jueves, 25 de febrero de 2010
Los tamaños varían según el tamaño
Una persona es enorme para uno, cuando habla de lo que leyó y vivió,
cuando trata con cariño y respeto,
cuando mira a los ojos y sonríe con inocencia.
Una persona es pequeña cuando sólo piensa en sí misma,
cuando se comporta de manera poco gentil,
cuando fracasa justamente en el momento
en que tendría que demostrar lo que hay de más importante entre dos personas:
la amistad, el cariño, el respeto, el celo, y asímismo, el amor.
Una persona es gigante cuando se interesa por tu vida,
cuando busca alternativas para tu crecimiento,
cuando sueña junto contigo.
Una persona es grande cuando perdona,
cuando comprende, cuando se coloca en el lugar del otro,
cuando obra, no de acuerdo con lo que esperan de ella,
sino con lo que se espera de ella.
Una persona es pequeña cuando se deja regir por comportamientos clichés.
Una misma persona puede aparentar grandeza opequeñez dentro de una relación,
y puede crecer o disminuir en un espacio de pocas semanas.
Una decepción puede disminuir el tamaño de un amor que parecía ser grande,
y una ausencia puede aumentar el tamaño de un amor que parecía ser ínfimo.
Es difícil convivir con esta elasticidad:
las personas se agigantan y se encogen a nuestros ojos.
Nuestro juzgamiento es un hecho, no a través de centímetros y metros,
sino de acciones y reacciones, de expectativas y frustracciones.
Una persona es única al extender la mano,
y al recogerla inesperadamente, se torna otra.
El egoísmo unifica a los insignificantes.
No es la altura, ni el peso, ni los músculos
que hacen a una persona grande:
es su sensibilidad sin tamaño
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