Todos hemos comprobado la capacidad
que tiene el cariño de otra persona
para derretir nuestra coraza.
Cuando nos sentimos alterados
suele suceder que no somos capaces
de derretirnos y llorar hasta que hay
otra persona con el cariño suficiente
para escucharnos o para darnos un abrazo.
Cuando alguien nos dice,
como recomienda Thich Nhat Hanh,
«Cariño, aprecio tu sufrimiento»,
comienza entonces
una sanación profunda.
Podemos estar muy dispuestos
a ofrecer a los demás este cariño,
pero también podemos aprender
a ofrecernos a nosotros mismos
una atención delicada como ésta.
Con la misma ternura
con que podríamos acariciar
la mejilla de un niño dormido,
podemos ponernos suavemente
una mano en nuestra propia mejilla
o en el corazón.
Podemos consolarnos
con palabras de bondad
y de comprensión.
Al principio puede parecernos
raro y extraño ofrecernos
a nosotros mismos un cariño así...
A veces, ampliar la compasión
hasta nosotros mismos de esta manera
resulta francamente incómodo.
Puede desencadenar
una sensación de vergüenza
por estar tan faltos
de cariño y no merecerlo;
vergüenza por ser demasiado
tolerantes con nosotros mismos.
Pero este acto revolucionario
de tratarnos a nosotros mismos
con ternura puede empezar a desmontar
los mensajes de aversión de toda una vida.
Tara Brach
Aceptación Radical
Ilustradora Bea Müller
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