Pero no quería orar, se repitió más de una vez débilmente. No quería porque sabía que ése sería el remedio. Pero un remedio como la morfina que adormece cualquier tipo de dolor. Como la morfina que se necesita cada vez más y en mayores dosis para sentir su efecto. No, aún no estaba tan agotada como para que intentara cobardemente rezar en vez de descubrír el dolor, de sufrirlo, de poseerlo enteramente para conocer todos sus misterios. Y aún si rezara... Terminaría en un convento, porque para su avidez toda la morfina sería poca. Y esto sería la degradación final, el vicio. Sin embargo, por un camino natural, si no buscará un dios exterior terminaría por endiosarse, por explotar su propio dolor, amando su pasado, buscando refugio y calor en sus propios pensamientos, ... Existía el peligro de establecerse en el sufrimiento y organizarse dentro de él, lo que sería un vicio y también un calmante.
CLARICE Lispector,
Cerca del corazón salvaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario