martes, 3 de enero de 2012

El hombre prisionero de si mismo

¿QUÉ SOY? “El Hombre Prisionero de si mismo”. En verdad es un tema que se ha suscitado a lo largo de la historia de la humanidad. Pensadores, filósofos y literatos lo han abordado largamente con más o menos fortuna. Calderón de la Barca en la Vida es Sueño, plantea este tema en el personaje de Segismundo y sus reflexiones alcanzan uno de sus puntos más álgidos en los famosos versos: Es verdad, pues reprimamos esta fiera condición, esta furia, esta ambición, por si alguna vez soñamos. Y sí haremos, pues estamos en mundo tan singular que el vivir solo es soñar y todo el que vive sueña lo que es hasta despertar. Sueña el rey que es rey y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando y este aplauso, que recibe prestado, en el viento escribe y en cenizas le convierte la muerte ¡desdicha fuerte! ¡Que hay quien intente reinar Viendo que ha de despertar En el sueño de la muerte! Sueña el rico en su riqueza que más cuidados le ofrece; sueña el pobre que padece su miseria y su pobreza; sueña el que a medrar empieza, sueña el que afana y pretende, sueña el que agravia y ofende; y en el mundo en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende. Yo sueño que estoy aquí de estas prisiones cargado y soñé que en otro estado más lisonjero me vi. ¿Qué es la vida? un frenesí. ¿Qué es la vida? una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño, que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son. Lo primero que hay que preguntarse es: ¿De qué somos prisioneros? ¿De nuestro deseo de seguridad material? ¿De nuestro deseo de saber? ¿De nuestro deseo de ser felices? De manera que podríamos afirmar que nuestra vida es una búsqueda constante por conseguir cosas, por alcanzar algo. Centrémonos en una de estas búsquedas. Por ejemplo, consideremos la seguridad, y hagámonos la pregunta: ¿estamos buscando la seguridad realmente? ¿O lo que en realidad buscamos es ser libres de la inseguridad? Esta es una pregunta muy importante. Swami Dayananda en su libro “Discernir las realidades” dice: “¿Quién quiere muletas? Solo el que no puede valerse por si mismo. Mientras uno se sienta inseguro de mantenerse en pie por si mismo, querrá muletas y de hecho las necesitará. Sin embargo el que está seguro ni las necesita ni las desea.” Cuando buscamos cualquier tipo de seguridad, lo hacemos porque tenemos miedo de algo, y es importante saber lo que está pasando. El hecho es que uno se siente inseguro de si mismo y el hombre encuentra siempre razones para su inseguridad, razones que son válidas para cada persona. De modo que estas razones que nos parecen válidas deberían ser analizadas y sopesadas para ver la realidad que hay en ellas. Volviendo a Dayananda: “No aguanto ser inseguro, y eso significa que estoy buscando liberarme de la inseguridad. Cuando busco liberarme de la inseguridad, ¿debo buscar seguridad, o debería preguntarme por qué soy inseguro? ¿Qué es más correcto? Cuando busco seguridad, doy por sentado que soy alguien inseguro. Pero, ¿es cierto? ¿En qué razones baso esta conclusión?” Quizá en el hecho de que creemos que somos el cuerpo. Esta creencia nos produce una enorme inseguridad, porque el cuerpo físico está sujeto a la enfermedad, al dolor, al decaimiento y a la muerte. Si somos esta entidad física, que realmente nunca está completa, pues cambia continuamente y está en riesgo permanente, es normal que nos sintamos inseguros. Sin embargo, aunque nos creemos el cuerpo, ¿de verdad somos el cuerpo? ¿O bien deberíamos decir con más precisión que tenemos un cuerpo a nuestro servicio? Pongamos el caso más drástico, por ejemplo una amputación. Si nuestro cuerpo pierde un brazo o una pierna, nuestro esencia, lo que de verdad somos, ¿se ve disminuido? ¿dejamos de ser una persona? Si racionalmente reconocemos que no somos nuestro cuerpo, sino que este es un instrumento al servicio de nuestra persona, entonces ¿esto significa que somos nuestra mente? ¿somos ese conjunto de pensamientos, principios, valores, habilidades, etc…? ¿Somos entonces también ese conjunto de opiniones ilógicas, deseos irracionales, prejuicios, manías, miedos, etc…que parecen caracterizarnos? Está claro que al igual que el cuerpo, nuestra mente también es algo inestable. El hecho es que nuestra mente cambia aún con más rapidez que nuestro cuerpo. Las ideas y pensamientos de nuestra infancia no son los mismos que los de nuestra adolescencia, y estos a su vez son distintos de los de nuestra etapa adulta. Si bien en nuestro cuerpo pueden reconocerse ciertos rasgos característicos a lo largo de toda la vida, a veces no nos reconocemos a nosotros mismos en las ideas que manteníamos hace un tiempo. .Nuestras opiniones pueden ser rebatidas, lo que creíamos honestos principios y valores inamovibles alguien podría demostrarnos que no son sino fanatismo. En estas circunstancias, si identificamos lo que somos con la mente, también nos sentiremos inseguros. Es más, la inseguridad que nos produce el creernos el cuerpo, también tiene su origen en la mente. Al fin y al cabo, el cuerpo es solo un conjunto de materiales interrelacionados por reacciones físico-químicas, gobernado por la mente. Cuando sentimos miedo, incluso aquél que llamamos “físico”, en realidad lo que ocurre es que una idea o una emoción en la mente nos ha producido este miedo. El miedo no se puede ver, ni oír, ni medir, ni pesar; el miedo se experimenta, se siente, luego reside en la mente. Podemos concluir que la mente es también otro instrumento al servicio de lo que realmente somos, de nuestro verdadero ser. Pero el hecho es que usamos la mente como un instrumento solo ocasionalmente, en realidad la mente nos utiliza la mayor parte del tiempo. Habitualmente nos creemos que lo único que somos es este conjunto de mente-cuerpo, que las limitaciones de nuestro cuerpo o de nuestra mente son nuestras propias limitaciones y por lo tanto insalvables. Creemos que nuestras ideas, opiniones, prejuicios, miedos, somos nosotros, sin posibilidad alguna de superarlos. Cuantas veces no habremos dicho eso de: “es que yo soy así, eso no puede cambiar, así que tenéis que aceptarme”. A esto es a lo que podemos llamar nuestra cárcel, construida ladrillo a ladrillo, barrote a barrote, manía a manía, miedo a miedo, por nosotros mismos. Somos prisioneros de nuestra imagen, de nuestros deseos, de nuestras aversiones, etc…, pero realmente son nuestros en el sentido de que los poseemos, o es al revés somos suyos porque nos poseen. Cuando somos capaces de utilizar la mente de forma apropiada nos vemos a nosotros mismos como algo distinto de la mente, puesto que podemos observarla, dirigirla y tenerla bajo control. Pero si estamos tristes, enfadados, airados o temerosos, estados que por otra parte no deseamos, es señal de que la mente nos domina, cosa que solo puede ocurrir a través de procesos de pensamiento. Vamos a leer un texto de Swami Dayananda que explica esto: “Los sentidos pueden ser llamados instrumentos externos de percepción, debidos a que están expuestos al mundo exterior. Ellos permiten ver, oír, gustar, tocar y oler, contribuyendo así a reunir el conocimiento del mundo exterior. Para percibir un objeto, la mente es también necesaria, la percepción es imposible si la mente no está presente detrás de los sentidos. Esto es, para que haya una modificación relevante en la forma de un pensamiento, es necesario que la percepción tenga lugar. De hecho, no es el objeto ante vosotros lo que estáis viendo; lo que veis es lo que ocurre en vuestra mente. Si lo que ocurre en vuestra mente y lo que hay delante son idénticos, entonces vuestro conocimiento será válido. Por tanto la mente es un instrumento interno, que es un factor de gran importancia para entender el mundo. También hacéis interferencias con la mente basadas en los datos de percepción. Cuando interferís usáis la mente. Otra vez es un instrumento interno en manos de alguien y este alguien eres tú, la persona a la que nos referimos con la palabra ‘Yo’. Pero con mucha frecuencia la mente no parece ser un instrumento, sino que parece la persona misma. Los caminos de la mente son tan oscuros para nosotros que la mente y el ‘Yo’ parecen ser idénticos.” A continuación Swami Dayananda pone un ejemplo: “Consideremos un actor "A" que representa en la escena a un mendigo "B". De acuerdo al guión "B" tiene que sufrir severas privaciones en su vida de mendigo. De modo que "A" (el actor) tiene que mendigar de una forma muy convincente. De hecho, "A" se convierte en el mejor mendigo que puedas imaginarte; sin embargo, en su interior, "A" está libre. De acuerdo al guión, "B" (el personaje) tiene que derramar abundantes lágrimas, y "A" (el actor) es capaz de traer lágrimas reales a sus ojos, mientras se felicita por lo bien que representa su papel. Cuando la representación finaliza, "A" recibe felicitaciones y se siente feliz de haber llorado tan bien.” Pero imaginemos que el actor, durante su representación, se olvidase de que el que sufre es solo un personaje, y llegara a creerse realmente un mendigo. Esto es lo que nos ocurre a nosotros cuando permitimos que la mente suplante a nuestro verdadero ser. Veamos una descripción de este proceso según el Katha Upanishad: “El Ser viaja en el carro del cuerpo, el intelecto es el firme conductor, la mente discursiva las riendas. Los sentidos son los caballos, los objetos de deseo los caminos. Cuando el Ser está unido al cuerpo, la mente y los sentidos, solamente él se divierte. Cuando a un hombre le falta tranquilidad, y es incapaz de controlar su mente, sus sentidos hacen inmanejables los caballos. Pero si controla su mente, el hombre juicioso, maneja a los caballos.” ¿Quién o qué es este Ser del que habla el Katha Upanishad? En palabras del propio Upanishad: “El Ser individual y el Ser Universal, viven en el corazón, como la sombra y la luz. Aunque más allá del placer, disfruta del resultado de las acciones. Esto es lo que dicen, todos los que conocen al Espíritu, ya sea un padre de familia o un asceta. El hombre puede encender este Fuego, este Espíritu, que es un puente para todos los que hacen sacrificios, y una guía para todos aquellos que van más allá del miedo.” También se dice lo siguiente en el mismo Upanishad: “El Ser lo sabe todo, no nace ni muere, no es el efecto de ninguna causa, es eterno, existe por sí mismo, imperecedero, antiguo. El que piensa que él mata o que él puede ser muerto, es un ignorante. Él ni mata ni puede ser matado. El Ser es menor que lo más pequeño y más grande que lo más grande. Él vive en todos los corazones. Cuando el hombre se encuentra al fin libre de deseos, entonces le encuentra a Él y se eleva más allá del dolor. El que conoce al Ser, está sin cuerpo entre los cuerpos, permanece inmutable entre los cambios, prevalece en cualquier lugar, y está más allá del dolor. El Ser no puede ser conocido a través de discursos, Él llega al hombre que ama, toma el cuerpo de este hombre para sí mismo.” Fuente: http://www.senderoespiritual.com/el-hombre-prisionero-de-s-mismo/

No hay comentarios:

Publicar un comentario