El hombre prisionero de si mismo
¿QUÉ SOY?
“El Hombre Prisionero de si mismo”. En verdad es un tema que se ha suscitado a
lo largo de la historia de la humanidad. Pensadores, filósofos y literatos lo han
abordado largamente con más o menos fortuna. Calderón de la Barca en la
Vida es Sueño, plantea este tema en el personaje de Segismundo y sus
reflexiones alcanzan uno de sus puntos más álgidos en los famosos versos:
Es verdad, pues reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular
que el vivir solo es soñar
y todo el que vive sueña
lo que es hasta despertar.
Sueña el rey que es rey
y vive con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe
y en cenizas le convierte
la muerte ¡desdicha fuerte!
¡Que hay quien intente reinar
Viendo que ha de despertar
En el sueño de la muerte!
Sueña el rico en su riqueza
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende;
y en el mundo en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
de estas prisiones cargado
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? un frenesí.
¿Qué es la vida? una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño,
que toda la vida es sueño
y los sueños, sueños son.
Lo primero que hay que preguntarse es: ¿De qué somos prisioneros?
¿De nuestro deseo de seguridad material? ¿De nuestro deseo de saber? ¿De
nuestro deseo de ser felices? De manera que podríamos afirmar que nuestra
vida es una búsqueda constante por conseguir cosas, por alcanzar algo.
Centrémonos en una de estas búsquedas. Por ejemplo, consideremos la
seguridad, y hagámonos la pregunta: ¿estamos buscando la seguridad
realmente? ¿O lo que en realidad buscamos es ser libres de la inseguridad?
Esta es una pregunta muy importante. Swami Dayananda en su libro “Discernir
las realidades” dice:
“¿Quién quiere muletas? Solo el que no puede valerse por si mismo.
Mientras uno se sienta inseguro de mantenerse en pie por si mismo, querrá
muletas y de hecho las necesitará. Sin embargo el que está seguro ni las
necesita ni las desea.”
Cuando buscamos cualquier tipo de seguridad, lo hacemos porque
tenemos miedo de algo, y es importante saber lo que está pasando. El hecho
es que uno se siente inseguro de si mismo y el hombre encuentra siempre
razones para su inseguridad, razones que son válidas para cada persona. De
modo que estas razones que nos parecen válidas deberían ser analizadas y
sopesadas para ver la realidad que hay en ellas.
Volviendo a Dayananda:
“No aguanto ser inseguro, y eso significa que estoy buscando liberarme
de la inseguridad. Cuando busco liberarme de la inseguridad, ¿debo buscar
seguridad, o debería preguntarme por qué soy inseguro? ¿Qué es más
correcto? Cuando busco seguridad, doy por sentado que soy alguien inseguro.
Pero, ¿es cierto? ¿En qué razones baso esta conclusión?”
Quizá en el hecho de que creemos que somos el cuerpo. Esta creencia
nos produce una enorme inseguridad, porque el cuerpo físico está sujeto a la
enfermedad, al dolor, al decaimiento y a la muerte. Si somos esta entidad
física, que realmente nunca está completa, pues cambia continuamente y está
en riesgo permanente, es normal que nos sintamos inseguros.
Sin embargo, aunque nos creemos el cuerpo, ¿de verdad somos el
cuerpo? ¿O bien deberíamos decir con más precisión que tenemos un cuerpo a
nuestro servicio?
Pongamos el caso más drástico, por ejemplo una amputación. Si nuestro
cuerpo pierde un brazo o una pierna, nuestro esencia, lo que de verdad somos,
¿se ve disminuido? ¿dejamos de ser una persona?
Si racionalmente reconocemos que no somos nuestro cuerpo, sino que
este es un instrumento al servicio de nuestra persona, entonces ¿esto significa
que somos nuestra mente? ¿somos ese conjunto de pensamientos, principios,
valores, habilidades, etc…? ¿Somos entonces también ese conjunto de
opiniones ilógicas, deseos irracionales, prejuicios, manías, miedos, etc…que
parecen caracterizarnos?
Está claro que al igual que el cuerpo, nuestra mente también es algo
inestable. El hecho es que nuestra mente cambia aún con más rapidez que
nuestro cuerpo. Las ideas y pensamientos de nuestra infancia no son los
mismos que los de nuestra adolescencia, y estos a su vez son distintos de los
de nuestra etapa adulta. Si bien en nuestro cuerpo pueden reconocerse ciertos
rasgos característicos a lo largo de toda la vida, a veces no nos reconocemos a
nosotros mismos en las ideas que manteníamos hace un tiempo.
.Nuestras opiniones pueden ser rebatidas, lo que creíamos honestos
principios y valores inamovibles alguien podría demostrarnos que no son sino
fanatismo. En estas circunstancias, si identificamos lo que somos con la mente,
también nos sentiremos inseguros.
Es más, la inseguridad que nos produce el creernos el cuerpo, también
tiene su origen en la mente. Al fin y al cabo, el cuerpo es solo un conjunto de
materiales interrelacionados por reacciones físico-químicas, gobernado por la
mente. Cuando sentimos miedo, incluso aquél que llamamos “físico”, en realidad
lo que ocurre es que una idea o una emoción en la mente nos ha producido
este miedo. El miedo no se puede ver, ni oír, ni medir, ni pesar; el miedo se
experimenta, se siente, luego reside en la mente.
Podemos concluir que la mente es también otro instrumento al servicio
de lo que realmente somos, de nuestro verdadero ser.
Pero el hecho es que usamos la mente como un instrumento solo
ocasionalmente, en realidad la mente nos utiliza la mayor parte del tiempo.
Habitualmente nos creemos que lo único que somos es este conjunto de
mente-cuerpo, que las limitaciones de nuestro cuerpo o de nuestra mente son
nuestras propias limitaciones y por lo tanto insalvables. Creemos que nuestras
ideas, opiniones, prejuicios, miedos, somos nosotros, sin posibilidad alguna de
superarlos. Cuantas veces no habremos dicho eso de: “es que yo soy así, eso
no puede cambiar, así que tenéis que aceptarme”.
A esto es a lo que podemos llamar nuestra cárcel, construida ladrillo a
ladrillo, barrote a barrote, manía a manía, miedo a miedo, por nosotros mismos.
Somos prisioneros de nuestra imagen, de nuestros deseos, de nuestras
aversiones, etc…, pero realmente son nuestros en el sentido de que los
poseemos, o es al revés somos suyos porque nos poseen.
Cuando somos capaces de utilizar la mente de forma apropiada nos
vemos a nosotros mismos como algo distinto de la mente, puesto que podemos
observarla, dirigirla y tenerla bajo control. Pero si estamos tristes, enfadados,
airados o temerosos, estados que por otra parte no deseamos, es señal de que
la mente nos domina, cosa que solo puede ocurrir a través de procesos de
pensamiento.
Vamos a leer un texto de Swami Dayananda que explica esto:
“Los sentidos pueden ser llamados instrumentos externos de percepción,
debidos a que están expuestos al mundo exterior. Ellos permiten ver, oír,
gustar, tocar y oler, contribuyendo así a reunir el conocimiento del
mundo exterior. Para percibir un objeto, la mente es también necesaria,
la percepción es imposible si la mente no está presente detrás de los
sentidos. Esto es, para que haya una modificación relevante en la forma
de un pensamiento, es necesario que la percepción tenga lugar. De
hecho, no es el objeto ante vosotros lo que estáis viendo; lo que veis es
lo que ocurre en vuestra mente. Si lo que ocurre en vuestra mente y lo
que hay delante son idénticos, entonces vuestro conocimiento será
válido. Por tanto la mente es un instrumento interno, que es un factor de
gran importancia para entender el mundo. También hacéis interferencias
con la mente basadas en los datos de percepción. Cuando interferís usáis
la mente. Otra vez es un instrumento interno en manos de alguien y este
alguien eres tú, la persona a la que nos referimos con la palabra ‘Yo’.
Pero con mucha frecuencia la mente no parece ser un instrumento, sino
que parece la persona misma. Los caminos de la mente son tan oscuros
para nosotros que la mente y el ‘Yo’ parecen ser idénticos.”
A continuación Swami Dayananda pone un ejemplo:
“Consideremos un actor "A" que representa en la escena a un mendigo "B".
De acuerdo al guión "B" tiene que sufrir severas privaciones en su vida de
mendigo. De modo que "A" (el actor) tiene que mendigar de una forma
muy convincente. De hecho, "A" se convierte en el mejor mendigo que
puedas imaginarte; sin embargo, en su interior, "A" está libre. De acuerdo
al guión, "B" (el personaje) tiene que derramar abundantes lágrimas, y "A"
(el actor) es capaz de traer lágrimas reales a sus ojos, mientras se
felicita por lo bien que representa su papel. Cuando la representación
finaliza, "A" recibe felicitaciones y se siente feliz de haber llorado tan bien.”
Pero imaginemos que el actor, durante su representación, se olvidase de
que el que sufre es solo un personaje, y llegara a creerse realmente un
mendigo. Esto es lo que nos ocurre a nosotros cuando permitimos que la
mente suplante a nuestro verdadero ser.
Veamos una descripción de este proceso según el Katha Upanishad:
“El Ser viaja en el carro del cuerpo, el intelecto es el firme conductor, la
mente discursiva las riendas.
Los sentidos son los caballos, los objetos de deseo los caminos. Cuando
el Ser está unido al cuerpo, la mente y los sentidos, solamente él se
divierte.
Cuando a un hombre le falta tranquilidad, y es incapaz de controlar su
mente, sus sentidos hacen inmanejables los caballos.
Pero si controla su mente, el hombre juicioso, maneja a los caballos.”
¿Quién o qué es este Ser del que habla el Katha Upanishad? En
palabras del propio Upanishad:
“El Ser individual y el Ser Universal, viven en el corazón, como la sombra
y la luz. Aunque más allá del placer, disfruta del resultado de las
acciones. Esto es lo que dicen, todos los que conocen al Espíritu, ya sea
un padre de familia o un asceta.
El hombre puede encender este Fuego, este Espíritu, que es un puente
para todos los que hacen sacrificios, y una guía para todos aquellos que
van más allá del miedo.”
También se dice lo siguiente en el mismo Upanishad:
“El Ser lo sabe todo, no nace ni muere, no es el efecto de ninguna
causa, es eterno, existe por sí mismo, imperecedero, antiguo.
El que piensa que él mata o que él puede ser muerto, es un ignorante. Él
ni mata ni puede ser matado.
El Ser es menor que lo más pequeño y más grande que lo más grande.
Él vive en todos los corazones. Cuando el hombre se encuentra al fin
libre de deseos, entonces le encuentra a Él y se eleva más allá del dolor.
El que conoce al Ser, está sin cuerpo entre los cuerpos, permanece
inmutable entre los cambios, prevalece en cualquier lugar, y está más
allá del dolor. El Ser no puede ser conocido a través de discursos, Él
llega al hombre que ama, toma el cuerpo de este hombre para sí
mismo.”
Fuente: http://www.senderoespiritual.com/el-hombre-prisionero-de-s-mismo/
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