En pocos días, el Museo Nacional de Bellas Artes albergará una retrospectiva de Xul Solar que promete reunir una importante cantidad de obras del inclasificable pintor admirado por Jorge Luis Borges. Fruto de la casualidad o no, Sudamericana tomó la acertada decisión de reeditar la biografía que Álvaro Abós escribió guiado por su amor por "el mundo de la cultura porteña durante los años veinte, treinta y cuarenta".
Xul Solar. Pintor del misterio, que llegó en los últimos días a las librerías, propone embarcarse durante 308 páginas en la vida de uno de los más grandes artistas que dio la cultura argentina en el siglo XX. Como ocurre con los mejores exponentes del género, la biografía se disfruta como una novela que no puede dejar de leerse: Abós se introduce en la infancia de Xul Solar en San Fernando; lo acompaña a su recorrida europea que dura doce años (la primera parte de la obra lleva como título "Los dos nacimientos de Xul Solar"); narra con pasión su regreso a Buenos Aires, su amistad con escritores, músicos y artistas, así como sus intereses en las ciencias ocultas y la astrología.
Álvaro Abós estuvo en el estudio de Infobae y se entregó a una larga charla sobre el artista que vivió en la Penitenciaría de Buenos Aires, al que no le era ajena ninguna disciplina del arte, que creó un lenguaje propio, el neocriollo y al que Borges, Leopoldo Marechal y Macedonio Fernández convirtieron en personaje de sus libros.
—Usted dice en su libro que a Xul Solar le gustaba definirse como astrólogo por encima de cualquier otra etiqueta. ¿Por qué?
—Lo que caracteriza a Xul es su multiplicidad. Algunos dicen que parecía un hombre renacentista porque era pintor, diseñador, dibujante, astrólogo, estudioso, músico, arquitecto. La astrología sería el estudio del cielo, de lo que está por encima, lo que está más allá, el esoterismo, lo que está del otro lado de las cosas. Así se definía él, es complicado definirlo. Xul Solar fue como un cometa: pasó por la cultura argentina, no tuvo antecedentes y no tuvo discípulos.
La sombra del caminante (1917)
—Imposible definirlo en una palabra.
—Es un pintor que ha trascendido y que está colocado en el Olimpo de los pintores argentinos del siglo XX con [Emilio] Pettoruti, [Raúl] Soldi, [Lino] Spilimbergo o [Antonio] Berni. Más allá de eso, es un personaje, es un ser humano que actuó en el escenario de la cultura argentina, sobre todo en el de la Ciudad de Buenos Aires, en un período maravilloso que fueron los años veinte y treinta, donde se juntaban muchas personalidades y la ciudad adquiría su gran perfil, es decir, Buenos Aires se convirtió en una ciudad con su propio mito.
—¿El escenario de la construcción de ese mito que estaba naciendo eran los bares?
—Sí, claro, los bares y cafés eran escenarios porque era una ciudad más pequeña donde había una interacción y estaba la reunión. Por ejemplo, en el año 24 se publica una revista de cultura que se llamaba Martín Fierro, que fue un acontecimiento. Ha llegado a vender 50 mil ejemplares en una ciudad que apenas llegaba a un millón de habitantes. Aún hoy que la urbe es tres veces más grande sería inmenso. Había muchos núcleos, la Richmond, el Tortoni o la confitería La Perla del Once.
—Al pasar dijo que Xul Solar era un personaje y la elección de esa palabra no me parece casual, porque fue personaje de páginas memorables de la literatura argentina.
—Alejandro Schulz tenía mucha amistad y lo apreciaban muchísimo los escritores de su época, en particular tres, de manera que lo incluyeron en sus libros: Borges, su gran amigo y admirador incondicional, que permanentemente lo citaba en sus libros y la gente decía "¿qué es Xul, es un invento?". Después, Marechal, que fue su amigo de juventud; lo incluyó como personaje en su gran novela Adán Buenosayres, una de las grandes novelas del siglo XX en Argentina, que son las correrías durante dos días de un grupo de muchachos en la Ciudad. Ahí hay un personaje que es el astrólogo Shulze, con la característica de que los demás personajes, por ejemplo Scalabrini Ortiz o incluso el propio Borges, son parodias porque Adán Buenosayres es satírica; en cambio el astrólogo es un retrato de ese hombre, amante del cielo y de los enigmas.
—Y el tercero es Macedonio…
—Es el tercer gran escritor que lo incluye y dialoga con él. Se da la siguiente paradoja: Xul Solar como pintor no fue apreciado por su época y por su medio, la Academia Argentina del Arte nunca lo incluyó en las historias que iban saliendo. Sin embargo, la crítica no, pero estos escritores lo tenían, incluso el propio Borges, como un genio.
—Borges casi que lo tiene como coautor de uno de sus mejores cuentos, "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius".
—Claro, la relación entre Borges y Xul empieza en el año 24. Los dos habían vivido años en Europa, volvieron prácticamente al mismo tiempo y se encontraron un día en un café. Xul Solar le dice: "Mirá, Georgie, me traje como trescientos libros", y Borges le preguntó qué había traído, y entonces él empezó a comentar que había traído filosofía, poesía, literatura fantástica, y Borges quedó literalmente fascinado por esas líneas de las lecturas de Xul y quiso ir a verla. Cuando vio esa biblioteca, cayó rendido a sus pies y desde entonces se formó una gran amistad. Borges sobrevivió largamente a su amigo y fue durante toda su vida un admirador y un divulgador constante de la obra de Xul y, también, un contador de anécdotas.
—¿Por ejemplo?
—Me acuerdo muchísimas pero cuento una, Borges decía: "Xul es un hombre muy raro, va a muchas fiestas y reuniones porque lo invitan y cuando va de visita a una casa, primero que nada saluda y después va a la cocina y saluda especialmente al servicio, y no se va sin darle la mano al cocinero, a las sirvientas".
—¿Cómo marcó la vida y la obra de Xul Solar el hecho de haber trabajado y vivido su padre y él en la penitenciaría que estaba en donde hoy está el Parque Las Heras?
—Es bastante extraño todo eso, yo avanzo hacia alguna teoría: en los cuadros de Xul Solar, que son dos mil, hay muchas murallas, banderas, fuertes, torres, perfiles de ciudades. Esa iconografía está bastante presente. Me llamó siempre la atención ese hecho. Otra cosa muy interesante es que él vivió muchos años en Europa y mientras estaba allí le mandaba al padre, que estaba separado de la madre, postales y en las postales ponía "Ingeniero Schulze, Penitenciaría Nacional Buenos Aires". Claro, la Penitenciaría era un edificio imponente que fue demolido recién en 1961. Ese es un lugar muy literario, es un lugar como una cruza literario e histórico. Borges y [Adolfo] Bioy publicaron un libro que se llama Seis problemas para don Isidro Parodi, que eran cuentos policiales con enigmas que resolvía Parodi, un preso detenido en la celda 263 de la Penitenciaría. Ese lugar tenía como una cosa mitológica, luego también fue escenario de terribles situaciones históricas: ahí fue fusilado Severino di Giovanni, fue fusilado el general Juan José Valle en 1956.
—Respecto de los doce años en Europa que pasó Xul Solar, usted dice que tenía un triángulo compuesto por tres ciudades: Londres, Munich y Florencia. ¿Qué significaron esas tres ciudades?
—A este hombre le interesaban todo tipo de signos, era panreligioso, o sea, se prendía en todo: era católico, pero también masón, era espiritista. No sé si tenía algún significado ese triángulo que creo que es un signo masón. Son lugares emblemáticos del arte del siglo XX. Londres fue muy importante, allí se inició en el ocultismo, lo inició un personaje llamado Aleister Crowley, bastante siniestro el hombre que unos años después se hizo famoso porque los Beatles lo incluyeron, como juego quizás, como portada de uno de sus más famosos discos. Era un ocultista, un hombre que practicaba religiones prohibidas y hacía iniciaciones, cultos satánicos. Tuvo mucha relación con el gran poeta portugués Fernando Pessoa, y ambos —a Pessoa y a Xul— los inició en el ocultismo.
—¿Xul Solar sentía curiosidad y atracción por todas las expresiones artísticas? Pareciera que ninguna le era ajena.
—Así es, eso lo caracteriza mucho, su curiosidad absolutamente imparable y la forma que él incorpora todos esos elementos que conforman su pintura, signos, números, letras, frases o palabras que a veces son en castellano y a veces en esos lenguajes que él inventó como el neocriollo. Nada de eso es nuevo en el arte, lo hizo Paul Klee, lo hizo [Vasili] Kandinsky, lo hizo [Pablo] Picasso al comienzo del siglo XX, pero Xul los integró a todos esos elementos de una manera original, los desarrolló, los exploró a lo largo de muchos años e hizo una obra que hoy, muchos años después, porque ha pasado medio siglo, la gente sigue fascinándose.
—¿Cómo surge en Xul el neocriollo?
—Había un elemento muy latinoamericano en Xul Solar que se dirigía a ver los orígenes; así como le interesaba Egipto y Asia, también le interesaba América Latina. Por ejemplo, proyectó una bandera de América Latina, que era con los colores del arco iris, que muchos años después tomó el movimiento gay. Muchos de los elementos que figuran en su iconografía como distintivos provenían de la mitología maya o azteca. El neocriollo era una especie de intento de fusionar básicamente el portugués y el español, era un poco el portuñol. Muchas de las invenciones de Xul tuvieron después realización práctica, por ejemplo, él pergeñó el fútbol doble, un fútbol que se jugara al mismo tiempo un partido en cada pedazo de la cancha, dos partidos simultáneos porque decía que cien metros era una cancha muy grande, entonces hay que hacer dos, de alguna manera fue un precedente porque hoy, cuando se juegan dos partidos importantes, la televisión parte la pantalla y estamos viendo dos partidos. También proyectó una cámara en la cabeza, embutida dentro del cráneo.
—Por todo eso uno puede decir que Xul Solar es mucho más que un pintor.
—Creo que sí, ha pasado con Xul algo muy particular es que cuando pintaba, le iba mal como pintor pero siguió adelante con su obra. De todas maneras, el arte plástico es muy distinto en la época de él y hoy, hubo un momento que se disparó. Xul pintaba sus pequeñas acuarelas y las vendía de vez en cuando; tenía muchas en su casa que no podía colocar. Pero a menudo las vendía a cien pesos, esas obras hoy valen cien mil dólares. A veces hacía alguna exposición pero se lo tomaba con mucha calma. Lo que pasa es que la crítica no lo recibía, era considerado un excéntrico, para algunos también un chanta. Me contaba Rogelio García Lupo que en su infancia vivía cerca de la casa de Xul, en Laprida 1212, y cuando iba de la mano del padre e iban a pasar por la vereda de la casa, el padre cruzaba y decía: "No, por esa casa no quiero pasar porque ahí hay cosas raras". No olvidemos este hecho que es importantísimo: Xul Solar no vivía de sus dibujos o pinturas, vivía de hacer cartas astrales y horóscopos.
—¿Podríamos decir que hay un Xul póstumo?
—Le tocó aquel momento del arte plástico, fue el Xul póstumo el que ganó esa batalla después de muerto, ubicarse y situarse en el mundo del galerismo, del comercio del arte y las grandes cotizaciones. Cuando muere Xul Solar, en el año 63, su viuda, Lita Cadenas, quedó en una situación bastante mala, por no decir horrible. Pasó hambre esa mujer y después apareció un marchand, Jorge Povarché, que después fundaría la Galería Rubbers, que fue haciendo una tarea lenta de rescatar la obra junto a algunos críticos que apreciaban esa obra. Xul Solar tuvo un enemigo o un contradictor. Había un hombre muy importante en el arte argentino que se llamaba José León Pagano, que era el crítico de La Nación y el presidente de la Academia de Arte. Este hombre, como otros muchos, lo consideraban un excéntrico que no pasaba de ahí y entonces esto impidió su avance, lo cual a Xul Solar no pareció perturbarlo mucho y buscó otras estrategias, ya que la crítica no lo difundía. Escribía o a veces lo reportaban en revistas como Coche a la vista o El Gráfico, donde llegaba como personaje extravagante a mucho más público.
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