"La noche que me senté a leer a Dostoyevski por primera vez fue un acontecimiento de la mayor importancia en mi vida, más importante incluso que mi primer amor. Fue el primer acto deliberado, consciente, que tuvo sentido para mí; cambió la faz del mundo por completo. Ya no sé si es verdad que el reloj se paró en el momento en que alcé la vista después del primer trago intenso. Pero el mundo se detuvo en seco, eso lo sé. Fue mi primera vislumbre del alma del hombre, ¿o debería decir que Dostoievski fue el primer hombre que me reveló su alma? Quizás hubiera sido yo ya un poco raro antes, sin darme cuenta, pero desde el momento en que me sumergí en Dostoievski fui clara e irrevocablemente raro y satisfecho de serlo. El mundo ordinario, despierto, cotidiano, había acabado para mí. Era como el hombre que ha estado mucho tiempo en las trincheras, demasiado tiempo bajo el fuego. De pronto, la aflicción, la envidia y las ambiciones humanas ordinarias de este mundo... eran porquería para mí."
Henry Miller
Trópico de Capricornio
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