ODA A LA MUJER IMPERFECTA
Las mujeres imperfectas aman sus cuerpos, sus ciclos y lunas, con todas sus peculiaridades, tesoros y misterios.
Las mujeres imperfectas muestran con orgullo y honor las arrugas y las cicatrices, porque son las marcas que las recuerdan que fueron, son y serán más grandes que el dolor.
Las mujeres imperfectas se atreven a soñar en voz alta, avanzan al mismo paso desde distintas esferas, crean un lienzo nuevo donde todos los colores son necesarios y aceptan sus errores como forma valiosa de aprendizaje.
Las mujeres imperfectas respetan toda forma de vida y exigen de la misma manera respeto y justicia por la suya.
Las mujeres imperfectas llevan raíces en sus pies, ancladas a la Madre Tierra. Llevan en sus pasos a sus ancestras, hermanas, hijas y nietas. Bailan alrededor de las hogueras para mantener viva la llama de todas las mujeres que fueron quemadas en ellas por ser más imperfectas “de la cuenta”.
Las mujeres imperfectas celebran el inmenso regalo que les ha dado la vida al ser mujeres, gozan de su sexualidad y defienden el derecho vital de ser dueñas de sus cuerpo y sus vidas.
Las mujeres imperfectas se honran unas a otras, se dan la mano y el hombro, celebran los éxitos de las demás como si fueran suyos y lloran la lágrima de las demás como si las hirieran a ellas mismas.
Las mujeres imperfectas se rodean de hombres imperfectos, hombres sensibles, amorosos y despiertos que caminan al mismo paso, en el mismo sendero.
Las mujeres imperfectas aprenden a sentir la menstruación como un don que las convierte en dadoras de vida, como una poderosa apertura a otros mundos. Comprenden el dolor menstrual como un dolor muy antiguo de las mujeres que las precedieron por muchas generaciones y que supone la reconciliación con su útero y el útero de la madre tierra. Las mujeres imperfectas comienzan a recordar que su sangre no es basura, su sangre es sagrada y trae consigo la alquimia de la vida.
Las mujeres imperfectas levantan la voz por la femineidad muda en justicia y en derechos, por los sueños mutilados, las manos atadas por la Historia y la boca sellada por la tiranía; porque el silencio sometido contiene el grito de todas las mujeres y el grito de una sola mujer contiene el eco de todos los cantos, el cielo de todos los vuelos, la simiente de todas las flores.
En sus vientres traen un canto antiguo y una esperanza gestante. Vienen pariendo estrellas a este tiempo tan hambriento de luz.
Las mujeres imperfectas dicen bien alto que no tienen miedo, caminan sin temor y sin amnesia por un mundo lleno de miedo a las mujeres sin miedo.
Las mujeres imperfectas no son propiedad de nadie más que de sí mismas, no forman parte del masculino genérico, ni son costilla de nadie, ni objeto de deseo, ni son invisibles. Son mujeres y quieren ser nombradas como tal.
Las mujeres imperfectas son increíblemente perfectas cuando se atreven a ser imperfectas, cuando se atreven a ser quien las dé la gana ser, cuando se atreven a ser, sin más ni menos, a ser.
Las mujeres imperfectas comienzan a sentir la llamada, a reencontrarse con otras mujeres imperfectas donde se recuerdan todo aquello que el alma no debe olvidar.
Se recuerdan que no están solas, que nunca lo estuvieron; que nunca lo estarán.
Porque ser imperfectas las hace únicas, ser imperfectas las hace, al mundo, a ellos y a ellas, LIBRES.
Escrito de Ada Luz Márquez, de Madrid, España
Pintura de Catrin Welz-Stein de Suiza
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