jueves, 17 de diciembre de 2009
No a Pascua Lama
En San Juan, este año comenzará la construcción del primer yacimiento binacional, Pascua Lama, apoyado por ambos gobiernos pero criticado por pobladores de los dos lados. Utilizará diecisiete camiones con cianuro por mes. Radiografía del emprendimiento más polémico de Sudamérica.
Por Darío Aranda
Desde Tudcum y Jáchal, San Juan
“Más grande y contaminante que tres plantas de celulosa
juntas.” Es la definición de organizaciones sociales,
comunidades campesinas y entidades ambientalistas que
cuestionan el proyecto minero de oro y plata Pascua Lama,
de la empresa canadiense Barrick Gold, que en septiembre
próximo comenzará a construirse en plena Cordillera de los Andes, parte en Chile y parte en Argentina. A diferencia de
lo sucedido con las pasteras, ambos gobiernos apoyan, y
defienden, el emprendimiento. Y las comunidades –de ambos
países– se oponen a la instalación. El megaproyecto,
publicitado como el mayor yacimiento de la región, cuenta
con reservas por 20.000 millones de dólares (dos veces la
deuda externa que se pagó al FMI), utilizará 17 camiones
con cianuro por mes, usará 370 litros de agua por segundo –
en una zona semidesértica–, 200 camiones de explosivos al mes y detonarán 45.000 toneladas de roca por día.
Además dela magnitud del emprendimiento, y las acusaciones
de contaminación, Pascua Lama será el primer yacimiento en
zona limítrofe –ambos gobiernos crearon, en la década
pasada, una ley que permite una zona franca minera–,
puntapié para que una decena de empresas exploten montañas
a lo largo de los 5000 kilómetros de cordillera.
Riquezas, cianuro y drenajes ácidos
A mediados del siglo XIX, San Juan comenzó la explotación
minera artesanal, con gran cantidad de hombres que se
internaban, pico en mano, en las galerías en busca del oro.
La industria subsistió hasta las primeras décadas del siglo
XX y resucitó ahora, impulsada por la clase dirigente y
encabezada por el gobernador José Luis Gioja, pero
utilizando otros métodos: megaproyectos con gran uso de
explosivos, maquinarias sofisticadas, sopas químicas para
extracción del mineral, grandes cantidades de agua y
acusaciones de contaminación.
En la actualidad, San Juan cuenta con cinco proyectos
mineros: tres en estudio (Pachón, Casposo y Gualcamayo),
uno en plena producción desde 2005 (Veladero, también de la
empresa Barrick) y otro a punto de construirse: Pascua
Lama, señalado por impulsores y detractores como el
proyecto minero más ambicioso de América: con reservas de
528 toneladas de oro (11.211 millones de dólares) y 21.400
toneladas de plata (8991 millones de dólares), será el de
mayor envergadura, tendrá una vida útil de 23 años, para la
instalación se requerirán 2400 millones de dólares y en su
construcción trabajarán 5500 obreros. Y, por sobre todo,
será la primera vez que una empresa minera se instale en la
frontera entre dos países –en plena cordillera–, con
legislación especial (ver aparte) y que será el puntapié
para la radicación de una decena de proyectos a lo largo de
todo el cordón de los Andes.
“El primer proyecto mundial entre dos países”, se ufana la
canadiense Barrick Gold, que rechazó hablar con Página/12
para esta nota. Ya cuenta con aprobación de ambos países,
se ubicará muy cerca del yacimiento Veladero, en el
noroeste de San Juan y, de lado chileno en el Valle de
Huasco, en la Tercera Región. La compañía construirá una
verdadera ciudad de lujo a 5000 metros de altura: un hotel
para 2000 personas, televisión satelital, salones de
juegos, gimnasio, canchas de fútbol, voley y básquetbol, un
hospital y hasta un cine en las alturas.
Aunque el 75 por ciento del mineral se encuentra del lado
chileno, se construirán en Argentina los epicentros de la
posible contaminación: la planta de procesos (donde las
rocas se muelen, con enormes cantidades de polvo liberadas
al aire) y el “dique de colas”, una gigantesca pileta, de
420 hectáreas y de 200 metros de profundidad, que cumplirá
la función de basurero químico. Allí se depositarán, según
cifras de la misma empresa, hasta 257 millones de toneladas
de basura química. Además de los gases que emana, estos
diques pueden sufrir roturas, con filtraciones subterráneas
que terminan en arroyos y ríos. “Imagínese ese enorme
piletón con basura química filtrando en la cordillera,
donde nacen todos los ríos que nos alimentan de agua y que
permanecerá allí por siempre, más allá de cuando se vaya la
Barrick. Además, todo en una zona de movimientos sísmicos,
con dos devastadores terremotos en los últimos sesenta
años”, lamenta Leonardo Fernández, de la organización
campesina Asociación de Familias Rurales del Norte
Jachalero.
El oro y la plata se encuentran diseminados en grandes
extensiones de suelo. Se utiliza un proceso de extracción
llamado “a cielo abierto”, donde se dinamitan las montañas,
millones de toneladas de roca se trituran y se crea una
gigantesca olla de diez kilómetros de diámetro y hasta diez
cuadras de profundidad. Explotan las paredes de ese hoyo y
las rocas resultantes las transportan a trituración. Donde
se obtienen piedras de, máximo, tres centímetros. De allí a
una pileta donde se rocía con una solución de agua y
cianuro (uno de los elementos más cuestionados y
contaminantes). El químico extrae el oro y la plata de la
roca. La sopa química resultante nunca se puede reciclar en
su totalidad.
Los puntos polémicos: las enormes cantidades de polvo en
suspensión que permanecerán en la atmósfera y que aceleran
la producción natural de sulfuros, que en contacto con el
aire y el agua producen drenajes ácidos, con su
contaminación a cuestas. Desde la Asamblea de Esquel
pionera en la lucha contra este tipo de emprendimientos),
detallan: “El drenaje ácido subsistirá por cientos de años,
moviliza metales pesados que contaminan las aguas
superficiales y subterráneas”.
Otro gran cuestionamiento hace eje en el cianuro. Según la
ONG chilena Observatorio Latinoamericano de Conflictos
Ambientales (OLCA), especializada en la problemática
minera, en Pascua Lama se utilizarán 17 camiones con
cianuro por mes. “La intoxicación aguda con cianuro puede
terminar con la muerte. Es una sustancia altamente tóxica y
hay casos de derrames en la industria minera”, explicó
César Padilla, coordinador ejecutivo del Observatorio de
Conflictos Mineros de América Latina, con sede en Bolivia,
y coautor del Exilio del Cóndor, un minucioso estudio sobre
Pascua Lama.
La agricultura y el oro azul
Dos horas de micro y 155 kilómetros separan a Jáchal de la
capital sanjuanina. Es la ciudad más cercana a Veladero y
también será cercana a Pascua Lama. Aquí viven 21 mil
personas, pero es hora de siesta y la calle está desierta.
En la plaza principal, frente a la iglesia, se deja ver un
extraño monumento a la olla. Recuerda el 19 y 20 de
diciembre de 2001 y advierte a los funcionarios que “la
historia se puede repetir”. Aquí la movilización popular
obligó a renunciar a un intendente acusado de corrupción.
Leo Fernández y Ana Medina se mudaron a Jáchal hace tres
años. Y hace cuatro meses nació Camila, su primera hija.
Los tres –remarcan que los tres– integran la Asociación de
Familias Rurales del Norte Jachalero, conformada por
pequeños trabajadores del campo sin tierra, que alquilan
desde hace décadas entre una y tres hectáreas para poder
subsistir con la siembra y cosecha de cebolla, principal
producto de la zona. Además de la falta de tierra y
opciones de trabajo, los campesinos señalan un tercer mal:
la falta de agua. Y apuntan a un responsable. “Papá vivió
toda la vida aquí, siempre sembró cebolla y nunca le ha
faltado el agua. El (río) Jáchal siempre trajo agua para
todos, pero ahora no. Mire usted, coincide con la llegada
de la Barrick y, qué casualidad, la Barrick saca su agua
cerquita de donde nace el Jáchal”, ironiza Daniela Mallea
de 30 años, alta, delgada, trabajadora desocupada que vive
en un paraje rural a 16 kilómetros de Jáchal.
Por la escasez de agua sufren cortes programados de riego,
siete días con agua, siete días con cortes. Por ley
provincial, el orden de prioridad es lógico: consumo
humano, producción agropecuaria y, por último, la
industria. Pero en Jáchal el orden se invierte: primero
cortan al agro, luego a los habitantes y nunca a la
industria. “A nosotros nos dejan sin agua y a la Barrick no
le cortan nunca. Ellos en un día chupan más agua que todo
el pueblo y nunca les cortan. Imagínese lo que será con la
nueva mina”, reclama Segundo Luján, también pequeño
productor de cebolla.
Según datos de la misma empresa, Pascua Lama utilizará 370
litros de agua por segundo, 22.000 litros por minuto, más
de un millón de litros de agua por hora. Un dato, entre
curioso y de humor negro: los habitantes de Jáchal pagan un
canon al Departamento de Hidráulica (dependiente de la
provincia), pero Barrick no paga por el agua.
Además de la cantidad, la calidad del agua también es
cuestionada. Las Madres Jachaleras, entidad pionera en
oponerse a la minería en la provincia, aporta estudios: el
agua pasó de tener 69 miligramos de arsénico por litro a
tener 120 miligramos. Muy por encima de lo permitido. La
minería a gran escala también es acusada de atentar contra
otras formas de desarrollo (agricultura, cría de animales,
turismo), ya sea por la contaminación que produce o por el
agua que utiliza y deja sin recursos a las otras cadenas
productivas. No es casualidad que el movimiento opositor a
Pascua Lama sea tan amplio como heterogéneo: además de
comunidades campesinas y organizaciones ambientalistas,
incluye a partidos políticos de izquierda, grupos de
trabajadores desocupados, estudiantes, comunidades
indígenas, vecinos autoconvocados, la Federación de
Viñateros y empresarios turísticos. “El enemigo es muy
grande y la contaminación que se producirá es irreversible.
¿A quién venderemos vino si está sospechado de
contaminación?”, grafican los viñateros de Calingasta, una
localidad a 190 kilómetros del yacimiento. En Chile la
resistencia no es menor: ONG, la Iglesia Católica,
organizaciones ambientalistas, comunidades indígenas y un
millar de productores agropecuarios también están
movilizados en defensa del Valle de Huasco y de las aguas
que bajan de la cordillera.
Muchos de esos actores proponen consultas populares para
que las poblaciones decidan qué tipo de desarrollo
prefieren (como sucedió en Esquel, Chubut, donde la
población votó contra un emprendimiento minero). El único
gobierno local que aceptó la propuesta fue el de
Calingasta, zona de tradición agrícola. Adolfo Ibazeta, el
intendente, propuso tres veces –en 2005, 2006 y en abril
pasado– una consulta popular (el eje era la utilización y
transporte de sustancias peligrosas en la región). Las tres
veces el Tribunal Electoral (integrado por aliados del
gobernador Gioja) vetó el llamado a votación.
Frontera minera
Casas bajas, humildes y blancas, castigadas por los años y
el viento zonda. Un asfalto gris como calle principal, con
plátanos y sauces en ambas veredas. Precordillera al oeste,
clima desértico. Sol impiadoso durante el día, frío helado
por la noche. Rostros curtidos, sonrisas amables de
bienvenida. Todos saben que hay “gente de afuera”. Se trata
del paraje llamado Tudcum (Por donde cae el agua, en idioma
ancestral), un pueblo de 890 habitantes, en el departamento
de Iglesia, noroeste sanjuanino, el último poblado antes de
ingresar a territorio minero. El único camino que existe
hacia Chile cuenta con barrera y guardias de Barrick Gold.
Aunque la frontera de Argentina esté a 150 kilómetros, la
empresa figura como dueña del camino y de todo lo que
existe entre el puesto de control minero y la cordillera;
entre Tudcum y Chile todo es, como advierten los carteles
de la empresa, “territorio privado minero”. Nadie pasa, y
nadie ingresa, sin el permiso de Barrick. “Es como otro
país. Hasta la Gendarmería hace guardia para ellos”,
explica Leonardo Fernández, de la Asociación de Familias
Rurales del Norte Jachalero, guía ocasional en la recorrida.
Rodolfo Quilpatay es nacido y criado en Tudcum. Pero nadie
la conoce por su nombre, para todos es El Mota, el
carpintero del pueblo y uno de los “locos” que no quiere a
la Barrick y, más loco aún, se anima a decirlo.
–¿Cómo es trabajar para la minera?
–Para lo que es el pueblo, pagan más o menos bien. Unos
2000 pesos. Pero ojo, eh, son catorce días allá arriba (en
la cordillera), en el día 15 recién bajan a la casa. Hay
que dejar a la familia y arruinarse la salud allá arriba.
Muchos aguantan sólo un tiempo, el frío arruina esqueletos,
eh. A mí me dicen loco, pero déjeme con mi carpintería, a
nadie hago mal y a nadie contamino.
Las calles de Tudcum están saturadas de enormes tachos de
basura. Son de madera barnizada y tienen frases que
pregonan el cuidado del ambiente. Al pie de la consigna,
uno de sus impulsores: Parques Nacionales. Del lado de
atrás, figura su otro financiante: “Barrick. Minería
Responsable”.
Extraña sociedad, dicen algunos. Pero otros explican una
relación más extraña: Pascua Lama se encuentra próxima a la
Reserva de Biosfera San Guillermo (protegida por la Unesco,
organismo científico, cultural y educativo de la ONU) y del
Parque Nacional San Guillermo. Organizaciones
ambientalistas advierten el riesgo que corre la zona
protegida. Pero la empresa y la provincia aseguran que
están fuera de la zona de trabajo y desmienten cualquier
riesgo. “Los glaciares enclavados en San Guillermo son
‘fábricas de agua’, regulan el escurrimiento que forma los
ríos Cura y Jáchal, únicos suministros de riego y agua
potable que reciben los delicados cultivos del desierto
sanjuanino”, resalta el informe “Los secretos sucios de
Barrick”, una investigación de organizaciones sociales de
Argentina, Australia, Canadá, Chile y Perú sobre el
accionar de la empresa en el mundo.
–¿Cuál es el uso de oro que se extrae de este tipo de
yacimientos? –preguntó Página/12.
–El 80 por ciento de ese oro es utilizado para objetos
suntuosos, alhajas y joyas.
Explica César Padilla, coordinador del Observatorio de
Conflictos Mineros de América latina. Y también específica
las diferencias entre yacimientos mineros y las plantas de
celulosa: “Las pasteras cierran, se van y la contaminación
disminuye porque esa contaminación es producto del proceso.
En la minería se sigue contaminando por siglos sólo por la
sola existencia del enorme cráter de la mina, productor de
arsénico, acidez de agua y otros metales pesados. El agua
es la más afectada en ambas actividades, pero hay
diferencias: en las pasteras, el río es fuente inagotable.
Mientras que en las montañas el agua se agota con la
desaparición de los glaciares”.
El Mota, el carpintero de Tudcum, asegura no saber de
química, geología, economía ni medio ambiente, pero,
mientras lija lo que será una puerta, sonríe y resume: “El
oro no me lo puedo comer. Pero sin agua seguro no puedo
vivir. Hasta un loco sabe qué tenemos que cuidar”.
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