A veces pienso que toda la poesía ya se ha escrito. Entonces entras por la puerta, y tu pelo me saluda y me dice cosas, y tus manos juegan con la luz de la ventana que te acaricia la piel desnuda; y yo me pongo celoso y empiezo a besarte en palabras, a conjugar tus besos y tu voz con el aire. Y de repente, las letras me desbordan y te plasmo por un minuto en papel, por un ratito en mis manos, y por una vida en mi pecho. Y así te escribo, sabiendo que toda la poesía todavía no se ha escrito.
Cartas al tiempo
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