Respira. El fin es aprender día a día, y al siguiente, recordar lo aprendido. No pasa nada si hoy no aciertas a decir lo que sientes de verdad. Tampoco pasa nada si otro día sólo puedes hablar sin parar de cosas que no has pensado lo suficiente. No pasa nada si dices A, y luego pensándolo era B. Si la incontinencia verbal te supera ante personas que igual no tenían por qué entenderte... respira. Nadie piensa tanto en ti. Las vidas pesan más que las anécdotas, y tú eres una anécdota en la vida de los demás, así como los demás en la tuya. No le des más vueltas, quédate con lo importante. No te regodees en la culpa, en lo malo que puedan pensar (si es que llegaran a pensarlo), en el arrepentimiento. Guarda los matices para quienes tienen tiempo de conocerte. Aprende a gestionar tus silencios y tus ruidos para la próxima. No tienes que demostrar nada a nadie, sólo a ti y a quienes residen en tu corazón.
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