domingo, 4 de abril de 2010
La experiencia del ser en la meditación
En la meditación hay una comprensión muy espontánea a la hora de progresar hacia el espacio de la no-mente. Lo primero, es que se disuelve la concepción misma del espacio como limitación de la consciencia. La mente divide y la no-mente multiplica hasta que se abraza la esencia misma de la multiplicidad, esto es, la infinitud. Es por esto que resulta inadecuado hablar, definir, en este ámbito de libertad absoluta. Llamarlo experiencia ya es limitar su contenido, pues toda experiencia requiere unos instrumentos perceptores, que en el cuerpo físico, están limitados a los sentidos, y en el cuerpo mental a los pensamientos. Nosotros percibimos el pensar y nos identificamos con este, pero, ¿acaso conocemos la razón exacta que motiva un tipo de pensar y no otro? Al mirar desde la consciencia, todo proceso tiene su llegar y su partida, sin que obstruya la percepción no motivada del hecho fenoménico. Franklin Merrell-Wolff prefiere llamar a la experiencia del despertar o del nirvana: “Reconocimiento”. Dijo lo siguiente relatando su propio despertar a la consciencia: “Fue un Despertar a un Conocimiento que podría denominar: Conocimiento por medio de la Identidad”. Vemos aquí que la identidad se desprende como un conocimiento esencial de la pura Realidad.
Cuando dejamos de reducir el conocimiento a la concreta experiencia que inconscientemente buscamos o anhelamos, y nos abrimos totalmente a todo lo que es, con la atención no dirigida, sin objeto alguno, entramos en la consciencia múltiple, en la llamada experiencia extática, o de unión total con el Uno. Ahí puede ocurrir cualquier fenómeno, pero la Identidad no depende de ellos. Ahí puede experimentarse la felicidad más absoluta, pero la Identidad no se esfuerza por controlar –aumentar o disminuir- esa emoción, sentimiento o pensamiento. Todo está y no está, porque ya es reconocido, ocurre sin el deseo de que ocurra, porque el deseo es necesidad, carencia, y esta felicidad siempre ha estado, no se va ni llega, somos uno con ella ahora y siempre. Krishnamurti relata así una vivencia de realización: “¡Había una calma tan honda en el aire y en mí…!, la calma que existe en el fondo de un lago profundo e insondable. Como el lago, presentía que mi cuerpo físico, con su mente y sus emociones, podía agitarse en la superficie; pero nada, absolutamente nada podía perturbar la paz de mi alma”. A pesar de los cambios aparentes que nos suceden y que incluso nos trastornan negativamente, podemos reconocer la paz absoluta del alma, intocada por nada, inalterable como la ley cósmica siempre creativa e increada que rige todos los acontecimientos.
El Katha-Upanishad dice lo siguiente: “Aquello por lo cual uno percibe lo que habita en los sueños y lo que habita en el estado de alerta como al grande y al eterno Ser, el sabio no se aflige”. Y también nos dice: “El conocimiento del Ser no nace ni muere”. Nos damos cuenta de la invulnerabilidad del conocimiento último, indefinible como concepto, pero definido como realidad reconocible en la valiosa y siempre presente Consciencia, que da luz y perenne florecer al Ser en que somos todo lo que se puede ser y no ser.
por José Manuel Martínez Sánchez
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