El gato sagrado de Birmania posee unos hermosos ojos azules y sus cuatro patitas son totalmente blancas. Hay una leyenda en torno a esta raza de gato que pertenece al siglo IX, concretamente a la Edad Media y que se sitúa a la zona del sureste asiático que hoy corresponde a Myanmar, Tailandia y Camboya.
Esta zona se hallaba dividida por aquella época en distintos reinos y cada uno de ellos tenía en su centro un templo budista. En estos templos habitaban muchos gatos totalmente blancos, que según las creencias de la zona, encarnaban y protegían las almas de los sacerdotes muertos. Estos gatos recibían por supuesto un cuidado especial y también se creía que estos gatitos protegían los templos de los intrusos.
La leyenda del gato sagrado de Birmania cuenta que en el templo de Lao-Tsun vivía un gato de ojos ámbar y con el pelo totalmente blanco llamado Sihn. Se dice que este gato era el más fiel compañero del sacerdote Mun-ha. Cierta noche, unos ladrones asaltaron el templo y mataron a Mun-ha, justo en el momento en que éste se encontraba rezando a los pies de la estatua de una diosa dorada con ojos de color azul zafiro.
En el instante mismo de la muerte, Sihn saltó sobre el cadáver del sacerdote Mun-ha y el alma del religioso se instaló en el cuerpo del gato. Fue entonces cuando el manto blanco de Sihn adquirió un hermoso y muy suave tono dorado, procedente del reflejo de la estatua y sólo las cuatro patitas del gato, que estaban en contacto con el cuerpo de Mun-ha, permanecieron totalmente blancas. Los ojos ámbar pasaron a ser de color azul zafiro, como los de la diosa, y la cara, las orejas, la cola y las patas adquirieron el color de la tierra.
Cuentan que Sihn, transformado ya en lo que hoy llamamos un gato sagrado de Birmania, permaneció durante siete días junto al cadáver de Mun-ha, negándose a comer, hasta que él también murió y condujo el alma de Mun-ha hasta el paraíso.
Al morir Sihn, los otros noventa y nueve gatos del templo adquirieron los mismos colores que él, transformándose así en gatos sagrados de Birmania. Los 99 gatos se colocaron entonces en círculo alrededor de un jóven sacerdote del templo, señalando de aquel modo que éste debía ser el sucesor de Mun-ha.
Esta tradición fue incorporada a la religión budista, aunque llegó un momento en que los sacerdotes de Lao-Tsun fueron perseguidos y a finales del siglo XIX tuvieron que huir expulsados de su templo. Fue entonces cuando el Mayor inglés Gordon Rusell, de la armada británica, y el explorador francés Auguste Pavie ayudaron a los sacerdotes y a sus gatos a cruzar la frontera en dirección al Tíbet y a fundar un nuevo templo.
Varios años después, concretamente en el año 1919, como muestra de agradecimiento, los monjes enviaron de regalo a Francia una pareja de gatos. El macho murió durante el viaje, pero la hembra, llamada Sita, que estaba preñada, fue la responsable de que la raza se introdujera en Occidente.
Bibliografía: La magia de los gatos, de Allan Percy
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