Remedios, la mujer que dejó una huella en la historia argentina
Fue la esposa de San Martín y una pieza clave en la gesta del cruce de los Andes. Su historia confirma que en un matrimonio feliz, una muerte puede significar dos muertes.
Entonces, se preguntarán cuál es el motivo para que su nombre esté tan difundido. Creo que son dos los motivos para que esta joven mujer, que era argentina, figure con relieves propios y no sólo en la denominación de calles o pueblos. El primero de los motivos fue diríamos, circunstancial. Se casó con el héroe máximo de la argentinidad: el general José de San Martín.
Pero este sólo hecho no hubiera bastado para que trascendiera tanto su nombre. Digamos antes que Remedios de Escalada se casó con San Martín, una semana antes de cumplir los 15 años. San Martín tenía 34 años en ese momento. Algo impensando en la actualidad.
Tres años después, una hija completó la dicha del matrimonio. La llaman Mercedes. Pero San Martín estaba preparando el cruce de la Cordillera, para liberar a Chile y a Perú. El futuro Libertador había sido designado por el Director Supremo Gervasio Posadas, Gobernador-Intendente de Cuyo. Y allá fue Remedios, con su hijita a acompañarlo.
Pero no sólo eso. Y aquí está el segundo motivo de la permanencia de su nombre en nuestra historia. Participó, allí en Mendoza en múltiples tareas. Donó sus alhajas -era de una familia de fortuna- para comprar pertrechos para el ejército. Y “casi” obligó a las damas patricias de Mendoza y de Buenos Aires a imitarla.
Trabajaba 15 horas diarias en la Sociedad Patriótica, que atiende los problemas familiares y humanos de las tropas y le dio a su esposo el respaldo espiritual que los elegidos también necesitan. Pero su salud no la acompañaba.
A su hija Merceditas, le festejó sus 6 años con una fiesta. Durante la misma, Remedios de Escalada mantuvo un diálogo con su amiga Mariquita Sánchez de Thompson, que le preguntaba si se sentía feliz esa noche.
- Te lo pregunto porque tu esposo no ha podido venir.
- No estoy feliz pvorque adivino que no llegaré a ver a mi hija cumplir sus 15 años y ni siquiera los siete. Y en cuanto a mi esposo, me gustaría verlo aunque fuera una vez más.
Fue como una premonición. Merceditas cumplía los 7 años el 24 de agosto de 1823, pero veinte días antes, el 2 de agosto, moría Remedios de Escalada. San Martín estaba en Mendoza, en ese momento, y tampoco pudo ver morir a su querida compañera.
Ya el Libertador en Buenos Aires, su rostro expresaba su drama porque el dolor es el dibujante de la fisonomía. Entonces, decidió partir hacia Europa con su hijita. Pero antes hizo colocar una lápida en la tumba de Remedios con estas palabras: “Aquí yace Remedios de Escalada, esposa y amiga”.
Ella tenía, repetimos, 25 años y San Martín 45 en ese momento. Fue para él uno de esos dolores para los que las lágrimas no alcanzan.
San Martín creyó morir de pena. No murió, fìsicamente pero sintió que se le había escapado la vida definitivamente. Porque en muertes cercanas vamos muriendo. Y la muerte de un ser querido, si bien no mata, marca. Los años que le restaron de vida, que fueron 27 años más –vivió 72 en total- nadie pudo oir de su garganta una risa; sólo alguna tenue sonrisa teñida de tristeza interior.
Y finalizo con un aforismo que pretende reflejar la situación que vivió el padre de la patria desde la muerte de su esposa.
“Las tristezas nos dejan marcas que las alegrías no borran”.
Por José Narosky.
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