Ya conoces mi indómita marea,
un oleaje bravío de tango y sirena.
Pero hay un deseo de anclaje
que te trae a mis puertos,
a mi bahía de luna que se entrega.
Y te bebes de un sorbo,
mi boca huracanada,
enredado en naufragios y poemas.
Arrojado a la orilla de mis piernas
con el cielo en las manos,
cavas en mi cuerpo tus palabras
y me dejas con sigilo
mientras duermo:
tu espuma de varón,
tus castillos de arena.
©Germana Martin
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