lunes, 27 de febrero de 2017

La suma de los dias, Isabel Allende


 “La vida no es una foto, en que uno ordena las cosas para que se vean bien y luego fija la imagen para la posteridad; es un proceso sucio, desordenado, rápido, lleno de imprevistos. Lo único seguro es que todo cambia.”

La suma de los dias. Isabel Allende

Alejandra Pizarnik


Sous la nuit 


Los ausentes soplan grismente y la noche es densa.
La noche tiene el color de los párpados del muerto.

Huyo toda la noche, encauzo la persecución y la fuga, canto un
canto para mis males, pájaros negros sobre mortajas negras.

Grito mentalmente, me confino, me alejo de la mano crispada,
no quiero saber otra cosa que este clamor, este resolar en la noche,
esta errancia, este no hallarse.

Toda la noche hago la noche.

Toda la noche me abandonas lentamente como el agua cae
lentamente. Toda la noche escribo para buscar a quien me busca.

Palabra por palabra yo escribo la noche.

De "Textos de sombra y últimos poemas" 1972

Sentir


sábado, 25 de febrero de 2017

La Ley del Desapego: ¿Qué nos enseña el Budismo?

Un turista americano fue a El Cairo, con el único objetivo de visitar a un famoso sabio. El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en un cuarto muy simple y lleno de libros. Las únicas piezas de mobiliario eran una cama, una mesa y un banco.
- ¿Dónde están sus muebles? – preguntó el turista. 
Y el sabio también preguntó: – ¿Y dónde están los suyos? 
- ¿Los míos? – se sorprendió el turista -¡Pero si yo estoy aquí solamente de paso! 
- Yo también… – concluyó el sabio.
Esta fábula representa a la perfección uno de los pilares del budismo, filosofía de la cual ha bebido en los últimos tiempos la Psicología: el desapego, que se convierte en una de las principales vías para alcanzar la tranquilidad espiritual, el bienestar y la felicidad. No obstante, también es uno de los mandamientos más difíciles de seguir.

El apego es una expresión de inseguridad


La ley del desapego nos indica que debemos renunciar a nuestro apego a las cosas, lo cual no significa que renunciemos a nuestras metas, no renunciamos a la intención sino más bien al interés por el resultado. A primera vista, puede parecer una nimiedad o un cambio insustancial pero en realidad, se trata de una transformación colosal en nuestra forma de comprender el mundo y en nuestra manera de vivir.
De hecho, en el mismo momento en que renunciamos al interés por el resultado, nos desligamos del deseo, que a menudo confundimos con la necesidad y que nos conduce a perseguir metas que realmente no nos satisfacen. En ese momento, adoptamos una actitud más relajada y, a pesar de que puede parecer un contrasentido, nos resulta más fácil conseguir lo que deseamos. Esto se debe a que el desapego sienta sus bases en la confianza en nuestras potencialidades, mientras que el apego se basa en el miedo a la pérdida y la inseguridad.
Cuando nos sentimos inseguros, nos apegamos a las cosas, a las relaciones o a las personas. Sin embargo, lo curioso es que mientras más desarrollamos ese apego, más se acrecienta nuestro miedo a la pérdida. Ese miedo no solo afecta nuestra estabilidad emocional, sino que también nos puede llevar a crear patrones de comportamiento disfuncionales.
Por ejemplo, podemos desarrollar un apego enfermizo a las cosas, como las personas que no pueden vivir sin susmartphone e incluso sufren alucinaciones auditivas provocadas por el hábito de estar siempre pendientes de la próxima llamada o mensaje. Por supuesto, también podemos caer en patrones relacionales dañinos, que ahoguen a la persona que amamos y terminen dañando profundamente la relación o incluso rompiéndola.
Sin embargo, el desapego predica otra forma de relacionarse, implica no depender de lo que tenemos o de esa persona con la cual hemos establecido vínculos afectivos. Es importante comprender que el desapego no significa no amar, sino ser autónomos, liberarnos del miedo a la pérdida para comenzar a disfrutar realmente de lo que tenemos o de la persona que amamos. El desapego no significa dejar de disfrutar y experimentar placer sino todo lo contrario, comenzar a vivir de forma más plena, porque nuestras experiencias dejan de estar ensombrecidas por el temor a la pérdida.


La incertidumbre como camino


El apego es el producto de una conciencia de pobreza, que se centra en los símbolos. De hecho, para el budismo, la vivienda, la ropa, los coches y los objetos en sentido general, son símbolos transitorios, que vienen y van. Perseguir esos símbolos equivale a esforzarse por atesorar el mapa, pero no implica disfrutar del territorio. Por eso, terminamos sintiéndonos vacíos por dentro. En práctica, cambiamos nuestro “yo” por los símbolos de ese “yo”.
¿Por qué perseguimos esos símbolos? Básicamente, porque nos han hecho pensar que en las posesiones materiales radica la seguridad. Pensamos que al tener una casa y ganar mucho dinero, nos sentiremos seguros. De hecho, hay quienes piensan: “Me sentiré seguro cuando tenga X cantidad de dinero. Entonces seré libre económicamente y podré hacer lo que me gusta”. Sin embargo, lo curioso es que en muchos casos, mientras más dinero se posee, más inseguras se sienten las personas.
El problema radica en que identificar la seguridad con las posesiones no es más que una señal de inseguridad y, obviamente, la tranquilidad que pueden brindar es efímera. Quienes buscan la seguridad, la persiguen durante toda su vida, sin llegar a encontrarla.
Esto se debe a que buscar la seguridad y la certeza no es más que un apego a lo conocido, un apego al pasado. Lo conocido es simplemente una prisión construida a partir del condicionamiento anterior. No prevé la evolución, y cuando no hay cambios, simplemente aparece el caos, el estancamiento y la decadencia.
Al contrario, es necesario afianzarse en la incertidumbre. Esta es terreno fértil para la creatividad y la libertad ya que implica penetrar en lo desconocido, un gran abanico de posibilidades donde todo es nuevo. Sin la incertidumbre, la vida es tan solo una repetición de los recuerdos, de las experiencias que ya hemos vivido. Por tanto, nos convertimos en víctimas del pasado.
Cuando renunciamos al apego a lo conocido, podemos adentrarnos en lo desconocido, abrazar la incertidumbre y abrirnos a nuevas experiencias que alimentan nuestras ganas de vivir y nos convierten en personas más felices.


Los problemas como oportunidades


La ley del desapego no nos indica que no debemos tener metas. Cuando abrazamos el desapego no nos convertimos en hojas movidas por el viento. De hecho, en el budismo las metas son importantes para marcar la dirección en la que caminaremos. Sin embargo, lo interesante es que entre el punto A y el punto B, existe incertidumbre, lo cual significa un universo prácticamente infinito de posibilidades. Así, para alcanzar nuestro objetivo, podemos seguir diferentes caminos y cambiar la dirección cuando lo deseemos.
Esta manera de comprender la vida nos reporta otra ventaja: no forzar las soluciones a los problemas y mantenernos atentos a las oportunidades. Cuando ponemos en práctica el verdadero desapego, no nos sentimos obligados a forzar las soluciones de los problemas sino que somos pacientes y esperamos y, mientras lo hacemos, encontramos las oportunidades.
De hecho, según el budismo, cada problema encierra una oportunidad que conlleva a su vez algún beneficio. Lo que sucede es que con la mentalidad del apego, nos asustamos e intentamos forzar la solución, de manera que la mayoría de las veces solo nos centramos en la parte negativa del problema y desaprovechamos la oportunidad que este encierra.
Sin embargo, cuando creemos que cada problema contiene la semilla de la oportunidad, nos abrimos a una gama mucho más amplia de oportunidades. De esta forma, no solo sufriremos mucho menos en la adversidad sino que encontraremos más rápido la solución y esta nos permitirá crecer como personas.
Recuerda que: “Todas las cosas a las que te apegas, y sin las que estás convencido que no puedes ser feliz, son simplemente tus motivos de angustia. Lo que te hace feliz no es la situación que te rodea, sino los pensamientos que hay en tu mente…


viernes, 24 de febrero de 2017

La Insoportable Levedad del Ser, Milan Kundera

Lo que solo ocurre una vez es como si no ocurriera nunca. Si el hombre solo puede vivir una vida es como si no viviera en absoluto.
Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a la eternidad como Jesucristo a la cruz. La imagen es terrible. En el mundo del eterno retorno descansa sobre cada gesto el peso de una insoportable responsabilidad. Ese es el motivo por el cual Nietzsche llamó a la idea del eterno retorno la carga más pesada (das schwerste Gewicht). Pero si el eterno retorno es la carga más pesada, entonces nuestras vidas pueden aparecer, sobre ese telón de fondo, en toda su maravillosa levedad."

La Insoportable Levedad del Ser
Milan Kundera

jueves, 23 de febrero de 2017

Julio Cortázar, La mufa

Vos ves la Cruz del Sur,
respirás el verano con su olor a duraznos,
y caminás de noche
mi pequeño fantasma silencioso
por ese Buenos Aires,
por ese siempre mismo Buenos Aires.
Julio Cortázar

La Resistencia, Ernesto Sábato


"Ahora la humanidad carece de ocios, en buena parte porque nos hemos acostumbrado a medir el tiempo de modo utilitario, en términos de producción. Antes los hombres trabajaban a un nivel más humano, frecuentemente en oficios y artesanías, y mientras lo hacían conversaban entre ellos. Eran más libres que el hombre de hoy que es incapaz de resistirse a la televisión. Ellos podían descansar en las siestas, o jugar a la taba con los amigos. De entonces recuerdo esa frase tan cotidiana en aquellas épocas: “Venga, amigo, vamos a jugar un rato a los naipes, para matar el tiempo, no más”, algo tan inconcebible para nosotros. Momentos en que la gente se reunía a tomar mate, mientras contemplaba el atardecer, sentados en los bancos que las casas solían tener al frente, por el lado de las galerías. Y cuando el sol se hundía en el horizonte, mientras los pájaros terminaban de acomodarse en sus nidos, la tierra hacía un largo silencio y los hombres, ensimismados, parecían preguntarse sobre el sentido de la vida y de la muerte".

La Resistencia. Ernesto Sábato

miércoles, 22 de febrero de 2017

La tristeza - Anton Chejov

Relato sobre un hombre que se encuentra perdido entre la gente, consumido por una soledad interior que ya no se cura con la compañía. Entre sus líneas, Chéjov deja al descubierto el dolor que generan las penas que se llevan en silencio, en privado, como aquellas veces en las que transitamos las calles extraviados en la introspección mientras una multitud de personas nos rodea sin encontrar en ello un consuelo, pues cada vez es más difícil encontrar entre tanta gente un verdadero ser humano.

La tristeza


[Cuento - Texto completo.]
Anton Chejov


La capital está envuelta en las penumbras vespertinas. La nieve cae lentamente en gruesos copos, gira alrededor de los faroles encendidos, extiende su capa fina y blanda sobre los tejados, sobre los lomos de los caballos, sobre los hombros humanos, sobre los sombreros.
El cochero Yona está todo blanco, como un aparecido. Sentado en el pescante de su trineo, encorvado el cuerpo cuanto puede estarlo un cuerpo humano, permanece inmóvil. Diríase que ni un alud de nieve que le cayese encima lo sacaría de su quietud.
Su caballo está también blanco e inmóvil. Por su inmovilidad, por las líneas rígidas de su cuerpo, por la tiesura de palo de sus patas, aun mirado de cerca parece un caballo de dulce de los que se les compran a los chiquillos por un copec. Hállase sumido en sus reflexiones: un hombre o un caballo, arrancados del trabajo campestre y lanzados al infierno de una gran ciudad, como Yona y su caballo, están siempre entregados a tristes pensamientos. Es demasiado grande la diferencia entre la apacible vida rústica y la vida agitada, toda ruido y angustia, de las ciudades relumbrantes de luces.
Hace mucho tiempo que Yona y su caballo permanecen inmóviles. Han salido a la calle antes de almorzar; pero Yona no ha ganado nada.
Las sombras se van adensando. La luz de los faroles se va haciendo más intensa, más brillante. El ruido aumenta.
-¡Cochero! -oye de pronto Yona-. ¡Llévame a Viborgskaya!
Yona se estremece. A través de las pestañas cubiertas de nieve ve a un militar con impermeable.
-¿Oyes? ¡A Viborgskaya! ¿Estás dormido?
Yona le da un latigazo al caballo, que se sacude la nieve del lomo. El militar toma asiento en el trineo. El cochero arrea al caballo, estira el cuello como un cisne y agita el látigo. El caballo también estira el cuello, levanta las patas, y, sin apresurarse, se pone en marcha.
-¡Ten cuidado! -grita otro cochero invisible, con cólera-. ¡Nos vas a atropellar, imbécil! ¡A la derecha!
-¡Vaya un cochero! -dice el militar-. ¡A la derecha!
Siguen oyéndose los juramentos del cochero invisible. Un transeúnte que tropieza con el caballo de Yona gruñe amenazador. Yona, confuso, avergonzado, descarga algunos latigazos sobre el lomo del caballo. Parece aturdido, atontado, y mira alrededor como si acabara de despertar de un sueño profundo.
-¡Se diría que todo el mundo ha organizado una conspiración contra ti! -dice en tono irónico el militar-. Todos procuran fastidiarte, meterse entre las patas de tu caballo. ¡Una verdadera conspiración!
Yona vuelve la cabeza y abre la boca. Se ve que quiere decir algo; pero sus labios están como paralizados y no puede pronunciar una palabra.
El cliente advierte sus esfuerzos y pregunta:
-¿Qué hay?
Yona hace un nuevo esfuerzo y contesta con voz ahogada:
-Ya ve usted, señor… He perdido a mi hijo… Murió la semana pasada…
-¿De veras?… ¿Y de qué murió?
Yona, alentado por esta pregunta, se vuelve aún más hacia el cliente y dice:
-No lo sé… De una de tantas enfermedades… Ha estado tres meses en el hospital y a la postre… Dios que lo ha querido.
-¡A la derecha! -óyese de nuevo gritar furiosamente-. ¡Parece que estás ciego, imbécil!
-¡A ver! -dice el militar-. Ve un poco más aprisa. A este paso no llegaremos nunca. ¡Dale algún latigazo al caballo!
Yona estira de nuevo el cuello como un cisne, se levanta un poco, y de un modo torpe, pesado, agita el látigo.
Se vuelve repetidas veces hacia su cliente, deseoso de seguir la conversación; pero el otro ha cerrado los ojos y no parece dispuesto a escucharle.
Por fin, llegan a Viborgskaya. El cochero se detiene ante la casa indicada; el cliente se apea. Yona vuelve a quedarse solo con su caballo. Se estaciona ante una taberna y espera, sentado en el pescante, encorvado, inmóvil. De nuevo la nieve cubre su cuerpo y envuelve en un blanco cendal caballo y trineo.
Una hora, dos… ¡Nadie! ¡Ni un cliente!
Mas he aquí que Yona torna a estremecerse: ve detenerse ante él a tres jóvenes. Dos son altos, delgados; el tercero, bajo y jorobado.
-¡Cochero, llévanos al puesto de policía! ¡Veinte copecs por los tres!
Yona coge las riendas, se endereza. Veinte copecs es demasiado poco; pero, no obstante, acepta; lo que a él le importa es tener clientes.
Los tres jóvenes, tropezando y jurando, se acercan al trineo. Como solo hay dos asientos, discuten largamente cuál de los tres ha de ir de pie. Por fin se decide que vaya de pie el jorobado.
-¡Bueno; en marcha! -le grita el jorobado a Yona, colocándose a su espalda-. ¡Qué gorro llevas, muchacho! Me apuesto cualquier cosa a que en toda la capital no se puede encontrar un gorro más feo…
-¡El señor está de buen humor! -dice Yona con risa forzada-. Mi gorro…
-¡Bueno, bueno! Arrea un poco a tu caballo. A este paso no llegaremos nunca. Si no andas más aprisa te administraré unos cuantos sopapos.
-Me duele la cabeza -dice uno de los jóvenes-.Ayer, yo y Vaska nos bebimos en casa de Dukmasov cuatro botellas de caña.
-¡Eso no es verdad! -responde el otro-. Eres un embustero, amigo, y sabes que nadie te cree.
-¡Palabra de honor!
-¡Oh, tu honor! No daría yo por él ni un céntimo.
Yona, deseoso de entablar conversación, vuelve la cabeza, y, enseñando los dientes, ríe atipladamente.
-¡Ji, ji, ji!… ¡Qué buen humor!
-¡Vamos, vejestorio! -grita enojado el chepudo-. ¿Quieres ir más aprisa o no? Dale de firme a tu caballo perezoso. ¡Qué diablo!
Yona agita su látigo, agita las manos, agita todo el cuerpo. A pesar de todo, está contento; no está solo. Le riñen, lo insultan; pero, al menos, oye voces humanas. Los jóvenes gritan, juran, hablan de mujeres. En un momento que se le antoja oportuno, Yona se vuelve de nuevo hacia los clientes y dice:
-Y yo, señores, acabo de perder a mi hijo. Murió la semana pasada…
-¡Todos nos hemos de morir! -contesta el chepudo-. ¿Pero quieres ir más aprisa? ¡Esto es insoportable! Prefiero ir a pie.
-Si quieres que vaya más aprisa dale un sopapo -le aconseja uno de sus camaradas.
-¿Oye, viejo, estás enfermo? -grita el chepudo-. Te la vas a ganar si esto continúa.
Y, hablando así, le da un puñetazo en la espalda.
-¡Ji, ji, ji! -ríe, sin ganas, Yona-. ¡Dios les conserve el buen humor, señores!
-Cochero, ¿eres casado? -pregunta uno de los clientes.
-¿Yo? !Ji, ji, ji! ¡Qué señores más alegres! No, no tengo a nadie… Solo me espera la sepultura… Mi hijo ha muerto; pero a mí la muerte no me quiere. Se ha equivocado, y en lugar de cargar conmigo ha cargado con mi hijo.
Y vuelve de nuevo la cabeza para contar cómo ha muerto su hijo; pero en este momento el jorobado, lanzando un suspiro de satisfacción, exclama:
-¡Por fin, hemos llegado!
Yona recibe los veinte copecs convenidos y los clientes se apean. Los sigue con los ojos hasta que desaparecen en un portal.
Torna a quedarse solo con su caballo. La tristeza invade de nuevo, más dura, más cruel, su fatigado corazón. Observa a la multitud que pasa por la calle, como buscando entre los miles de transeúntes alguien que quiera escucharle. Pero la gente parece tener prisa y pasa sin fijarse en él.
Su tristeza a cada momento es más intensa. Enorme, infinita, si pudiera salir de su pecho inundaría al mundo entero.
Yona ve a un portero que se asoma a la puerta con un paquete y trata de entablar con él conversación.
-¿Qué hora es? -le pregunta, melifluo.
-Van a dar las diez -contesta el otro-. Aléjese un poco: no debe usted permanecer delante de la puerta.
Yona avanza un poco, se encorva de nuevo y se sume en sus tristes pensamientos. Se ha convencido de que es inútil dirigirse a la gente.
Pasa otra hora. Se siente muy mal y decide retirarse. Se yergue, agita el látigo.
-No puedo más -murmura-. Hay que irse a acostar.
El caballo, como si hubiera entendido las palabras de su viejo amo, emprende un presuroso trote.
Una hora después Yona está en su casa, es decir, en una vasta y sucia habitación, donde, acostados en el suelo o en bancos, duermen docenas de cocheros. La atmósfera es pesada, irrespirable. Suenan ronquidos.
Yona se arrepiente de haber vuelto tan pronto. Además, no ha ganado casi nada. Quizá por eso-piensa- se siente tan desgraciado.
En un rincón, un joven cochero se incorpora. Se rasca el seno y la cabeza y busca algo con la mirada.
-¿Quieres beber? -le pregunta Yona.
-Sí.
-Aquí tienes agua… He perdido a mi hijo… ¿Lo sabías?… La semana pasada, en el hospital… ¡Qué desgracia!
Pero sus palabras no han producido efecto alguno. El cochero no le ha hecho caso, se ha vuelto a acostar, se ha tapado la cabeza con la colcha y momentos después se le oye roncar.
Yona exhala un suspiro. Experimenta una necesidad imperiosa, irresistible, de hablar de su desgracia. Casi ha transcurrido una semana desde la muerte de su hijo; pero no ha tenido aún ocasión de hablar de ella con una persona de corazón. Quisiera hablar de ella largamente, contarla con todos sus detalles. Necesita referir cómo enfermó su hijo, lo que ha sufrido, las palabras que ha pronunciado al morir. Quisiera también referir cómo ha sido el entierro… Su difunto hijo ha dejado en la aldea una niña de la que también quisiera hablar. ¡Tiene tantas cosas que contar! ¡Qué no daría él por encontrar alguien que se prestase a escucharlo, sacudiendo compasivamente la cabeza, suspirando, compadeciéndolo! Lo mejor sería contárselo todo a cualquier mujer de su aldea; a las mujeres, aunque sean tontas, les gusta eso, y basta decirles dos palabras para que viertan torrentes de lágrimas.
Yona decide ir a ver a su caballo.
Se viste y sale a la cuadra.
El caballo, inmóvil, come heno.
-¿Comes? -le dice Yona, dándole palmaditas en el lomo-. ¿Qué se le va a hacer, muchacho? Como no hemos ganado para comprar avena hay que contentarse con heno… Soy ya demasiado viejo para ganar mucho… A decir verdad, yo no debía ya trabajar; mi hijo me hubiera reemplazado. Era un verdadero, un soberbio cochero; conocía su oficio como pocos. Desgraciadamente, ha muerto…
Tras una corta pausa, Yona continúa:
-Sí, amigo… ha muerto… ¿Comprendes? Es como si tú tuvieras un hijo y se muriera… Naturalmente, sufrirías, ¿verdad?…
El caballo sigue comiendo heno, escucha a su viejo amo y exhala un aliento húmedo y cálido.
Yona, escuchado al cabo por un ser viviente, desahoga su corazón contándoselo todo.
FIN

" Entiendo "

Cada uno de nosotros ha vivido a través de algunos tiempos difíciles, la soledad o las otras tormentas en la vida. Hay que estar ahí para la gente que amamos y decir " entiendo "... " entiendo cómo te sientes porque he estado allí yo mismo." debemos apoyar el uno al otro porque así es como funciona este mundo, juntos podemos conquistar los miedos.

Anaïs Nin

"Somos como escultores,
constantemente tallando en los demás imágenes que
anhelamos, necesitamos o deseamos,
a menudo en contra de la realidad,
contra su beneficio, y siempre, al final,
un desengaño,
porque no se ajusta a ellos"

martes, 21 de febrero de 2017

Tao Te Ching

Todos los seres crecen agitadamente,
pero luego, cada uno vuelve a su raíz.
Volver a su raíz es hallar el reposo.
Reposar es volver a su destino.

Volver a su destino es conocer la eternidad.

Conocer la eternidad es ser iluminado.
Tao Te Ching 

lunes, 20 de febrero de 2017

20 de febrero, Día internacional del gato

Feliz día a todos los gatitos del mundo!
A los que tiene casa, a los que están en la calle por haber sido abandonados por el ser humano (poco humano), a los que están refugios, a los que sufren, a los que son maltratados, a los que ya no están... Todos se merecen un homenaje en su día, aunque sea con el pensamiento de quienes los amamos...

Hermann Hesse

La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo, el ensayo de un camino, el boceto de un sendero.
Hermann Hesse

domingo, 19 de febrero de 2017

Álvaro Abós: "Xul Solar fue como un cometa, no tuvo antecedentes ni discípulos"

En pocos días, el Museo Nacional de Bellas Artes albergará una retrospectiva de Xul Solar que promete reunir una importante cantidad de obras del inclasificable pintor admirado por Jorge Luis Borges. Fruto de la casualidad o no, Sudamericana tomó la acertada decisión de reeditar la biografía que Álvaro Abós escribió guiado por su amor por "el mundo de la cultura porteña durante los años veinte, treinta y cuarenta".
Xul Solar. Pintor del misterio, que llegó en los últimos días a las librerías, propone embarcarse durante 308 páginas en la vida de uno de los más grandes artistas que dio la cultura argentina en el siglo XX. Como ocurre con los mejores exponentes del género, la biografía se disfruta como una novela que no puede dejar de leerse: Abós se introduce en la infancia de Xul Solar en San Fernando; lo acompaña a su recorrida europea que dura doce años (la primera parte de la obra lleva como título "Los dos nacimientos de Xul Solar"); narra con pasión su regreso a Buenos Aires, su amistad con escritores, músicos y artistas, así como sus intereses en las ciencias ocultas y la astrología.
Álvaro Abós estuvo en el estudio de Infobae y se entregó a una larga charla sobre el artista que vivió en la Penitenciaría de Buenos Aires, al que no le era ajena ninguna disciplina del arte, que creó un lenguaje propio, el neocriollo y al que Borges, Leopoldo Marechal y Macedonio Fernández convirtieron en personaje de sus libros.
—Usted dice en su libro que a Xul Solar le gustaba definirse como astrólogo por encima de cualquier otra etiqueta. ¿Por qué?
—Lo que caracteriza a Xul es su multiplicidad. Algunos dicen que parecía un hombre renacentista porque era pintor, diseñador, dibujante, astrólogo, estudioso, músico, arquitecto. La astrología sería el estudio del cielo, de lo que está por encima, lo que está más allá, el esoterismo, lo que está del otro lado de las cosas. Así se definía él, es complicado definirlo. Xul Solar fue como un cometa: pasó por la cultura argentina, no tuvo antecedentes y no tuvo discípulos.
La sombra del caminante (1917)

—Imposible definirlo en una palabra.
—Es un pintor que ha trascendido y que está colocado en el Olimpo de los pintores argentinos del siglo XX con [Emilio] Pettoruti, [Raúl] Soldi, [Lino] Spilimbergo o [Antonio] Berni. Más allá de eso, es un personaje, es un ser humano que actuó en el escenario de la cultura argentina, sobre todo en el de la Ciudad de Buenos Aires, en un período maravilloso que fueron los años veinte y treinta, donde se juntaban muchas personalidades y la ciudad adquiría su gran perfil, es decir, Buenos Aires se convirtió en una ciudad con su propio mito.
—¿El escenario de la construcción de ese mito que estaba naciendo eran los bares?
—Sí, claro, los bares y cafés eran escenarios porque era una ciudad más pequeña donde había una interacción y estaba la reunión. Por ejemplo, en el año 24 se publica una revista de cultura que se llamaba Martín Fierro, que fue un acontecimiento. Ha llegado a vender 50 mil ejemplares en una ciudad que apenas llegaba a un millón de habitantes. Aún hoy que la urbe es tres veces más grande sería inmenso. Había muchos núcleos, la Richmond, el Tortoni o la confitería La Perla del Once.
—Al pasar dijo que Xul Solar era un personaje y la elección de esa palabra no me parece casual, porque fue personaje de páginas memorables de la literatura argentina.
—Alejandro Schulz tenía mucha amistad y lo apreciaban muchísimo los escritores de su época, en particular tres, de manera que lo incluyeron en sus libros: Borges, su gran amigo y admirador incondicional, que permanentemente lo citaba en sus libros y la gente decía "¿qué es Xul, es un invento?". Después, Marechal, que fue su amigo de juventud; lo incluyó como personaje en su gran novela Adán Buenosayres, una de las grandes novelas del siglo XX en Argentina, que son las correrías durante dos días de un grupo de muchachos en la Ciudad. Ahí hay un personaje que es el astrólogo Shulze, con la característica de que los demás personajes, por ejemplo Scalabrini Ortiz o incluso el propio Borges, son parodias porque Adán Buenosayres es satírica; en cambio el astrólogo es un retrato de ese hombre, amante del cielo y de los enigmas.
—Y el tercero es Macedonio…
—Es el tercer gran escritor que lo incluye y dialoga con él. Se da la siguiente paradoja: Xul Solar como pintor no fue apreciado por su época y por su medio, la Academia Argentina del Arte nunca lo incluyó en las historias que iban saliendo. Sin embargo, la crítica no, pero estos escritores lo tenían, incluso el propio Borges, como un genio.
—Borges casi que lo tiene como coautor de uno de sus mejores cuentos, "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius".
—Claro, la relación entre Borges y Xul empieza en el año 24. Los dos habían vivido años en Europa, volvieron prácticamente al mismo tiempo y se encontraron un día en un café. Xul Solar le dice: "Mirá, Georgie, me traje como trescientos libros", y Borges le preguntó qué había traído, y entonces él empezó a comentar que había traído filosofía, poesía, literatura fantástica, y Borges quedó literalmente fascinado por esas líneas de las lecturas de Xul y quiso ir a verla. Cuando vio esa biblioteca, cayó rendido a sus pies y desde entonces se formó una gran amistad. Borges sobrevivió largamente a su amigo y fue durante toda su vida un admirador y un divulgador constante de la obra de Xul y, también, un contador de anécdotas.
—¿Por ejemplo?
—Me acuerdo muchísimas pero cuento una, Borges decía: "Xul es un hombre muy raro, va a muchas fiestas y reuniones porque lo invitan y cuando va de visita a una casa, primero que nada saluda y después va a la cocina y saluda especialmente al servicio, y no se va sin darle la mano al cocinero, a las sirvientas".
—¿Cómo marcó la vida y la obra de Xul Solar el hecho de haber trabajado y vivido su padre y él en la penitenciaría que estaba en donde hoy está el Parque Las Heras?
—Es bastante extraño todo eso, yo avanzo hacia alguna teoría: en los cuadros de Xul Solar, que son dos mil, hay muchas murallas, banderas, fuertes, torres, perfiles de ciudades. Esa iconografía está bastante presente. Me llamó siempre la atención ese hecho. Otra cosa muy interesante es que él vivió muchos años en Europa y mientras estaba allí le mandaba al padre, que estaba separado de la madre, postales y en las postales ponía "Ingeniero Schulze, Penitenciaría Nacional Buenos Aires". Claro, la Penitenciaría era un edificio imponente que fue demolido recién en 1961. Ese es un lugar muy literario, es un lugar como una cruza literario e histórico. Borges y [Adolfo] Bioy publicaron un libro que se llama Seis problemas para don Isidro Parodi, que eran cuentos policiales con enigmas que resolvía Parodi, un preso detenido en la celda 263 de la Penitenciaría. Ese lugar tenía como una cosa mitológica, luego también fue escenario de terribles situaciones históricas: ahí fue fusilado Severino di Giovanni, fue fusilado el general Juan José Valle en 1956.
—Respecto de los doce años en Europa que pasó Xul Solar, usted dice que tenía un triángulo compuesto por tres ciudades: Londres, Munich y Florencia. ¿Qué significaron esas tres ciudades?
—A este hombre le interesaban todo tipo de signos, era panreligioso, o sea, se prendía en todo: era católico, pero también masón, era espiritista. No sé si tenía algún significado ese triángulo que creo que es un signo masón. Son lugares emblemáticos del arte del siglo XX. Londres fue muy importante, allí se inició en el ocultismo, lo inició un personaje llamado Aleister Crowley, bastante siniestro el hombre que unos años después se hizo famoso porque los Beatles lo incluyeron, como juego quizás, como portada de uno de sus más famosos discos. Era un ocultista, un hombre que practicaba religiones prohibidas y hacía iniciaciones, cultos satánicos. Tuvo mucha relación con el gran poeta portugués Fernando Pessoa, y ambos —a Pessoa y a Xul— los inició en el ocultismo.
—¿Xul Solar sentía curiosidad y atracción por todas las expresiones artísticas? Pareciera que ninguna le era ajena.
—Así es, eso lo caracteriza mucho, su curiosidad absolutamente imparable y la forma que él incorpora todos esos elementos que conforman su pintura, signos, números, letras, frases o palabras que a veces son en castellano y a veces en esos lenguajes que él inventó como el neocriollo. Nada de eso es nuevo en el arte, lo hizo Paul Klee, lo hizo [Vasili] Kandinsky, lo hizo [Pablo] Picasso al comienzo del siglo XX, pero Xul los integró a todos esos elementos de una manera original, los desarrolló, los exploró a lo largo de muchos años e hizo una obra que hoy, muchos años después, porque ha pasado medio siglo, la gente sigue fascinándose.
—¿Cómo surge en Xul el neocriollo?
—Había un elemento muy latinoamericano en Xul Solar que se dirigía a ver los orígenes; así como le interesaba Egipto y Asia, también le interesaba América Latina. Por ejemplo, proyectó una bandera de América Latina, que era con los colores del arco iris, que muchos años después tomó el movimiento gay. Muchos de los elementos que figuran en su iconografía como distintivos provenían de la mitología maya o azteca. El neocriollo era una especie de intento de fusionar básicamente el portugués y el español, era un poco el portuñol. Muchas de las invenciones de Xul tuvieron después realización práctica, por ejemplo, él pergeñó el fútbol doble, un fútbol que se jugara al mismo tiempo un partido en cada pedazo de la cancha, dos partidos simultáneos porque decía que cien metros era una cancha muy grande, entonces hay que hacer dos, de alguna manera fue un precedente porque hoy, cuando se juegan dos partidos importantes, la televisión parte la pantalla y estamos viendo dos partidos. También proyectó una cámara en la cabeza, embutida dentro del cráneo.
—Por todo eso uno puede decir que Xul Solar es mucho más que un pintor.
—Creo que sí, ha pasado con Xul algo muy particular es que cuando pintaba, le iba mal como pintor pero siguió adelante con su obra. De todas maneras, el arte plástico es muy distinto en la época de él y hoy, hubo un momento que se disparó. Xul pintaba sus pequeñas acuarelas y las vendía de vez en cuando; tenía muchas en su casa que no podía colocar. Pero a menudo las vendía a cien pesos, esas obras hoy valen cien mil dólares. A veces hacía alguna exposición pero se lo tomaba con mucha calma. Lo que pasa es que la crítica no lo recibía, era considerado un excéntrico, para algunos también un chanta. Me contaba Rogelio García Lupo que en su infancia vivía cerca de la casa de Xul, en Laprida 1212, y cuando iba de la mano del padre e iban a pasar por la vereda de la casa, el padre cruzaba y decía: "No, por esa casa no quiero pasar porque ahí hay cosas raras". No olvidemos este hecho que es importantísimo: Xul Solar no vivía de sus dibujos o pinturas, vivía de hacer cartas astrales y horóscopos.
—¿Podríamos decir que hay un Xul póstumo?
—Le tocó aquel momento del arte plástico, fue el Xul póstumo el que ganó esa batalla después de muerto, ubicarse y situarse en el mundo del galerismo, del comercio del arte y las grandes cotizaciones. Cuando muere Xul Solar, en el año 63, su viuda, Lita Cadenas, quedó en una situación bastante mala, por no decir horrible. Pasó hambre esa mujer y después apareció un marchand, Jorge Povarché, que después fundaría la Galería Rubbers, que fue haciendo una tarea lenta de rescatar la obra junto a algunos críticos que apreciaban esa obra. Xul Solar tuvo un enemigo o un contradictor. Había un hombre muy importante en el arte argentino que se llamaba José León Pagano, que era el crítico de La Nación y el presidente de la Academia de Arte. Este hombre, como otros muchos, lo consideraban un excéntrico que no pasaba de ahí y entonces esto impidió su avance, lo cual a Xul Solar no pareció perturbarlo mucho y buscó otras estrategias, ya que la crítica no lo difundía. Escribía o a veces lo reportaban en revistas como Coche a la vista El Gráfico, donde llegaba como personaje extravagante a mucho más público.