El Buddhismo atribuye gran importancia a la necesidad de la concentración y la meditación, que conducen al desarrollo de las facultades espirituales internas. La vida subjetiva es tan importante como la rutina diaria y son esenciales períodos de quietud dedicados a la actividad interior para una vida equilibrada. Los budhistas deberán estar en todo momento atentos y con autodominio, absteniéndose de apego emocional o mental al "espectáculo transitorio". Esta actitud de aumento de atención a las circunstancias, que sabe son de su propia creación, le ayuda a mantener siempre bajo control su reacción ante ellas.
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