Una mañana, María se despertó y se miró al espejo. “¡Caracoles!” dijo. En lugar de su erizado cabello café, su pelo estaba de color rojo fuego y azul cielo y verde esmeralda y amarillo limón y rosa de algodón de azúcar.
María corrió por el pasillo. “Mira Mamá, ¡mi cabeza está llena de colores!”
“¡Te has dormido en un arco iris!” exclamó su mamá.
Durante los siguientes días, María coloreó y pintó como nunca. Pintó montañas rosas y prados azules y ríos amarillos y vacas rojas. Una noche, su mamá se asomó sobre su hombro mientras pintaba. “¡María, estás usando colores tan maravillosos!”
“Por supuesto Mamá,” respondió María, “mi cabeza está llena de colores.”
A la mañana siguiente, María se despertó y se miró al espejo, “¡Caracoles!” dijo. En lugar de rayas brillantes de los colores del arco iris atravesando su cabello, ¡había cientos de libros! Libros pequeños y libros grandes, libros abiertos y libros cerrados, libros con bellas ilustraciones y libros con muchísimas palabras.
María se lanzó corriendo por el pasillo. “Mira Mamá, ¡mi cabeza está llena de libros!”
“Tal vez tome uno prestado para leerlo.” dijo su mamá.
Durante los siguientes días, María leyó y pensó como nunca. Leyó acerca de los leones de Africa y de los artistas en Paris. Leyó sobre como cultivar calabazas y como hacer piñatas y como enviar naves espaciales a la luna.
Su mamá escuchó a María contarle a una amiga como las arañas tejen sus nidos. “María, has aprendido muchas cosas interesantes sobre las arañas.”
“Por supuesto Mamá,” respondió María, “mi cabeza está llena de libros.”
Unos días después, María se despertó y se miró al espejo. “¡Caracoles!” dijo. En lugar de silenciosos libros apilados en su cabeza, había animales, ¡y animales vivos! Jirafas y perros y monos y pájaros y elefantes y tortugas chillando y ladrando y haciendo todo tipo de sonidos.
María se lanzó por el pasillo. “Mira Mamá, ¡mi cabeza está llena de animales!”
“Normalmente no admitimos animales en la casa, pero supongo que esta vez podremos hacer una excepción.” dijo su mamá.
Durante los siguientes días, María atrajo animales... Los pájaros seguían a María a donde fuera. Los gatos saltaban a su regazo cada vez que se sentaba. Las ardillas corrían junto a ella cuando caminaba por la banqueta. Una vez, su mamá la miró acompañar a una tortuga al estanque. “María, eres muy amable y dulce con los animales.”
“Por supuesto Mamá,” respondió María, “mi cabeza está llena de animales.”
A la mañana siguiente, María se despertó y se miró al espejo. “¡Caracoles!” dijo. En lugar de animales rondando a través de su cabello, ¡había filas y filas de gente sonriéndole y saludándola en el espejo! Gente joven y gente anciana, gente baja y gente alta.
María se escabulló por el pasillo. “Mira Mamá, ¡mi cabeza está llena de gente!”
“Será mejor que me ponga a prepararles el desayuno.” dijo su mamá.
Durante los siguientes días, María habló con todos los que ella y su mamá se encontraban al caminar. Habló con jóvenes madres acerca del trabajo y de sus bebés. Habló con hombres adultos acerca del clima y del fútbol.
Habló con Doña Carlota, su vecina de al lado, acerca de como era la vida cuando ella tenía la edad de María.
“Fue muy cordial de tu parte platicar con Doña Carlota. A veces se siente sola.” Dijo la mamá de María. “Realmente tienes don de gentes."
“Por supuesto Mamá,” respondió María “mi cabeza está llena de gente.”
Un día, María se despertó y se miró al espejo y dijo... nada... ¡porque no había nada en su pelo! No había colores, ni libros, ni animales, ni gente. Simplemente sencillos mechones cafés.
María corrió por el pasillo llorando. “Mamá,” le dijo suavemente, “mi cabeza está vacía, no tiene nada.” Y se dejó caer en los brazos de su mamá.
Su mamá la tomó por los hombros y la miró. “No querida, debe de haber algún problema con tu espejo. Tu cabeza está llena de colores y libros... e hipopótamos... y bailarinas... Veo una niña sobre un pony leyendo un libro. Y veo un hombre con dos llamas a los lados. Y también veo un juego de enciclopedias de color rojo vivo. ¡Es sorprendente como cabe todo eso en tu cabeza!”
María corrió de regreso al espejo y se miró en él fijamente. Frunció el entrecejo y entrecerró sus ojos y arrugó su nariz. “Lo único que veo es mi pelo café,” le dijo al espejo. “Sin embargo... aun me gustan los colores brillantes... y los libros... y los animales... y la gente. Mmmm.”
María fue saltando hasta donde estaba su mamá. “Mamá, Mamá, ¡mi cabeza está llena de mí!”
http://
No hay comentarios:
Publicar un comentario