"Ella solía buscar en lugares equivocados, eso que no se busca, eso que siempre estuvo. Es que no lo sabía, entonces se perdía entre la masa dormida, cientos de seres viviendo siempre igual, mediocridad que abruma. Sus días eran monótonos, grises, casi sin sentido. No sabía que existía, nadie le dijo que era necesaria, nunca confió en su intuición. Habló más de lo que hizo. Un día prefirió apagarse, al menos ese era un gesto de rebeldía. Y allí entre la niebla de no saber, donde la confusión ahoga, despertó. Sus ojos se abrieron, el reloj despertador le avisaba que eran las 7 a.m. Se levantó de la cama y abrió la ventana. Fue entonces cuando todos sus oscuros pájaros entraron en bandadas a su cuarto, transformándose en colores vibrantes. Salió a la calle y respiró profundo, sus pulmones sonrieron, su piel se erizó. Porque de vez en cuando es bueno tocar fondo para dejar de lastimarse, porque es necesario dejarnos en paz, hacer una tregua con nuestros fantasmas. Permitir que el sol salga en nuestro pecho, amanecer el alma y que la noche solo exista para mostrarnos las estrellas…"
Natalia Lewitan
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