtener, para no caer en la misma piedra ahora o mañana.
Vive el presente, concéntrate en lo que existe alrededor de ti: las personas que estás viendo ahora, los objetos que estás tocando, lo que hueles, lo que comes, lo que oyes. No existe nada más, al menos por ahora. Vive esto hoy y libérate de tu pasado.
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