Aun la voz es un síntoma de tu vacío. Aun el viento. Aun la más simple palabra. No hay ninguna fuerza para seguir portando el propio nombre. ¿Y qué? Ninguna fuerza para esperar a que termine esta espera. Llega un día en que se sabe que se ha ido muy lejos dentro del espejo. Mi justificación —ante nadie— es mi enfermedad. Si a alguien le rompen un tendón o un ligamento no lo acusan de «desarmonía física», no lo acusan porque llora y se lamenta. A mí me sucedió algo y yo estoy enferma. Lo anoto porque no tengo a quién decírselo. Lo anoto pero nunca lo releeré. Si te echan como a una perra se te puede decir: Nadie te obligó a comportarte caninamente. Si te dijeron NO es porque tú pediste. Y la puerta se abre o se cierra según quiera la voluntad o el destino de la otra persona. Enamorarse a solas es enamorarse del silencio, un silencio con humos y espejos. El amor, si es algo, es dos que se miran. Tú has intentado crear su mirada en tu mágico laboratorio poético. No quejarse si estás quemada y dolorida. En vez de dos ojos salió una sonrisa de desprecio. La que esperabas, sin duda. Pero como era demasiado insoportable revelarte que buscabas la desdicha pura te entregaste falsamente a lo que no buscabas.
Alejandra Pizarnik,
Diarios
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