Y llegó el día en que el riesgo que corría por quedarse firme dentro del capullo era más doloroso que el riesgo que corría por florecer”.
Anaïs Nin
Este mensaje está dirigido a todos aquellos que tienen, por alguna razón, que separarse de algo o alguien, que despedirse, que distanciarse… sencillamente decir adiós.
Pensamos generalmente que lo más doloroso es el breve instante de la partida, de la separación, de prescindir, sin embargo, resulta mucho más complicado determinar de manera clara cuál es el momento indicado para irnos.
Dentro de una relación de pareja, en el lugar de trabajo, estudiando una carrera, con los hijos, incluso prescindir de un servicio, siempre llegamos a un momento en el cual sentimos que no estamos donde queremos, surge la idea de buscar algo más, nuestros pensamientos se desvían hacia un nuevo sitio o una nueva persona, o sencillamente hacia la necesidad de cambiar o sustituir.
Este hecho es común, y no es algo anormal o causa de conflicto, parte de la necesidad perenne del ser humano de renovarse constantemente, de ser libre, innovador, de vivir emociones que le recuerden su valor en la vida. Este sentimiento, encaminado de la manera correcta, puede generar resultados hermosos, podemos renovar una relación, podemos innovar en nuestro lugar de trabajo, podemos dinamizar nuestras carreras, nuestro hogar, incluso podemos aportar grandes emociones a la vida de nuestros hijos; pero ¿qué pasa cuando realmente debemos distinguir entre la necesidad de restaurar lo que ya se tiene o es hora de irnos?
“Nada le sucede al hombre que su naturaleza no esté preparada para superar”.
Aurelio, Marco
Regresamos a la grandiosa facultad de observarnos, a la maravillosa capacidad de conocernos a nosotros mismos y tener la entereza de reconocer cuando estamos siendo heridos, maltratados, pero no en nuestro ego, no materialmente, éste dolor es fácil de reconocer pues se traduce en sufrimiento, es más bien reconocer la pena moral en nuestro interior, el deseo de ya no vivir esa situación nunca más.
El ser humano tiene la hermosa y primera facultad de la razón, aprendemos y comprendemos las situaciones de manera rápida, por ejemplo cuando somos víctimas de un asalto nos sentimos vulnerados, lastimados, manifestamos temor, ira, frustración y ese sentimiento siempre va a ser el mismo ante la misma situación, ya sabremos para siempre el rechazo que sentimos por haber sido asaltados; por lo general no perdonamos al ladrón (de manera directa), no lo buscamos para conversar con él sobre lo sucedido, no nos convertimos en fácil presa para los otros amigos de lo ajeno, al contrario, nos hacemos más conscientes del peligro y tomamos precauciones.
¿Entonces por qué en situaciones menos invasivas, por el hecho de que ocurren con personas más cercanas, somos incapaces de tomar precauciones? ¿Por qué somos presa una y otra vez de la misma situación? ¿Por qué damos constantes oportunidades? ¿Por qué no aprendemos y comprendemos lo sucedido con la suficiente capacidad de poner límites e incluso de poner fin a esa situación?
El amor… la capacidad infinita de amar que nos lleva a hacernos responsables, a considerarnos capaces de generar transformaciones trascendentales en los demás, a perdonar, a dar innumerables oportunidades… hermosa verdad, pero también esta maravillosa capacidad de amar puede hacernos caer en un círculo que bloquea la consciencia, olvidamos nuestra esencia verdadera y convertimos el amor puro en sufrimiento, no sólo nuestro propio sufrimiento, sino que además sentimos la responsabilidad de padecer el sufrimiento de los demás y nos hacemos víctimas por decisión propia.
Debemos recordar que todas nuestras experiencias son humanas ante todo, son situaciones que no nos ocurren a nosotros únicamente, a ti o a mí. Son situaciones del mundo, pueden ser relaciones de pareja, lo vivimos con los hijos, afines o antagónicos, con los padres, con los amigos, con los jefes o con cualquier otra situación que forma parte de nuestra vida.
Al ser humanas nuestras experiencias, es menester observar el momento en que ya no deseamos ser parte de ellas, es voluntad tener la entereza de tomar la decisión de dejarla ir y es por amor que debemos tener la fortaleza de partir en el momento indicado.
¿Cómo lo sabrás? ¿Cuál es el momento indicado para no dar una nueva oportunidad, para no ser víctima nuevamente, para no sentirte contraria a tus deseos?… probablemente sea ahora. Probablemente ya sabes internamente que has reconocido este sentimiento en alguna situación de tu vida, pues déjala, solo da vuelta y vete, de allí, de ese pensamiento, de ese, ya conoces la verdad, ya reconoces tu sentir, porque te conoces a ti mismo, solo queda asumir, sin temor, sin dudas.
Cuando respiras y entras en calma, permites que tu espíritu, tu luz interna se manifieste, y esta luz que es amor, siempre te dará el camino correcto, es tan imperceptible que dura instantes, debes reconocerlo, debes intentar captarlo, porque en esa milésima de segundo que te sabes valioso, que te sabes amor, que te sabes infinito, no hay dolor, no hay sufrimiento, no hay angustia ni cabida a la duda. Es la plenitud, de tu vida, de tu ser, de tu verdadera naturaleza, es allí a donde debes ir y en donde debes permanecer.
http://rincondeltibet.com/blog/p-cuando-es-momento-de-partir-5297
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