Son infinitas
las apariencias del mundo,
como nudos dispersos
de un gigantesco árbol
a los que amarrarse
sin tener por qué limitarse
a su corteza más áspera,
más infame:
el cielo siempre plomizo,
el triunfo de las bestias,
el barullo de los que vociferan
para disimular sus patrañas,
la miseria escondida
debajo de la avaricia.
El mundo no es únicamente
lo que parece estar siendo:
también hubo y hay aquello
que llamamos amar, jugar,
hacer poesía, demorar el tiempo,
estar entre la gente, buscar cobijo,
danzar, pensar, narrar,
hacer que todos puedan
poder lo imposible.
La vida sigue siendo
un instante que conmueve
y sigue cuando no se trata
solo de la desesperación
por salir a superficie
y respirar este aire impuro
de una tierra que agoniza.
Carlos Skliar
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