Se cree que el Obispo Aubert de Avranches fundó en el año 708 un santuario, sobre el Mont Tombe, que fue consagrado en 709. Fue tras las sucesivas apariciones del arcángel Saint-Michel, que pronto comenzó a atraer a peregrinos y curiosos de los más diversos lugares del mundo.
Un rápido cálculo nos hace notar que los años 2008 y 2009 son muy especiales para la Abadía del Mont Saint-Michel. Efectivamente, en este período cumple su XIII° centenario, y por tanto se desarrolla –desde el pasado mayo y hasta fines del 2009– un sinfín de actividades relacionadas con la celebración de semejante acontecimiento.
De octubre a diciembre, la protagonista es la exposición fotográfica “Miradas sobre el Monte Saint-Michel”, que tiene lugar en el Scriptorial de Avranches. Allí se exhibirán estupendos trabajos que construyen desde distintas perspectivas las vistas más encantadoras de la abadía, tanto desde su exterior como en sus interiores, focalizando en sus detalles o ampliando la visión al maravilloso entorno que la rodea.
Hasta finales de este año, tendrán lugar también las exposiciones “El peregrino a través de los años” y “El mito del bosque de Scissy y la leyenda de Aubert”. La primera de ellas está emplazada en la Maison de la Baie de Vains, mientras que la segunda se desarrolla en Courtils, una población de la Baja Normandía.
De junio a octubre de 2009, la exposición Monte en todos sus estados se encontrará en los Archivos Departamentales de la Mancha, en Saint-Lo, y también en la misma Abadía. Se presentarán cartas del siglo XI, representaciones del Monte, objetos insólitos relacionados con su historia, entre otros.
Finalmente, en septiembre de 2009, un encantador concierto del violonchelista catalán Jordi Savall será dado en Avranches, pueblo natal del obispo que fundó la abadía. Se tratará del Libro Bermejo de Monserrat.
Foto Vía: ArquitecturaS
No hay lugar más legendario, ni que pueda despertar más nuestra imaginación que Mont Saint Michel. ¡Son tantas las leyendas que han surgido a lo largo de su Historia! Ni lugar que asombre tanto al observarlo como cuando el mar avanza amenazante hasta sus mismas costas en pocos minutos.
Mont Saint Michel es ese lugar mítico, ese lugar soñado por quienes buscamos algo más que sol, o compras. La Abadía encierra entre sus muros una fuerza interior que arrastra a los peregrinos hasta sus mismas puertas, para venerarla, para quererla. Tiene su imagen tal fuerza irresistible que se hace imposible el no sentir la necesidad de visitarla. Y nos deja atrapados en su silueta elegante y desafiante mientras el susurro del mar nos llama a su encuentro…
Llegar en coche a Mont Saint Michel es algo que te deja huellas imborrables. Normandía. Un nombre bello. La Edad Media, los normandos, y la Segunda Guerra Mundial, las playas de Omaha, Utah o Sword. Historias que se entrelazan en un punto común. Mar y azul, por un lado; espesos bosques y verdes por otro. Colores de la Naturaleza dibujando arte ante nuestros ojos. Y a su encuentro, salpicando la costa normanda, bellísimos pueblos azotados por un mar bravío.
La Historia de Mont Saint Michel
Es curioso el observar las imagenes del ayer y hoy de la Abadía. Tan sólo el puente que la une a tierra ha variado en más de 100 años. Levantada sobre el Monte Tumba, como se le llamaba en el siglo IV, la construcción de esta Abadía fue producto de una leyenda, la de la aparición del Arcángel San Miguel. Era el año 708, pero sólo un año después, unas terribles inundaciones dejaron aislados el Mont Saint Michel, cuando una subida inesperada del nivel del mar se introdujo tierra adentro. La ciudad quedó como una ciudadela, como una fortaleza inexpugnable, y aquellos extraños fenómenos ahroa se repiten en forma de marea dos veces al día. Verlos es uno de los mayores espectáculos que pueda ver ojo humano.
Es tal la velocidad con que la marea sube y baja, que según cuentas los del lugar, el agua atraparía a un caballo al galope. Por eso, siempre, las campanas del Monte avisan cuando la marea va a subir.
La Abadía
Está dividida en varias partes. La propia Iglesia es la que se levanta majestuosa en lo más alto del Monte. Al oeste se encuentra la abadía románica, y al otro lado, la Mervell, donde está el claustro donde los benedictinos oraban hace ya 7 siglos. Los senderos que a ella suben son caminos serpenteantes que llegan hasta la misma escalera de acceso. Observar la multitud de gente que suben aquella empinada cuesta, bien por devoción o bien por turismo es impresionante, y como no podía ser de otro modo, se convierte a veces, en un homenaje al turista, donde encontraremos puestos y lugares donde comprar recuerdos.
La ciudadela
Si la Abadía se levanta majestuosa en lo alto del Monte, a sus pies, bordeándola se encuentra la pequeña ciudad medieval, cuyo único acceso es el puente que la conecta a Tierra firme. El pequeño pueblo vive del turismo, y por eso lo mejor que podemos hacer es simplemente pasear por sus callejar; observar sus puestos ambulantes, empaparnos del sabor tradicional, y, cómo no, acercarnos hasta su famoso mirador para, en las horas señaladas, ver, una vez más aparecer y desaparecer el mar.
Mount Saint Michel
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