“Only love can sustain” fue el único disco en inglés de Luis Alberto Spinetta, el único en el que sólo actuó como cantante, el que vendió menos en toda su carrera: el público lo odió y él también lo despreció, pero en este texto, el periodista cultural Roly Villani lo reinvindica.
Se llama “Sólo el amor puede sostener” o bien “Only love can sustain”; es el único disco en inglés de Luis Alberto Spinetta. Un disco que él mismo despreció. El único en el que actuó sólo como cantante. El disco que menos vendió de toda su carrera. El que no emboca un tema en las docenas de tributos con que se lo homenajea. El que muy pocos conocen. El que nadie reivindica. Yo creo que es un discazo.
Eran esos años en que la dictadura creía que iba a quedarse por siempre. Los de Videla, entre el 76 y el 80. El rock argentino ya tenía varias generaciones de ídolos, algunos de los cuales se habían exiliado. Los que quedaron actuaban donde podían. Charly García había disuelto La Máquina de hacer pájaros (y antes Sui Generis) y se embarcaba en un viaje a Brasil que desembocaría en Serú Giran. Y Luis Alberto disolvía Invisible (y antes Pescado Rabioso y mucho antes Almendra) y entraba en pleno romance con el jazz.
“Only love can sustain” fue la culminación de un proceso que desembocó en Spinetta Jade. Ese proceso se llamó Banda Spinetta, un colectivo inestable de músicos que subían y bajaban, que podía ser un trío sin batería o un sexteto con vientos. El disco en inglés –con instrumentistas y arregladores de sesión– es el disco que nunca grabó la demencial Banda Spinetta.
Y es la bisagra para explicar Jade, la banda con la que arrancaría poco después de salido este disco. Pese a que suena mucho más spinetteano, Alma de Diamante, el primer trabajo de ese proyecto de Luis, tiene muchas continuidades con “Only Love can Sustain”.
Pero ése es el final, el principio está en 1976, cuando Spinetta conoce al tecladista Diego Rapoport y se entusiasma con su conocimiento musical y su ductilidad jazzera. Esa amistad duraría, literalmente, toda la vida de los dos. En el último recital del Flaco, el de las Bandas Eternas, Diego fue el responsable de los teclados alados de “Ella también”.
Algo de Jazz
El primer disco de Spinetta tras la disolución de invisible fue “A 18`del Sol”, editado en 1977, Lo acompañaban Machi Rufino en bajo, Rapoport en teclados y Osvaldo López en batería. Tenía largos pasajes de improvisación en un jazz limpio, moderno y brillante. Hay todavía algunos que se ofendieron tanto con ese sacudón jazzero que no volvieron a escucharlo. A Spinetta. Después de Pescado o Invisible se volvió blandito, dicen. O intelectual. O sofisticado. ¿Es o no es menester que sea rock? Las internas del spinettismo son, también, sorprendentes: Pese a que ese disco legó para la playlist spinetteana dos clásicos como “Toda la vida tiene música hoy” y “Canción para los días de la vida”, fue recibido con desaprobación por parte de la prensa y de su público. En octubre del año pasado, Machi organizó junto a otros músicos del entorno de Spinetta un homenaje desagravio a este trabajo.
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Cuenta la leyenda que la primera vez que Spinetta cantó en público era un niño de primaria. Fue en un carnaval en Tucumán y. también se cuenta que ya había, para esa época, gente que le pedía temas viejos. “Tocá el Arrorró, flaco”, le decían. En ese primer recital posterior a Invisible, una noche de junio de 1977, le pedían Muchacha, Nena Boba y la Cantata. Lo acompañaban Machi –bajista de Invisible y Pappo´s Blues y amigo eterno de Luis– y Rapoport, sin batería. Tocá Blues de Cris, Flaco, le pedían. Y que no se muriera nunca. No hizo caso: arrancó con On green dolphin street, un estándar de jazz cuya versión más conocida es la de Miles Davis, pero interpretada también por Bill Evans, John Coltrane y Chet Baker. Pero antes expuso la cuestión en forma de programa artístico:
“Es mi deseo y el de todos los que vinimos a tocar que este concierto pueda, de alguna manera, abrir una nueva pauta de la música que se está escuchando en Buenos Aires. En un viejo enemigo mío llamado jazz con el tiempo encontré –a través de enamorarme de las cosas que me pasaron–, encontré un gran aliado. De alguna manera yo quiero rendir un homenaje a los músicos de jazz”.
Después de grabar a 18’’ del sol, la Banda Spinetta empezó a crecer y la propuesta sonora y poética se complejizó. Era la época en que Luis leía mucho a Carlos Castaneda y las enseñanzas de Don Juan. Entre la premisa de la improvisación jazzera y el cuelgue espiritual, los temas de esa etapa duraban eternidades. Por ese experimento sonoro pasaron además de Rapoport, Machi y López, Marcelo Vidal primero y Rinaldo Rafanell después en bajo, Luis Cerávolo en batería, Bernardo Baraj en saxo, Gustavo Moretto en trompeta, Leo Sujatovich y Eduardo Zvetelman en teclados y Gustavo Bazterrica en guitarra.
En esta caravana jazzera estaba el flaco cuando su amigo Guillermo Vilas le consiguió un contrato para grabar en Estados Unidos y lanzarse en el mercado mundial. No era el primer acercamiento entre el tenista y el músico: Vilas es padrino de Dante y auspició la impresión del libro Guitarra Negra. Además, la Banda Spinetta venía tocando “Tu destino es el de morir de amor”, un poema del gran Willy musicalizado por Luis Alberto.
Algo hermoso
–A estos rockeros hay que matarlos a todos –dijo el hombre desgarbado, antes de bajar en la estación Ángel Gallardo de la línea B, provocando al pibito que llevaba el amplificador y la guitarra en la mano.
.-¿Qué pasa, amigo? ¿Tuviste problemas con algún músico?–canchereó, pacífico, el pibito.
-No, querido. Yo soy Gustavo Bazterrica.
Me costó encontrar debajo de la barba candado blanca el bigotazo y la barba de D’ Artagnan que ostentaba el vasco en los momentos de gloria de Los Abuelos de la Nada.
Si creyera en algo o en alguien le habría asignado un sentido celestial al encuentro, pero como soy agnóstico o ateo, le dije que lo andaba buscando porque quería escribir una nota sobre el disco maldito de Spinetta.
–Sólo el amor puede sostener– dije.
–Yo toqué ahí–dijo e hizo un ademán de “qué me importa” con los hombros. –Fuiste el único músico argentino –dije. –Metiste un solo tremendo.
–Mi mejor solo.
Vilas lo puso en contacto con el sello Columbia, los tipos se interesaron y, en un principio, Spinetta también. Grabó unos demos en los estudios de Lito Vitale, en Villa Celina, con el anfitrión en los teclados y Bazterrica en la guitarra. Vitale se acuerda bien de esa época: “Luis Alberto estaba entusiasmado con el productor Butler, venía de trabajar con músicos de jazz realmente importantes y él entendía que podía salir algo bueno”. George Butler, responsable del proyecto por parte de Columbia, había “descubierto”, entre otros, a Wynton Marsalis, Luis quiso que viajaran los dos, pero los gringos prefirieron que fuera sólo Bazterrica.
–Pero ahí mismo lo grababan a Larry Carlton, ¿entendés?–Gustavo Bazterrica trata de explicarme por qué se ponía nervioso en la sala de grabación de Los Ángeles.
Estamos parados a la salida del subte, en Corrientes y Ángel Gallardo. Y cuenta, a los gritos, que no le salía lo que ellos pedían.
–Y además me habían dado una Ovation con la caja redonda, de fibra, que se me resbalaba, me hinchaba las pelotas. Yo me daba cuenta de que no me salía lo que ellos querían y hacíamos una y otra toma y no había caso. Hasta que se acercó un petiso de ahí que la tenía re clara y me dijo que me diera vuelta, que a esos boludos de la pecera ni los mirara. Y me dijo ¿viste ese fraseo que hacías así en el demo? Bueno metele mucho de eso, que es lo que quieren. Y tomá, fumá esto, me dice. Y yo le digo, no, no me des que Luis no quiere que fumemos cuando grabamos. Tomá, me dijo el petiso. Y me dio un veneno. Y ahí la emboqué en la primera, les encantó. Y a mí también.
El bellísimo solo del vasco está en Something beatiful, uno de los tres temas del disco que tiene letra y música de Luis. Son once canciones grabadas entre New York y Los Ángeles con sesionistas entre los que estaban el ex Weather Report Alex Acuña, Abraham Laboriel (bajista de Quincy Jones o Stevie Wonder, entre otros miles de monstruos) y el arreglador Torrie Zito, que había trabajado con Zappa y Lennon.
Presagio de amor, casi un bolero jazzeado, es un cover de un tema de Gino Vanelli, Otra canción es Children of the Bells, con letra de Vilas y música de Spinetta. Probablemente le pique, al lector perspicaz, el morbo de encontrar alguna bizarreada. Pero esta letra no tiene nada que ver con “Tu eres para mí lo que siempre soñé”, el tema dance de Vilas que se popularizó en los 90. Éste es un poema simple, traducido al inglés, musicalizado por el Flaco y arreglado por un profesional. Suena pasteurizado en el resto del disco. Y suena bien.
Los otros tres temas fueron colaboraciones de Spinetta con compositores de sesión que trabajaban para el sello musical
Hay, además, tres curiosos Interludios que duraban menos de un minuto, Spinetta cantó en ellos un tarareo sencillo acompañado por teclados vaporosos, que suenan muy parecidos a Umbral, de Los niños que escriben en el cielo o a Alma de Diamante, del disco homónimo –los dos primeros trabajos de Jade. Para más coincidencias, los interludios estos se llaman Jade I, II y III. Pero no eran interludios: eran un tema que a alguien se le ocurrió fraccionar. “A Luis Alberto no le gustó nada como quedó eso”, asegura ahora Vitale. Ante la propuesta telefónica, no duda en hablar. Treinta y siete años después habla con minuciosidad, precisando detalles ínfimos, incluso mejor de lo que lo podría hacer cualquier fan.
“Jade era un tema entero, él quería meter un tema instrumental, pero lo partieron en tres, vaya a saber para qué. Quizás para reivindicar la memoria de esa canción destripada, Vitale incluyó una adorable versión completa de Jade –la única disponible– en Raíz Spinetta, una recopilación de canciones del Flaco con alma folclórica.
Traducir y recrear
El tema que le da nombre al disco es una canción que Luis compuso en inglés y tradujo después al castellano para cantarla en vivo en Buenos Aires. Una de las veces que la cantó fue en la única presentación de Jade en Obras con Lito Vitale en teclados. “Es una canción muy, muy lenta con una letra y una polenta increíbles”, dice ahora el pianista.
“Iniciado del alba” es un libro compuesto por seis ensayos y un epílogo sobre la obra de Spinetta compilados por Sandra Gasparini. Se trata de un recomendable trabajo que parece tener el propósito de sistematizar esas conversaciones de los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA cada vez que la obra del Flaco servía para ejemplificar algo. Gasparini hace una escucha atenta de las versiones en inglés y en castellano del tema que da nombre al disco.
“En Sólo el amor puede sostener es posible apreciar claramente el minucioso trabajo con la materialidad del lenguaje poético que había abundado en la letrística de Invisible y que tiene un primer plano en Guitarra negra (1978), su libro de poemas –afirma Gasparini–. En la versión en castellano no se traduce, se recrea libremente: se regresa al juego de fulgores y sombras, verdores y desiertos y al amor como reparador de todo desasosiego. En “Only love can sustain”, en cambio, el sistema poético se había despojado de toda metáfora surrealista y todo cromatismo: “I see the valley/And love is just ahead”. Un sistema retórico tan singular como el de Spinetta había tenido que encajar, ajustado, en otra lógica, más cercana a la del pop jazzero y refinado de Gino Vanelli, a la de otro mercado”.
Un disco con Spinetta
El público argentino odió este disco. Tenía, además, una portada espantosa: una ilustración de dos cabezas femeninas ultramaquilladas con unas bandas blancas que les atravesaban los rostros y que se confundían sobre el fondo blanco de la portada. Una gráfica de poster Pagsa que daba calambres en el alma a cualquier spinetteano de ley. Carajo mierda.
Luis tampoco quedó para nada conforme con el resultado. Pero su enojo se fue diluyendo con el tiempo. En 1980, apenas editado, Roberto Pettinato lo entrevistó para la revista Expreso Imaginario y le preguntó sobre cierto avance “de lo acústico sobre lo eléctrico”. Spinetta respondió: “Existe un equilibrio, yo ahora estoy interesado en lo eléctrico, tal vez porque el LP que hice en Estados Unidos es muy acústico, plagado de vocecitas, de orquesta y más orquesta. Veo lo electrónico en este momento como el retorno a mi ruta normal”.
Diez años después, en el libro Spinetta: Crónica e iluminaciones, del periodista Eduardo Berti, se muestra un poco menos crítico: “Estaba muy rayado con el resultado final, pero bueno, si existe Spinettalandia y sus amigos, el disco del caos, como contrapartida existe el otro “disco negro”, el norteamericano, que es hiperorganizado. Son dos extremos”.
Y diecisiete años después, en 1997, Luis ya no estaba tan enojado con el disco. En el programa Bla Bla Bla de MTV, dijo: “No estoy arrepentido ni nada, es un disco que volvería a hacer porque era un gran desafío hacerlo y lo hice. Es un disco demasiado gótico, por decir algo –se ríe–, es muy meloso y no tiene la fuerza que caracteriza mis trabajos, oficié prácticamente de cantante y compositor y me aburrí como loco y me quise ir corriendo y eso es lo que hice”.
El discazo Only Love can Sustain no es un disco de Spinetta, sino un disco con Spinetta. Eso es todo. Es un gran disco de soul jazz con algo de funk, con muy buenas canciones muy bien arregladas en las que se puede apreciar, de paso, la querida y reconocible voz del flaco asomando atrás de unas letras que también tenían sonido ajeno. “No suena a Spinetta, pero es un buen disco, yo lo tengo –reconoce Vitale– No te digo que lo escucho todas las semanas, pero lo escucho”.
Escuchar ese disco permite comparar el sonido spinetteano con el sonido FM de la industria musical. Como productor, el Flaco también era personalísimo. Y esa certeza surge por contraste, pero para entenderla hay que escuchar con atención su único disco como intérprete.
El descontento de Luis y el escasísimo interés que logró el disco en Estados Unidos determinó que se rescindiera el contrato de común acuerdo. Pero el viaje a Estados Unidos sirvió para que se encontrara con Edelmiro Molinari –que estaba viviendo allá– y terminara de arreglar el regreso de Almendra.
Había algo simbólico en este retorno de la primera banda de Luis, que realizó una serie de shows mitológicos y editó otro disco, también silenciado: El valle interior, pero eso es otro cantar.
Más tarde vendría el inglés de Los Pericos y el de Luca Prodan. Con ellos se actualizaría un (pequeño) debate que había surgido en el 80 con Only Love can Sustain y que se puede sintetizar en un aforismo: Tanta pelea por imponer el rock cantado en nuestro idioma y vos vas y cantás en inglés. Aunque, nobleza obliga hay que aclarar: Gardel también lo hizo.
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