El hombre no debería poder ver su propio rostro, no hay nada más siniestro. La naturaleza le dio el don de no poder verlo y de no poder mirar fijamente a sus propios ojos.
Sólo en el agua de ríos y estanques podría mirar su rostro. Y la misma postura que tuvo que asumir fue simbólica. Tuvo que inclinarse, agacharse, para cometer la ignominia de contemplarse a sí mismo.
El inventor del espejo envenenó el corazón humano...
Fernando Pessoa
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