En el sureste asiático existía una rama del budismo que creía que cuando una persona que había alcanzado los máximos niveles de espiritualidad fallecía, su alma se albergaba en el cuerpo de un gato y permanecía de esta forma hasta que el animal moría. Sólo despues de esto, el alma de la persona podía ocupar un lugar eterno en el paraíso.
Esta creencia se obtuvo a través de los rollos manuscritos en Tailandia conocidos como “Libro de los poemas del gato”.
Por aquella época, las familias tailandesas, durante el ritual de enterramiento de una persona, se introducía un gato vivo en las tumbas, dejando un pequeño espacio para que pudiera salir por allí. Cuando el gato lograba salir, se consideraba que el alma del difunto ya había pasado a habitar el cuerpo del gato.
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