Un día pasas por una zapatería y zas!
ves un par de zapatos fabulosos,
tan bonitos, tan altos, tan diferentes...
Rápido pides tu talla pero no hay...
Así que te pruebas otro número,
uno más pequeño.
No es el tuyo pero quizá funcione.
Te miras al espejo y... wow!
son los zapatos más bonitos
que has tenido en tu vida.
Simplemente perfectos, te ves genial
Solo hay una cosa, te aprietan.
No mucho, sólo un poco, pero te aprietan...
Aún así, decides llevarlos, te gustan demasiado,
Al día siguiente ya te los pones
Tus pies terminan un poco cansados pero lo toleras.
Los días siguientes te aprietan un poco más
ya duelen tus dedos.
Pero te gustan tanto que sigues usándolos...
Te ves fabulosa.
Pasan los días y ya tienes ampollas,
ya ni puedes caminar...
pero te gustan demasiado
y no puedes dejar de usarlos.
Hasta que un buen día, hinchados y doloridos,
tus pies dicen, ya no más.
Ya no te valen, ya no te entren los zapatos.
Lo intentas, los aflojas, encoges el pie,
te los pones a medias, pero nada.
Te entristece, pero empiezas a comprender
que desde que los vistes,
esos zapatos nunca fueron de tu talla.
Lo sabías, quisiste creer que a lo mejor
con el tiempo cambiarían de talla,
se ajustarían a ti,
se amoldarían a tus pies...
Te engañaste, con la esperanza de que
con el tiempo desaparecería el dolor
Así que ahora solo tienes dos opciones:
Guardarlos por si algún día te quedan
aunque sabes que tus pies nunca encogerán
Guardarlos con la esperanza de que poniéndote
una tirita te lastimen solo un poquito,
O dejarlos ir.
Agradecerles lo mucho que te hicieron feliz
y tirarlos o regalarlos para que los luzca otra mujer.
Ya lo aceptaste, nunca te valdrán
El dolor te enseñó que debes siempre
utilizar tu talla, no otra.
Igual es el amor,
Es mejor que camines descalza
Porque si te aprieta o no te queda,
por más lindo que parezca,
no es para ti...
Fernando García
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