“Sobre todo, yo era un ojo, un enorme reflector que exploraba el horizonte, que giraba sin cesar, sin piedad. Ese ojo tan abierto parecía haber dejado adormecidas todas mis demás facultades; todas mis fuerzas se consumían en el esfuerzo por ver, por captar el drama del mundo. Si anhelaba la destrucción, era solo para que ese ojo se extinguiera. Anhelaba un terremoto, un cataclismo de la naturaleza que precipitase el faro en el mar, deseaba una metamorfosis, la conversión en pez, en leviatán, en destructor. Quería que la tierra se abriera, que tragase todo en un bostezo absorbente. Quería ver la ciudad enterrada en las profundidades del mar. Quería sentarme en una cueva y leer a la luz de una vela. Quería que se extinguiera ese ojo para tener ocasión de conocer mi propio cuerpo, mis propios deseos. Quería estar solo durante mil años para reflexionar sobre lo que había visto y oído... y para olvidar."
Henry Miller
Trópico de Capricornio
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