No es el lugar; son los momentos que quedaron atrapados en él.
No extrañamos calles, paredes o paisajes, sino las risas, las conversaciones, las miradas compartidas. Es la nostalgia de lo que fuimos en ese sitio, de lo que sentimos ahí, lo que nos llama de vuelta.
Porque al final, no se extrañan los sitios; se extraña el sentir.
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