martes, 22 de diciembre de 2009
La Utopía según Eduardo Galeano
Ella está en el horizonte dice Fernando Birri. Me acerco dos pasos y ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos, y el horizonte se desplaza diez pasos más allá. A pesar de que camine, no la alcanzaré nunca. ¿Para qué sirve la utopía? Sirve para esto: para caminar. La utopía sirve para caminar, pero hay otra utopía que es la del poder negativo que nos querría hacer vivir sin caminar, quizás se deba decir que dejaremos de morir y reanudaremos con fuerza el camino cuando renunciemos al poder...
Creo que el mejor de mis días es aquel que debe todavía venir. La cosa más bella de la vida es la capacidad de sorpresa. Las cosas que suceden cuando nadie lo espera no son siempre malas noticias, a veces son cosas muy bellas, y este es un modo, un mensaje de la vida para decirnos que vale la pena, que vale la pena esperar estas noticias. Es normal que sea difícil, que haya momentos en que nos caemos, nos levantamos y volvemos a caer.
Estos son tiempos difíciles, muy difíciles, pero no hay que tener miedo, no hay que amedrentarse. Debemos saber que no es real sólo la realidad que conocemos, que es real también la realidad de la que tenemos necesidad, que es tan real como la otra, porque está dentro de la panza de la otra.
(Palabras dichas por Eduardo Galeano, en una entrevista concedida a la revista italiana Una Città.)
Pocas metáforas sobre la vida es tan apropiadas como aquella que la compara con un camino. Y en estas palabras de Galeano se nos habla de ese camino,… y de algo más. Se habla de esa fuerza interior que nos mueve a caminar, de eso que nos anima, que nos ilusiona; de eso que él llama la utopía.
Etimológicamente, utopía significa “lugar que no existe”. Y es verdad, ese lugar no existe salvo en nuestros sueños, en nuestros ideales, en el interior de nosotros mismos, en esa parte nuestra, incorpórea, a la que tanto nos cuesta asomarnos y, mucho más, exponer a los demás. Ese lugar no es tangible pero no por ello deja de ser. Ese lugar, a duras penas, logramos atisbarlo en los horizontes de nuestra vida, tras cada uno de los retos que nos vamos proponiendo y que se presentan ante nosotros como suaves colinas o empinadas montañas. A veces, no son más que meros espejismos, que nos ilusionan por un momento hasta que, al aproximarnos a ellos, comprobamos su falsedad…
Mientras tanto seguimos caminando, avanzando, andando,…
A veces son meras quimeras que, desde la distancia, parecen colosales y que no hacen más que empequeñecer conforme nos aproximamos y las intentamos hacer realidad….
Y seguimos caminando, avanzando, andando,…
En ocasiones se convertirán en auténticos remansos de paz, felicidad, dicha, alegría… Espacios de donde nunca querríamos salir aun a costa de no descubrir lo que hay más allá de nuestro horizonte…
Pero seguimos caminando, avanzando, andando,…
Hasta que llegará un momento en que esa utopía dejará de serlo, y ese lugar tomará cuerpo, se hará real. Entonces, y sólo entonces, dejaremos de caminar, quizá agotados, quizá heridos, quizá desorientados por el largo camino, pero satisfechos y felices de haber sido capaces de alcanzarla…
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