Sin embargo, los druidas consideraban que la relación podía hacerse más íntima, si se tenía en cuenta que cada hombre o mujer lleva en su interior un árbol, por
medio del cual alimentaba el deseo de crecer de la mejor manera.
En realidad el árbol suponía el protector de todo lo material y espiritual de los seres humanos celtas.
El árbol articulaba toda la idea del cosmos al vivir en una continua regeneración.
Por otra parte, el árbol permitía establecer una comunicación con los tres niveles del cosmos: el subterráneo, por sus raíces que no dejaban de hurgar en las profundidades que recorrían en la continua necesidad de encontrar agua; la de la superficie de la tierra, por medio de su tronco y sus ramas; y las alturas, a través de la copa y las ramas superiores, siempre reunidos la totalidad de los elementos: el agua que fluía en su interior, la tierra que se integraba en su cuerpo por las raíces, el aire que alimentaba las hojas y el fuego que surgía de su fricción.
Además en el árbol contemplaban los druidas, el simbolismo de la verticalidad, de la vida en completa evolución, en una ascensión permanente hacia el cielo.
En realidad el árbol suponía el protector de todo lo material y espiritual de los seres humanos celtas.
El árbol articulaba toda la idea del cosmos al vivir en una continua regeneración.
Por otra parte, el árbol permitía establecer una comunicación con los tres niveles del cosmos: el subterráneo, por sus raíces que no dejaban de hurgar en las profundidades que recorrían en la continua necesidad de encontrar agua; la de la superficie de la tierra, por medio de su tronco y sus ramas; y las alturas, a través de la copa y las ramas superiores, siempre reunidos la totalidad de los elementos: el agua que fluía en su interior, la tierra que se integraba en su cuerpo por las raíces, el aire que alimentaba las hojas y el fuego que surgía de su fricción.
Además en el árbol contemplaban los druidas, el simbolismo de la verticalidad, de la vida en completa evolución, en una ascensión permanente hacia el cielo.
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