Esta historia ya la sabíamos, pero hoy querríamos profundizar un poco más en su figura, atendiendo a las versiones que sobre el mismo tema realizó Tiziano, que llegó a completar hasta tres obras distintas tratando esta misma iconografía. No fue el único en cualquier caso, ya que el tema de Dánae es recurrente en la pintura del Renacimiento y el Barroco, con versiones también de Correggio, Mabuse, Rembrandt, Gossaert, habiendo incluso una versión moderna, especialmente bella, de Gustave Klimt.
En el caso concreto de Tiziano, como hemos comentado se conservan tres versiones: la primera, de 1545, se encuentra en el Museo Nazionale de Capodimonte, en Nápoles; la segunda se halla en el Museo del Hermitage en San Petesburgo y la realiza unos años después, en 1553; y casi al mismo tiempo, entre 1553-54, pinta la que se encuentra actualmente en el Museo del Prado, y que cuenta también con un comentario monográfico en nuestra sección de "Miradas CREHA".
Está claro que es un tema recurrente porque resulta un episodio lleno de sensualidad que permite recrearse en el desnudo clásico lleno de opulencia y erotismo velado. Muy del gusto por cierto de los pintores venecianos y en concreto de Tiziano, frecuentador de este género pictórico.
Su iconografía insiste en una serie de recursos que se repiten en los tres cuadros: la composición en horizontal (repitiendo idéntica postura en los tres casos), la voluptuosidad del color, los contrastes de luz; la oposición cromática; y el desnudo sensual y aterciopelado de Dánae, que en los tres casos exalta su belleza, para entender mejor así la debilidad de Zeus.
No obstante, la primera versión es la más sencilla y por ello mismo la más delicada y sugerente. Dánae deslumbra por su luz, radiante en su hermosura, y por el contraste violento que se subraya entre las sábanas de un blanco níveo frente al fondo oscuro. Un cortinaje, recurso utilizado en los tres cuadros, remarca el primer plano, que refuerza así el sentido de la perspectiva, pero en este primer caso sin abusar de la intensidad del color. El cuadro por ello se envuelve en una atmósfera serena y grácil, porque no hay fuertes subidas de color, y Dánae, de una belleza igualmente delicada se deja empapar por la lluvia dorada. En este primer caso, se complementa la iconografía de la escena por un putti alado, que remarca el sentido divino del suceso y que por tanto resulta un componente estrictamente iconográfico.
Las otras dos versiones se parecen mucho entre sí, y marcan distancias con esta primera. Tanto la del Prado como la del Hermitage refuerzan la potencia del color, que se convierte en un elemento protagonista de la composición pictórica. Tonos no sólo más subidos de color, sino de una cadencia cálida que acentúa de esta forma la sensualidad de la escena. Los contrastes además, que anteriormente eran principalmente lumínicos, ahora son cromáticos, entre el rojo carmesí de los cortinajes, los blancos que envuelven la piel cálida de Dánae, y los azules de los fondos. Con ello no sólo se insiste en un marco mucho más sensual, sino que se potencia el atractivo del desnudo y se adelanta la figura al espectador en un juego de perspectiva cuyo causante es el color. La lluvia dorada resulta ahora mucho más explícita, en un juego también de colores complementarios, a base de amarillos que brillan en medio del azul. Y una diferencia más: si en la versión napolitana, la figura del putti ya dijimos que era un complemento iconográfico, en este caso se trata de un recurso puramente pictórico, porque la anciana que aparece de espaldas en ambas versiones actúa de contraste cromático para remarcar el blanco puro del desnudo de Dánae; también de contraste lumínico para exaltar su erotismo; sirviendo en última instancia además para reforzar la perspectiva al situarla de espaldas al espectador.
La obra del Prado cuenta también con un perrito que no aparece en la del Hermitage, pero más allá de detalles anecdóticos, esta versión del Prado, que es la última, resulta la más cálida de las tres, tal vez por la indefinición de una pincelada mucho más tibia y menos detallista, que avanza hacia un estilo mucho más audaz y resuelto de su autor.
En último término las tres versiones sirven para comprobar la evolución estilística de Tiziano, que de un estilo renacentista típicamente veneciano de la primera pintura, va acercándose a posturas de tono manierista, que alcanza su mayor grado de atrevimiento en la última del Museo del Prado.
Tiziano. Dánae y la lluvia de oro. 1545-1546.
Museo de Capodimonte. Nápoles.
Tiziano: "Dánae". Hermitage.
San Petesburgo.
Tiziano: "Dánae recibiendo la lluvia de oro".
Museo del Prado.
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