viernes, 28 de diciembre de 2012

Y llovieron flores - Osho




Lluvia De Flores

31 de Octubre, 1974

Subhuti era uno de los discípulos de Buda.
Él pudo comprender la potencia del
vacío ‑el punto de vista de que nada existe
excepto en su relación de subjetividad
y objetividad.
Un día, cuando Subhuti estaba sentado bajo un
árbol en un estado de sublime vacío, empezaron
a caer flores a su alrededor.
"Te alabamos por tu discurso sobre el vacío",
le susurraron los dioses.
"Pero yo no he hablado del vacío", dijo Subhuti.
"No has hablado del vacío, no hemos oído el vacío",
respondieron los dioses. "Esto es verdadero vacío".
Y cayeron flores sobre Subhuti como lluvia.


Sí, sucede. No es una metáfora, es un hecho ‑así que no te tomes esta historia metafóricamente. Es lite­ralmente verdad. Porque la totalidad de la existencia se siente feliz, dichosa, extática, incluso cuando es una sola alma quien alcanza lo supremo.
Somos parte de la Totalidad y la Totalidad no es indiferente a nosotros, no puede serlo. ¿Cómo va a ser una madre indiferente a su hijo? Es imposible. Cuando el niño crece, la madre también crece con él. Cuando el niño es feliz la madre también es feliz con él. Cuando el niño danza, algo danza también en la ma­dre. Cuando el niño está enfermo, la madre está enfer­ma. Cuando el niño es desdichado, la madre es desdi­chada. Porque no son dos; son uno. Sus corazones laten a un mismo ritmo.
La Totalidad es tu madre. La Totalidad no es in­diferente a ti. Permite que esta verdad penetre en tu corazón tan profundamente como sea posible, porque incluso esta consciencia de que la Totalidad se siente feliz contigo, te cambiará. Entonces ya no estás aliena­do, ya no eres un extranjero aquí. Ya no eres un vaga­bundo, sin hogar, porque todo es un hogar. Y la Tota­lidad es tu madre, te cuida, te ama. Así que es natural que cuando alguien se convierte en un Buda, y alcanza la cima suprema, toda la existencia danza, toda la existencia canta, toda la existencia lo celebra. Es lite­ralmente verdad. No es una metáfora, recuerda, de otra forma errarás toda la cuestión.
Llueven flores, y continúan lloviendo ‑nunca se detienen. Las flores que llovieron para Subhuti aún siguen lloviendo.
Tú no las puedes ver, no porque no estén cayen­do, sino porque no eres capaz de verlas. La existencia continúa la celebración infinitamen­te, por todos los Budas que han sido, por todos los Bu­das que están siendo, y por todos los Budas que serán, porque para la Existencia no hay pasado, presente y futuro. Es una continuidad. Es eternidad. Sólo existe el ahora, el ahora infinito.
Aún llueven, pero no puedes verlas.
A no ser que caigan sobre ti, no puedes verlas; y cuando las veas cayendo para ti, verás que han estado lloviendo para todos los Budas, para todas las almas iluminadas.
La primera verdad es que a la Existencia le im­porta lo que te sucede. La existencia está orando con­tinuamente para que te suceda lo Supremo. De hecho, tú no eres otra cosa que una mano extendida por la Totalidad para alcanzar lo supremo. No eres otra cosa que una ola que viene de la Totalidad para tocar la lu­na. No eres otra cosa que una flor abriéndose, para que la Totalidad se llene de fragancia a través tuyo.
Si puedes abandonarte a ti mismo, esas flores pue­den llover esta misma mañana, en este mismo momen­to. Los Dioses siempre están dispuestos. Sus manos siempre están llenas de flores. Simplemente observan y esperan. Cuando alguien se vuelve un Subhuti ‑vacío; cuando alguien está ausente, de pronto empiezan a caer flores.
Éste es uno de los hecho básicos. Sin darse cuenta de ello no hay posibilidad de confianza. Sin ello no hay posibilidad de que alguna vez alcances la Verdad. A no ser que la Totalidad te ayude, no hay posibilidad de que la alcances. ¿Cómo vas a alcanzarla? Y ordina­riamente nuestras mentes piensan justo lo contrario. Pensamos en la Totalidad como en el enemigo, no co­mo el amigo, ‑nunca como la madre. Pensamos en la Totalidad como si la Totalidad estuviera tratando de destruirnos. Miramos a la Totalidad a través de la puerta de la muerte, no a través de la puerta del naci­miento. Pareciera como que la Totalidad está contra ti, luchando contigo, no permitiéndote alcanzar tus metas y propósitos, no permitiéndote tu plenitud. De aquí que continúes haciéndole la guerra continuamente. Y cuanto más luchas, más verdadera te parece tu falsa idea; porque si luchas, tu propia lucha te retorna re­flejada en la Totalidad.
La Totalidad te apoya, recuerda. Incluso cuando luchas, la Totalidad te apoya. Incluso cuando luchas y estás equivocado, la Totalidad de apoya. Ésta es la se­gunda verdad que hay que comprender bien. Si no lo comprendes, te será difícil continuar. Incluso cuando luchas con la Totalidad, la Totalidad te apoya; porque la Totalidad no puede hacer otra cosa que apoyar. Si te descarrías, aún la Totalidad te cuida. Incluso si te descarrías, la Totalidad va contigo. Si un niño se desca­rría, la madre aún se interesa por él. Si el niño se vuelve un ladrón y está enfermo, la madre aún le cui­dará, nunca le dará veneno. Si el niño se descarría completamente, por el mal camino, la madre aún orará por él. Ese es el significado de la historia de Jesús so­bre los dos hermanos.
Uno de ellos se fue, lejos del padre, descarriado, se gastó su parte de herencia y se convirtió en un mendigo, un jugador, un borracho. El otro permaneció con el padre, ayudó en los negocios, trabajó en la granja y en los jardines, incrementó la heredad, ayudó en todas las formas, sirvió al padre con un espíritu de entrega. Y cuando de pronto llegaron noticias de que el otro hermano se había convertido en un mendigo, de que mendigaba por las calles, el corazón del padre em­pezó a compungirse y todas sus oraciones fueron para él. Se olvidó completamente del que estaba cerca y sólo recordaba al que estaba distante. Por la noche, éste es­taba presente en sus sueños, pero no el que estaba cer­ca y trabajando para él, que era bueno en todos los sentidos.
Un día el hijo mendigo regresó y el padre preparó un gran festejo, El hijo bueno volvía a casa desde la granja y alguien le dijo: "Mira la injusticia de tu pa­dre! Tú le amas, le cuidas y le sirves, has permanecido con él, has sido absolutamente bueno, nunca has hecho nada en contra de su deseo, pero nunca ha preparado una fiesta para ti. ¡Sin embargo ha mandado matar al cordero más gordo para tu hermano, el que se desca­rrió y que ahora vuelve como un mendigo! ¡Y toda la casa lo está celebrando!".
El hijo, el hijo bueno, se sintió muy herido. Le parecía absurdo. Volvió a casa enfadado. Habló con su padre: "¿Qué estás haciendo? Nunca has dado una fies­ta para mí, que te he servido, ¿y qué ha hecho por ti este otro hijo? Se gastó la herencia, se lo jugó todo, ¡y ahora vuelve a casa como un mendigo!".
El padre dijo: "Sí, porque tú estás tan cerca y eres tan bueno y eres tan feliz que no necesito preocupar­me por ti. Sin embargo, mis oraciones y mi amor si­guen al hijo que fue por el mal camino!”.
Jesús solía contar esta historia a sus discípulos una y otra vez, porque, como él dijo, Dios puede olvidar a los santos, no hay necesidad de recordarlos, pero Dios no puede olvidar a los pecadores.
Se habla de Dios como de un padre, pero yo os digo que Él no es un padre, es una madre; un padre no es un fenómeno tan profundo como una madre, por eso los hindúes Le llaman madre ‑Dios es madre, ac­túa como una madre. Y Jesús dijo que siempre que un pastor va de vuelta a casa y una oveja se ha perdido, deja a todas las ovejas en el bosque, en la noche oscu­ra, y va en busca de la que se ha perdido. Y cuando encuentra a la oveja perdida, la lleva sobre sus hom­bros y se regocija y vuelve a casa sintiéndose feliz, porque la que se había perdido ha sido encontrada. Siempre que sucede así ‑y todos somos ovejas perdi­das‑ el pastor se regocija. Empiezan a llover flores.
En Oriente los dioses no son antropomórficos: son fuerzas naturales. En Occidente se ha personificado la divinidad tan sólo para darle un corazón, un latido, para hacerlo más sensible. Por su parte, los hindúes, los budistas, han convertido todas las fuerzas naturales en dioses, ¡y tienen razón! Cuando Subhuti alcanzó el vacío, los dioses empezaron a llover.
Y el significado es muy hermoso: el sol es un dios para los hindúes y budistas, el cielo es un dios; cada árbol ‑es un dios. El aire es Dios, la tierra es Dios. To­do tiene un corazón, ese es el significado. Todo siente, ese es el significado. Nada es indiferente a ti, ese es el significado. Y cuando tú lo alcanzas, todo lo celebra. Entonces el sol brilla de forma diferente; ha cambiado su cualidad.
Para los que son ignorantes todo sigue igual. El sol brilla igual que antes, porque el cambio de cualidad es muy sutil y sólo alguien que está vacío puede sentirlo. No es algo burdo, así que el ego no puede sentirlo. Lo burdo es el campo del ego. Lo sutil sólo se puede sen­tir cuando no hay ego, porque es tan sutil que si está ahí, te lo perderás: tu mera presencia es suficiente es­torbo.
Cuando uno está totalmente vacío, la cualidad del sol cambia inmediatamente, tiene una poesía de bien­venida. Su calidez no es sólo calidez, se ha convertido en amor: una calidez amorosa. También el aire es diferente, se queda un poco más tiempo a tu alrededor, te toca con más sentimiento, como si tuviese manos. El tacto es totalmente diferente, con más sensibilidad. El árbol florecerá, pero no de la misma forma. Ahora las flores brotan del árbol como si saltasen.
Se dice que siempre que Buda pasaba por un bos­que, los árboles florecían aun cuando no fuera la esta­ción ¡Tiene que ser así. El hombre puede errar en re­conocer a Buda, pero, ¿cómo van a errar los árboles? ¡Ellos no tienen mente! Y cuando Buda camina por un bosque, empiezan a florecer. Es natural, ¡tiene que ser así! No es un milagro. Pero puede que no seas capaz de ver esas flores, porque esas flores no son realmente físicas. Esas flores son los sentimientos de los árboles. Cuando pasa Buda el árbol tiembla de forma diferente, late de forma diferente, ya no es el mismo. Éste es el significado. La Totalidad cuida de ti, la Totalidad es tu madre.
Ahora trata de comprender esta parábola, una de las mejores.

Subhuti era uno de los discípulos de Buda.

Buda tenía miles de discípulos. Subhuti era sólo uno de ellos. No tenía nada especial. En realidad nadie sabe gran cosa de él, pues ésta es la única historia en la que se le menciona. Había otros discípulos renom­brados y famosos, grandes eruditos; había príncipes que renunciaron a sus reinos y los abandonaron para hacerse discípulos de Buda; eran hombres importantes, pero no llovieron flores sobre ellos. Las flores eligieron a Subhuti, que era sólo un discípulo más, sin nada especial. Pero es que sólo entonces llueven flores; de otra forma, si te sientes especial alrededor de un Buda, ¡te equivocas! Puedes sentirte lleno de ego por estar cerca de un Buda, puedes crear una jerarquía, o pensar, "Yo no soy un discípulo ordinario, soy algo especial: soy el siguiente a Buda. Los demás son sólo ordinarios, una multitud, pero yo no soy una multitud, yo tengo un nombre, una identidad propia. Ya antes de venir a Bu­da era alguien". Y así sigues siendo alguien.
Sariputta vino a Buda. Cuando vino lo hizo con quinientos discípulos propios. Era un maestro. Por su­puesto, un maestro no iluminado, que no sabía nada, pero que creía que sabía porque era un gran erudito y conocía todas las escrituras. Había nacido brahmín y tenía mucho talento, un genio. Desde su misma infan­cia destacaba por su gran memoria: podía memorizar cualquier cosa. Sólo tenía que leer una escritura una vez, y ya estaba memorizada. Era conocido en todo el país. Cuando vino a Buda era alguien. Se hizo discípu­lo de Buda pero siguió siendo alguien. Ese "ser al­guien" se convirtió en la barrera.
Estos dioses parecen ser muy irracionales: han ele­gido a un discípulo, Subhuti, que era sólo uno entre la multitud, sin nada especial. ¡Estos dioses parecen estar locos! Deberían haber elegido a Sariputta; pero no fue así. No eligieron a Ananda, el primo hermano de Bu­da, la sombra de Buda durante cuarenta años. Durante cuarenta años no estuvo ni un momento lejos de Buda. Dormía en la misma habitación, le acompañaba a todas partes. Era la persona más conocida. Todas las historias que contó Buda, comienza diciéndoselas a Ananda: "Ananda, sucedió así...", "Ananda, sucedió una vez...
"Ananda" y "Ananda" y "Ananda". Sin embargo, estos dioses locos no le eligieron a él, sino a Subhuti, ¡un don nadie!
Recuerda, sólo los don nadies son elegidos; porque si eres alguien en este mundo no eres nadie en el otro. Si aquí eres nadie, te conviertes en alguien en el otro mundo. Los valores difieren. Aquí, las cosas burdas son valiosas; allí son valiosas las cosas sutiles. Y lo más sutil, lo más sutil posible es: no ser. Subhuti vivía en­tre la multitud, nadie conocía ni siquiera su nombre, y cuando llegaron estas noticias de que llovían flores so­bre Subhuti, todo el mundo se preguntaba: "¿Quién es ese Subhuti? Nunca hemos oído hablar de él. ¿Ha su­cedido esto por accidente? ¿Le han elegido los dioses equivocadamente?". ¡Había tantos que estaban más al­tos en la jerarquía! Y seguramente Subhuti era el últi­mo.
Ésta es la única historia acerca de Subhuti.
Trata de comprenderla bien. Cuando estés junto a un gran Maestro se un nadie. Los dioses están locos, te elegirán sólo cuando no seas. Y si intentas ser, cuanto  más triunfes en ser alguien, más errarás. Esto es lo que buscamos en el mundo; y lo que intentamos también alrededor de un Buda. Anhelas riquezas. ¿Por qué? Porque con riquezas te haces alguien. Anhelas prestigio y poder. ¿Por qué? Porque con poder y prestigio no eres ordinario. Anhelas aprender, tener erudición, ad­quirir conocimientos. ¿Por qué? Porque con conoci­mientos tienes algo de lo que estar orgulloso.
Pero así los dioses no te elegirán. Tienen su propia forma de elegir. Si tú mismo estás golpeando demasia­do tu tambor, no hay necesidad de que los dioses llue­van flores sobre ti: ya tú estás arrojando flores sobre ti mismo. Cuando dejas de enorgullecerte de todas las cosas, de pronto toda la existencia empieza a enorgu­llecerse de ti. Dice Jesús, "Los que son los primeros en este mundo serán los últimos en el Reino de Dios. Y los que son los últimos serán los primeros".
Sucedió una vez que un hombre muy rico murió el mismo día en que también había muerto un mendi­go en la ciudad. El nombre del mendigo era Lázaro. El rico fue directamente al infierno y Lázaro directamen­te al cielo. El rico miró hacia arriba y vio a Lázaro sentado junto a Dios y gritó al cielo: "Parece que algo ha ido mal. ¡Yo debería estar ahí y este mendigo debe­ría estar aquí!". Dios se rió y dijo: "Los últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos. Tú has disfrutado suficiente siendo el primero, ahora deja que Lázaro disfrute un poco".
Y el rico tenía mucho calor (por supuesto, en el infierno aún no hay aire acondicionado), un calor abrasador. Tenía mucha sed y no había agua. Así que gritó de nuevo y dijo: "Dios, por favor, al menos envía a Lázaro con un poco de agua, tengo mucha sed".
Y Dios dijo: "Lázaro tuvo sed muchas veces, casi muriendo en tu puerta, y tú nunca le diste nada. Se estaba muriendo, hambriento en tu puerta, y aunque dabas una fiesta cada día con muchos invitados, a él siempre le echaban de la puerta tus criados, porque los invitados eran poderosos: políticos, diplomáticos, hom­bres ricos; y un mendigo era inoportuno. Tus criados le perseguían cuando tenía hambre, mientras que la gente que estaba invitada se saciaba. Tú nunca miraste a Lázaro. Ahora es imposible".
Y se dice que Lázaro se rió.
Ésta se convirtió en una profunda historia sobre la que reflexionaron muchos místicos cristianos. Fue co­mo un koan zen, y en los monasterios cristianos se han estado preguntando una y otra vez por qué se rió Lá­zaro.
Se rió de lo absurdo de las cosas. Nunca había sa­bido que un don nadie como él, un leproso, un mendi­go, entraría alguna vez en el cielo. No podía creer que esto sucediera. Y tampoco podía creer lo contrario: que un rico, el más rico de la ciudad, iría al infierno. Se rió.
Y Lázaro aún se ríe. Y también se reirá cuando tú mueras: si eres alguien se reirá, porque serás expulsa­do. Si eres nadie, ordinario, se reirá, porque serás re­cibido.
En este mundo, porque existe el ego, todas las va­loraciones pertenecen al ego. En el otro mundo, en la otra dimensión, las valoraciones pertenecen al no‑ego. De ahí, el énfasis de Buda en no‑ser, nadie. El dijo: "Ni siquiera creas 'Soy un alma', porque también eso puede convertirse en un ego sutil. No digas 'Aham Brahmasmi: Soy Brahma, soy el Ser Supremo'. Ni si­quiera digas eso, porque el Yo es muy astuto. Puede engañarte. Te ha engañado durante muchas, muchas vidas y puede seguir engañándote. Simplemente di: 'No soy' y permanece en ese no-ser, permanece en esa na­da, vacíate del ser".
Hay que deshacerse del ser. Una vez que se ha arrojado al ser, no falta nada. Empiezas a rebosar y comienzan a caer flores sobre ti.

Subhuti era uno de los discípulos de Buda.

Recuerda: "uno de ellos".

Pudo comprender la potencia del vacío.

Era sólo uno de tantos, por eso fue capaz de comprender la potencia del vacío. Nadie hablaba de él, nadie le conocía. Caminó con Buda, le siguió en mu­chos, muchos caminos en sus viajes. Nadie sabía que él también estaba allí; si hubiese muerto nadie se habría  dado cuenta. Si se hubiera escapado nadie lo habría sabido, porque nadie sabia que Subhuti estaba allí. Él supo, poco a poco, siendo nadie, de la potencia del va­cío.
¿Cuál es el significado de esto? Que cuanto más se convertía en una no‑entidad, más sentía que Buda se estaba acercando a él. Nadie más se daba cuenta, pero Buda era consciente. Todo el mundo se asombró cuando estas flores llovieron sobre él, pero no Buda. Cuando le contaron que algo le habla sucedido a Su­bhuti, Buda dijo: "Lo estaba esperando. Iba a suceder en cualquier momento. Se ha borrado tanto a sí mismo que iba a suceder cualquier día. No me sorprende en lo más mínimo". Pudo comprender la potencia del vacío ¡estando vacío! Tú no conoces el poder del vacío. No conoces el poder de estar totalmente ausente por den­tro. Tú sólo conoces la pobreza del ego.
Pero intenta comprender. ¿Te has sentido alguna vez realmente poderoso con el ego? Con el ego siempre te sientes impotente. Por eso dice el ego: "Engrandece un poco más tu imperio para que te puedas sentir poderoso; no, esta casa no basta, es necesaria una casa más grande; no, este balance bancario no basta, es ne­cesario un balance bancario mayor; no, esta fama, no basta, un poco más". El ego siempre pide más. ¿Por qué? Si es poderoso, ¿por qué seguir pidiendo más? El mero anhelo de más, muestra, que el ego se siente impotente. Tienes un millón de rupias y eres impotente. El ego dice: "No, un millón no es suficiente, ten diez millones de rupias". Y yo os digo: con diez millones de rupias serás diez veces más impotente, eso es todo. Y entonces el ego dirá: "No, esto no es suficiente” .
Nada es suficiente para el ego. Esto prueba tan sólo que eres impotente, que careces de poder. Cuanto más poder ganas, con menos poder te siente por con­traste. Cuanto más rico te haces, más pobre te sientes. Cuanto más sano, más temeroso de la muerte; cuanto más joven, más sientes que la vejez se acerca.
El opuesto está a la vuelta de la esquina, y si tie­nes un poco de inteligencia verás que el opuesto está alcanzándote, atenazándote el cuello. Cuanto más bello eres, más sientes tu fealdad interna.
Realmente el ego nunca es poderoso. Sólo sueña con el poder, piensa en el poder, reflexiona sobre el poder; pero son sólo sueños y nada más. Y los sueños están ahí sólo para ocultar la impotencia que hay den­tro de ti, pero no pueden ocultar la realidad. Hagas lo que hagas, desde aquí o desde allá, de nuevo la reali­dad llega y destroza todos los sueños.
El ego es la cosa más importante del mundo. Pero nadie se da cuenta de ello, porque el ego sigue pidien­do más, nunca te permite detenerte a mirar la situa­ción. Antes de que te des cuenta, te empuja más y más hacia adelante en algún sitio. La meta siempre está en algún sitio cerca del horizonte. Y está tan cerca que piensas: "Para el anochecer la alcanzaré".
El anochecer no llega nunca.
El horizonte permanece siempre a la misma dis­tancia. El horizonte es una ilusión. Todas las metas del ego son sólo ilusiones. Pero te dan esperanza, Y tú si­gues sintiendo: "Un día u otro me haré poderoso". Ahora mismo permaneces sin poder, impotente, infe­rior; pero en el futuro, en la esperanza, en el sueño, te haces poderoso. Debes ser consciente de que muchas veces, sentado en tu silla, empiezas a soñar despierto: te has convertido en el emperador de todo el mundo o en el Presidente de los Estados Unidos, e inmediatamente empiezas a disfrutarlo. Todo el mundo te mira, te has convertido en el punto focal de la atención de todo el mundo. Así ese sueño te estimula, te intoxica. Si sueñas así, caminarás de forma diferente. Esto es lo que le está sucediendo a lodo el mundo.
Tu potencial permanece en los sueños, tú perma­neces impotente.
La verdad es justo lo opuesto: cuando no la bus­cas, viene; cuando no la pides, te es dada; cuando no la anhelas, está ahí; cuando no vas al horizonte, de pronto te das cuenta de que siempre ha sido tuya, aunque nunca la viviste. Está ahí dentro, y tú la bus­cas fuera. Está ahí dentro de ti y tú vas fuera. La estás llevando. El poder más supremo, lo Divino mismo, está en ti. Y tú estás buscando aquí y allá como un mendi­go.
Pudo comprender la potencia del vacío. Estando vacío, comprenderás; no hay otra forma de comprender. Lo que quieras comprender, se eso, porque esa es la única forma de alcanzarlo. Intenta ser un hombre ordinario, nadie, sin nombre, sin identidad, sin nada que exigir, sin ningún poder que forzar sobre los de­más, sin ningún esfuerzo por dominar, sin ningún de­seo de poseer, tan sólo siendo una no‑entidad. Inténta­lo, ¡y mira lo poderoso que te vuelves! ¡Qué lleno de energía y qué rebosante! Tan poderoso que puedes compartir tu poder. Tan lleno de dicha que puedes dársela a muchos, a millones. Y cuanto más das, más te enriqueces. Cuanto más compartes, más creces. Te conviertes en una corriente.

Pudo comprender la potencia del vacío -el punto de vista de que nada existe excepto en su relación
de subjetividad y objetividad.

Ésta es una de las más profundas meditaciones que descubrió Buda. Él dice que todo existe en rela­ción: todo es relativo, no algo absoluto, sustancial. Por ejemplo: tú eres pobre, yo soy rico. ¿Es algo sustancial o sólo una relación? Puede que yo sea pobre en rela­ción a otra persona, y puede que tú seas rico en rela­ción a alguna otra persona. Incluso un mendigo puede ser rico en relación a otro mendigo; hay mendigos ri­cos y mendigos pobres. Un rico es pobre en compara­ción con otro más rico. Tú eres pobre ‑¿es tu pobreza existencial o sólo una relación? Es un fenómeno relati­vo. De no existir nadie con el que relacionarte, ¿qué serás? ¿Rico o pobre?
Piensa: de pronto toda la humanidad desaparece y te quedas sólo en la Tierra, ¿qué serás: rico o pobre? Simplemente serás tú, ni rico ni pobre, porque ¿cómo comparar? No hay un Rockefeller con quien compa­rarse. No hay mendigos con los que compararse. ¿Serás guapo o feo cuando estés solo?: Ninguno de los dos; simplemente serás tú. Sin nada con lo que compararte, ¿cómo vas a ser feo o guapo?
Y así con la belleza y la fealdad, la riqueza y la pobreza, y con todas las demás cosas.
¿Eres sabio o tonto? ¿Tonto o sabio?: ¡Ninguno de los dos! Así que Buda dice que todas estas cosas exis­ten en relación. No son existenciales.
Son sólo conceptos.
¡Y estamos tan preocupados con cosas que no son! Estás demasiado preocupado de si eres feo. Estás de­masiado preocupado de si eres guapo. Y te preocupas por algo que no existe.
Algo relativo no es. Es sólo una relación, como si hubieras dibujado algo en el cielo, una flor de aire. Incluso una burbuja en el agua es más sustancial que las relatividades. ¿Quién eres si estás solo? El ser al­guien llega en relación con alguien.
Eso significa: ser nadie es estar en la naturaleza; ser nadie es estar en la existencia.
Y estás solo, recuerda. La sociedad sólo existe fuera de ti. En lo profundo de tu interior estás solo. Cierra los ojos y mira si eres bello o feo: ambos con­ceptos desaparecen; dentro no hay belleza ni fealdad. Cierra los ojos y contempla quién eres. ¿Respetado, no respetado? ¿Moral, inmoral? ¿Joven, viejo? ¿Negro, blanco? ¿Amo o esclavo? ¿Quién eres? Cierra los ojos y en tu soledad caen todos los conceptos. No puedes ser nada. Entonces surge el vacío; todos los conceptos han sido anulados. Sólo permanece tu existencia.
Ésta es una de las meditaciones más profundas que descubrió Buda: SER NADIE. Y esto no hay que for­zarlo. No tienes que pensar que eres nadie, tienes que darte cuenta de ello; si no, tu "nadiedad" será demasia­do pesada. No tienes que pensar que eres nadie, sim­plemente tienes que darte cuenta de que todas las cosas que piensas que eres son relativas.
Y la Verdad absoluta no es relativa. La Verdad no es relativa. No depende de nada, simplemente está ahí. Así que descubre la Verdad dentro de ti y no te preo­cupes por las relaciones. Las relaciones difieren, las interpretaciones difieren. Y si las interpretaciones cambian, tú cambias.
Cuando algo está de moda, si lo usas, eres moder­no, apreciado. Si ha pasado de moda y lo usas, estás desfasado, no eres respetado. Hace cincuenta años algo estaba de moda y habrías sido moderno. Cincuenta años después puede ponerse de moda otra vez y enton­ces de nuevo serás moderno. Ahora mismo está pasado de moda. ¿Pero quién eres tú? ¿Modas cambiantes? ¿Conceptos cambiantes? ¿Relatividades?
Uno de mis amigos era comunista, pero muy rico, y nunca sintió la contradicción. Era un burgués bien alimentado que jamás trabajó con sus manos. Tenía muchos criados; pertenecía una antigua familia real. Hizo un viaje a Rusia en 1940. Cuando regresó, me dijo: "Dondequiera que fui, me empecé a sentir culpa­ble. Porque siempre que estreché las manos de alguien pude sentir inmediatamente que el otro sentía que mis manos no llevaban ninguna de las marcas de un traba­jador. No son proletarias, son burguesas, ¡suaves!, ¡fe­meninas! E inmediatamente la cara de la otra persona cambiaba y soltaba mi mano como si yo fuese intoca­ble". Me dijo: "En la India, siempre que estrecho las manos de alguien mis manos son apreciadas. Son be­llas, femeninas, artísticas. En cambio en Rusia me sen­tí tan culpable de mis manos que incluso empecé a pensar en cómo destruir su suavidad, para que nadie me mirase como a un explotador, un burgués, un rico".
Porque allí, el trabajo se ha convertido en un va­lor. Si eres proletario en Rusia eres alguien. Si eres ri­co, eres un pecador. Cualquier cosa es sólo un concepto relativo.
En la India hemos respetado a los bhikkus, swamis, sannyasins. Y también fue así en la China anterior a Mao. El hombre que renunciaba al mundo era el más respetado. Y la sociedad cuidaba de él; era la cima más alta de la humanidad. Cuando llegó el comunismo a China, miles de monasterios fueron completamente destruidos, y todos los monjes ‑respetables hombres del pasado‑ se convirtieron en pecadores porque no trabajaban. Desde entonces sólo puedes comer si traba­jas, y mendigar es una explotación prohibida por la ley; ahora nadie puede mendigar.
Si Buda hubiese nacido en la China de Mao habría tenido dificultades. No se le habría permitido mendi­gar, se habría pensado que era un explotador. Incluso si Marx hubiera nacido en China o Rusia, habría teni­do dificultades, porque en toda su vida lo único que hizo fue leer en el Museo Británico. No era un prole­tario, no era un trabajador. Y su amigo y colaborador, Fredrick Engels, era muy rico. En Rusia se les adora como dioses, pero si Fredrick Engels fuese ahora a vi­sitarla, tendría problemas. Nunca trabajó; vivió del trabajo de los demás. Y ayudó a Marx; sin su ayuda Marx no habría escrito Das Kapital o el Manifiesto Comunista. Pero ahora es diferente. Hoy en Rusia él tendría dificultades. La moda ha cambiado; los con­ceptos cambian.
Recuerda esto: lo que cambia es relativo y lo que permanece sin cambiar es absoluto; y tu ser es absolu­to, no es parte de la relatividad.

... el punto de vista de que nada existe excepto en
su relación de subjetividad y objetividad.

Si comprendes bien este punto de vista, si reflexionas y meditas sobre él, de pronto se hace la luz en tu interior y ves que todo está vacío.

Un día, cuando Subhuti estaba sentado bajo un ár‑
bol en un estado de sublime vacío...

Recuerda las palabras sublime vacío, porque a ve­ces tú también te sientes vacío pero ello no es sublime. A veces tú también te sientes vacío, pero no es un va­cío extático: es una depresión, un vacío negativo, no un vacío positivo. Debes recordar esta distinción.
Un vacío negativo significa que te sientes fracasa­do, sin comprender. Has intentado alcanzar algo en el mundo y no lo has alcanzado. Te sientes vacío porque no pudiste conseguir lo que deseabas: no pudiste con­seguir la mujer que querías y te sientes vacío; el hom­bre tras el que andabas escapó y te sientes vacía; el éxito con el que soñabas no llegó y te sientes vacío. Este vacío es negativo: es tristeza, depresión, un estado de mente deprimido. Si te sientes vacío de esa forma, recuerda, las flores no lloverán sobre ti. Tu vacío no es real, no es positivo. Aún estás tras las cosas, y por eso te sientes vacío. Aún estás tras el ego: querías ser alguien y no pudiste, Es un fracaso, no una comprensión. Así que recuerda: si renuncias al mundo por un fracaso, no hay verdadera renuncia, no es sannyas, no es verdadero. Si renuncias al mundo a través de la comprensión, eso es totalmente diferente. No renuncias como un esfuerzo triste y frustrante. No lo haces como un suicidio. Recuerda: si tu sannyas es un suicidio, entonces las flores no lloverán sobre ti; y entonces te alejas. Seguramente conocerás la fábula de Esopo.
Pasaba una zorra y había uvas, pero la viña estaba en lo alto de un árbol. La zorra las intentó atrapar una y otra vez, pero estaban fuera de su alcance, así que se fue diciendo: "No merecen la pena, todavía no están dulces y maduras. Son amargas". No pudo alcanzarlas, pero para el ego es difícil aceptar que "soy un fracaso". En vez de reconocer: "He fracasado, estaban fuera de mi alcance", el ego dirá: "No valían la pena".
Vuestros muchos sannyasins, los mal llamados san­tos, son iguales a la zorra de Esopo. Han renunciado al mundo no porque comprendieran su futilidad, sino porque eran unos fracasados y el mundo estaba más allá de su alcance, y así están llenos de rencor y quejas, si vas con ellos, encuentras que dicen: "La riqueza es su­ciedad, y, ¿qué es una mujer hermosa? ¡Nada excepto huesos y sangre!". Pero, ¿a quién están tratando de convencer?: tratan de convencerse a sí mismo de que las uvas son agrias y amargas.
¿Por qué hablar de mujeres cuando has dejado el mundo? ¿Y por qué hablar sobre la riqueza cuando no estás interesado en ella? Ello demuestra que todavía existe un profundo interés; aún no puedes aceptar el fracaso, y la comprensión no ha surgido.
Siempre que estás en contra de algo, recuerda, no ha surgido la comprensión: porque en la comprensión los pros y los contras desaparecen. En la comprensión no eres hostil al mundo. En la comprensión no conde­nas al mundo y a la gente. Si sigues condenando, tu condena evidencia que hay una herida en alguna parte y que te sientes celoso; porque sin celos no puede ha­ber condena. Condenas a la gente porque de alguna forma, en alguna parte, inconscientemente, sientes que están disfrutando y que tú te lo has perdido. Sigues diciendo que este mundo es sólo un sueño, pero si es realmente un sueño, ¿por qué insistir en que es un sueño? Nadie insiste sobre los sueños. Te despiertas por la mañana y sabes que tu sueño fue un sueño y se acabó. No vas diciendo a la gente que cualquier cosa que sean es un sueño.
Recuerda un truco de la mente: tratas de convencer de algo a la gente tan sólo para convencerte a ti mismo, porque cuando el otro se siente convencido, tú te sientes bien.
Si vas y le dices a la gente que el sexo es pecado y ellos quedan convencidos o no ‑pueden refutarte, te pones feliz. Te has convencido a ti mismo. Mirando los ojos de los demás estás tratando de cubrir tu propio fracaso.
El vacío negativo es inútil. Es simplemente la au­sencia de algo. El vacío positivo es la presencia de al­go, no la ausencia, por eso el vacío positivo se con­vierte en poder. El vacío negativo se convierte en un estado mental triste, deprimido: simplemente te de­rrumbas hacia adentro, eso es todo. Sintiéndote fraca­sado, sintiéndote descorazonado, sintiendo por todas partes el muro que no puedes cruzar, sintiéndote im­potente, tu reacción será censurar y condenar.
Pero eso no es crecimiento, eso es una regresión. Y en lo profundo no puedes florecer, porque sólo la comprensión florece, nunca la depresión, y si tú no puedes florecer, la Existencia no va a llover flores so­bre ti. La Existencia simplemente te responde. Cual­quier cosa que seas, la Existencia te da más de eso. Si dentro de tu ser florecen muchas flores, más flores lloverán sobre ti. Si tienes una profunda depresión, la Existencia también incidirá en tu depresión. Lo que eres llamará a la puerta. Lo que eres te será devuelto multiplicado.
Así que se cuidadoso y estate alerta. Y recuerda, un vacío sublime es un fenómeno positivo, No se es un fracasado: simplemente se mira y se comprende que los sueños no pueden cumplirse. Y entonces no hay triste­za en absoluto, sino la felicidad de haber llegado a esta comprensión de que los sueños no pueden cumplir­se. Uno nunca se siente deprimido, desesperanzado, simplemente se siente feliz y dichoso porque ha llegado a una comprensión: ahora no intentaré lo imposible; ahora no intentaré lo inútil. Y uno nunca dice que el objeto del deseo sea malo; cuando estás en el sublime vacío positivo dices que el deseo es erróneo, no el ob­jeto del deseo. Ésta es la diferencia.
En el vacío negativo ves el objeto del deseo como erróneo, así que tratarás de cambiarlo por otro objeto.
Si el objeto erróneo es la riqueza o el poder, lo dejarás y harás que el objeto sea Dios, la liberación, el cielo, etcétera.
Si el vacío es perfecto y sublime y positivo, no ves el objeto como erróneo, simplemente ves que ese deseo es fútil; los objetos están bien, pero el deseo es fútil. Entonces no cambias tu deseo de un objeto a otro objeto; simplemente abandonas el deseo mismo.
No deseando, floreces. Deseando, te vuelves más y más paralizado y muerto.

Un día, cuando Subhuti estaba sentado bajo un ár‑
bol en un estado de sublime vacío...

Vacío pero feliz, vacío pero lleno; vacío pero sin que falte nada, vacío pero rebosante; vacío pero en calma, en casa.
...empezaron a caer flores a su alrededor.

Se sorprendió, porque no era nadie. Él nunca lo esperó. Si lo esperas, nunca caen. Si no lo esperas, caen y entonces te sorprendes. ¿Por qué? Subhuti de­bió pensar que algo había ido mal. ¿Cayendo sobre Su­bhuti, un don nadie, y también cuando está vacío? ¿Ni siquiera pensando en Dios, ni siquiera pensando en la liberación, ni siquiera meditando, (porque cuando estás meditando no estás vacío, estás haciendo algo, estás lleno de tu esfuerzo), sin hacer nada? Subhuti debió ponerse alerta porque algo había ido mal: Los dioses se han vuelto locos. ¿Por qué estas flores, sin ser la estación? Debió mirar al árbol y debió mirarse a si mismo de nuevo: ¿Estás lloviendo flores sobre mí? No podía creerlo.
Recuerda, cuando te suceda lo Supremo, te sor­prenderás, porque nunca lo supusiste; ni siquiera lo es­perabas, no te hacías ilusiones. Y a los que están supo­niendo y esperando y anhelando y orando y deseando, nunca les sucede, ¡porque están tensos! Nunca están vacíos, nunca están relajados.
El universo viene a ti cuando estás relajado, por­que entonces eres vulnerable, abierto: todo puertas abiertas. Por cualquier parte, Dios es bienvenido. Pero no estás rezando, y no estás pidiéndole que venga, no estás haciendo nada. Cuando no estás haciendo nada, simplemente en un estado de vacío sublime, te con­viertes en el templo, y Él viene.

...en un estado de sublime vacío, empezaron a caer flores a su alrededor.

Él miró a su alrededor. ¿Qué está sucediendo? No podía creerlo. Nunca lo había supuesto. No podía creer que él fuese merecedor, o que fuera capaz, o que hu­biese crecido.

"Te alabamos por tu discurso sobre el vacío", le susurraron los dioses.

Tenían que susurrar. Debieron haber mirado a los ojos asombrados de este Subhuti, tan sorprendido. Di­jeron: "Te estamos alabando. No estés tan sorprendido y asombrado. ¡Tranquilo! Simplemente te alabamos por tu discurso sobre el vacío!

"Pero yo no he hablado del vacío", dijo Subhuti.

"¡Yo no he dicho nada!".

"No has hablado del vacío, no hemos oído el va­cío",
respondieron los dioses. "Esto es verdadero vacío".
Y cayeron flores sobre Subhuti como lluvia.

Intenta comprender. Dijeron: "Te alabamos por tu discurso sobre el vacío", y él no estaba hablando a na­die, no había nadie. No estaba hablándose a sí mismo porque estaba vacío, no dividido. No estaba hablando en absoluto. Simplemente estaba allí. Por su parte nada estaba siendo hecho, ninguna nube de pensamiento atravesaba su mente, ningún sentimiento surgía en su corazón: estaba simplemente como si no estuviera. Esta­ba simplemente vacío. Y los dioses dijeron: "Te alaba­mos por tu discurso sobre el vacío". De forma que él aún se sorprendió más y dijo: “¿Qué? Yo no he habla­do del vacío, ¡yo no he dicho nada!". Ellos dijeron: "Tú no has hablado y nosotros no hemos oído. Esto es ver­dadero vacío" ‑Porque no puedes hacer discursos so­bre el vacío, sólo puedes estar vacío; ese es el único discurso. De todo lo demás se puede hablar, todo lo demás se puede convertir en un sermón, un objeto de sermón, todo lo demás puede ser comentado, discutido; pero no el vacío. Porque el esfuerzo mismo de decir algo sobre él lo destruye. En el momento en que lo di­ces ya no está allí. Una sola palabra, y el vacío se ha perdido. Incluso una sola palabra puede llenarte, y el vacío desaparece. No, no se puede decir nada sobre él. Nadie ha di­cho nunca nada sobre él. Sólo puedes estar vacío, y ese es el discurso. Ser es el discurso. El vacío nunca puede conver­tirse en un objeto del pensamiento. El estado de no pensamiento es su naturaleza. Así que los dioses dije­ron: "Tú no has dicho nada y nosotros no hemos oído. ¡Esa es su belleza! Por eso te alabamos. Raramente sucede que alguien esté simplemente vacío. Esto es ver­dadero vacío". Y él ni siquiera se daba cuenta de que era vacío, porque si te das cuenta, algo extraño ha entrado en ello: estás dividido, en partes. Cuando uno es­tá realmente vacío no hay otra cosa que vacío. ni siquiera la consciencia del vacío. Ni siquiera el testigo está allí. Uno está perfectamente alerta, uno no está dormido ‑pero el testigo no está allí. Va más allá de ser testigo, porque siempre que eres testigo de algo hay una ligera tensión en tu interior, un sutil esfuerzo, y entonces el vacío es una cosa y tú eres otra. Tú eres testigo de ello; no estás vacío. Entonces de nuevo el vacío no es más que un pensamiento en la mente.
Algunos vienen a mí y dicen: "He experimentado un momento de vacío". Y yo les digo: "Si tú lo has ex­perimentado entonces olvídate de ello, porque ¿quién lo puede experimentar? El experimentador es suficien­te, una barrera suficiente. ¿Quién lo puede experimen­tar?". El vacío no puede ser experimentado, no es una experiencia, porque el experimentador no está allí; el experimentador y la experiencia se han hecho uno. Es un experimentando.
Permitidme acuñar esta palabra: es un experimentando. Es un proceso indiviso; y ambos polos han desaparecido, ambas orillas han desaparecido y sólo el río existe. No puedes decir: "Yo experimenté". porque tú no estabas allí, ¿cómo vas a experimentarlo? Y una vez que entras en ello no puedes convertirlo en una expe­riencia pasada, no puedes decir: "Yo experimenté", porque entonces se convierte en una memoria del pa­sado.
No, el vacío nunca puede convertirse en una me­moria, porque el vacío nunca puede dejar rastro. No puede dejar ninguna huella. ¿Cómo puede el vacío convertirse en una memoria del pasado? ¿Cómo puedes decir: "Yo experimenté?". Siempre está en el ahora, es un experimentando. No es ni pasado ni futuro, siempre es un proceso en marcha. Una vez que entras, has en­trado. Ni siquiera puedes decir: "Yo experimenté"; por eso Subhuti ni siquiera se daba cuenta de lo que estaba sucediendo. Él no estaba allí. No había ninguna distin­ción entre él y el universo. Ninguna distinción. Todos los límites se disolvieron. El universo comenzó a fun­dirse en él, él se fundió en el universo: fusión, disolu­ción, unidad. Y los dioses dijeron, "Esto es verdadero vacío". Y cayeron flores sobre Subhuti como lluvia.
Esta última línea hay que comprenderla muy cui­dadosamente, porque cuando alguien te dice que estás vacío, el ego puede regresar inmediatamente, porque te darás cuenta, y sentirás que se ha conseguido algo. De pronto los dioses te harán darte cuenta de que estás vacío.
Pero Subhuti es excepcional, extraordinariamente excepcional. A pesar de lo que los dioses gritaban a su alrededor, susurraban a su oído, y caían flores sobre él como lluvia, a él no le importó. Simplemente se man­tuvo silencioso. Ellos dijeron, "¡Has hablado, has dado un discurso!". Él escuchó sin regresar. Ellos dijeron "No has hablado, no hemos oído. ¡Esto es verdadero vacío!". No había ego diciendo: "Me ha sucedido la verdadera felicidad. Ahora me he iluminado"; y de esta forma hubiese errado en el Último punto. E inmediata­mente las flores habrían dejado de caer si él hubiese regresado. No, él debió cerrar los ojos y debió haber pensado: "Estos dioses están locos y estas flores son sueños; ¡no te preocupes!
El vacío era tan hermoso que ahora nada podía ser más hermoso que eso. Él, simplemente permaneció en su vacío sublime, por eso las flores cayeron sobre Subhuti como lluvia. Ahora no caían unas pocas aquí y otras pocas allá, ahora caían como lluvia.
Ésta es la única historia sobre Subhuti, no se vuelve a decir nada sobre él. No se le menciona de nuevo en ninguna parte. Pero yo os digo que las flores aún siguen cayendo. Subhuti ya no está bajo ningún árbol, porque cuando uno se vuelve real y totalmente vacío, uno se disuelve en el universo.
Pero el universo aún lo celebra. Siguen lloviendo flores.
Pero tú sólo serás capaz de conocerlas cuando lluevan para ti. Sólo cuando Dios llama a tu puerta sa­bes que Dios es, nunca antes.
Todos los argumentos son inútiles, ningún discurso da en la diana; a no ser que Dios llame a tu puerta. A no ser que te suceda a ti, nada puede convertirse en una convicción. Hablo de Subhuti porque esto me su­cedió a mí y no es una metáfora, es literal. Había leído acerca de Subhuti con anterioridad, pero pensé: "Es una metáfora, hermosa, poética". Nunca había tenido una ligera noción de que esto sucediese en realidad. Nunca pensé que esto fuera un fenómeno realista, algo real que sucede.
Pero ahora os digo que sucede. Me sucedió a mí, te puede suceder a ti; pero es necesario un vacío sublime. Y nunca te confundas. Nunca pienses que tu vacío negativo puede hacerse sublime alguna vez. Tu vacío negativo es como la oscuridad; el vacío sublime es co­mo la luz, es como un sol naciente. El vacío negativo es como la muerte. El vacío sublime es como la vida, la vida eterna; es dicha.
Permite que ese estado penetre más y más profun­do en ti. Ve y siéntate bajo los árboles. Simplemente siéntate, sin hacer nada. ¡Todo se detiene! Cuando tú te detienes, todo se detiene. El tiempo no se moverá, como si de pronto el mundo hubiera llegado a una ci­ma donde no hay movimiento. Pero no tengas la idea de que "ahora estoy vacío", si no lo perderás. E incluso si los dioses comienzan a llover flores sobre ti, no prestes mucha atención.
Y ahora que conoces la historia, ni siquiera pre­guntes por qué. Subhuti tuvo que preguntar, tú no lo necesitas. E incluso si susurran por si mismos: "Hemos oído el verdadero vacío y el discurso sobre él", no te importe. Y las flores caerán como lluvia sobre ti tam­bién.

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