lunes, 30 de septiembre de 2019

Instrucciones para mirar por la ventana, Julio Cortázar

Mire, respire, sienta el viento, o el calor, o la brisa, analice las nubes, prediga que va a llover. Y, sobre todo, escuche: no hay sonido más reconfortante y más ignorado que el de la vida cotidiana. Cuando siente que ya miró suficiente, que absorbió el mundo con los ojos, aléjese de la ventana y prosiga con sus tareas.
Instrucciones para mirar por la ventana.
Julio Cortázar

Estados

"No te apresures
las cosas llevan su tiempo,
no todo es ahora o nunca.

Hay que saber esperar,
dejar a la vida hacer los suyo."
Rafael Cabaliere

Es todo lo que tengo, es todo lo que hay - Lisandro Aristimuño

Yo tenía un saco azul que me había tejido mi abuela.
Me lo ponía todas las mañanas para ir trabajar a la escuelita que quedaba camino a la estación.
La calle toda bordeada de álamos.
En esa época yo estaba bastante triste, con vocación de alegre parafraseando a Benedetti.
Pero me habías grabado una canción que escuchaba en el camino.
Esa canción me salvaba el día.
Era todo lo que tenía, todo lo que había para mí.
Y era suficiente porque me hacia oler tu abrazo.

CinWololo.

Es Todo Lo Que Tengo, Es Todo Lo Que Hay
Lisandro Aristimuño

Un saco azul, un vendaval
Un corazón y un plan fugaz
Es todo lo que tengo y es todo lo que hay

Un piano al sol, un celular
Un grabador en el placard
Es todo lo que tengo y es todo lo que hay

Hoy puedo ver alrededor
Un tobogán sin escalón
Besar tus pies en el sillón
Dejarme estar, decir que no

Tu mano en do, un boulevard
El desamor del funeral
Tomar un tren, dejar pasar
Pedirle a Dios un poco más

Es todo lo que tengo y es todo lo que hay
Cambiar al Sol de tu lugar
Hoy puedo ver alrededor

Un tobogán sin escalón.

Josef Kunstmann

“El Abrazo”, obra de Josef Kunstmann. Publicada en “The Circle” No. 3, 1949.

domingo, 29 de septiembre de 2019

“Aída” de Giuseppe Verdi

Aida poster Parma 1872

Giuseppe Fortunino Francesco Verdi (Bussetto, 1813 – Milán, 1901) recibió del Jedive de Egipto, Ismail Pachá, el encargo de componer una ópera, de ambiente egipcio, para que su estreno coincidiera con los fastos de la inauguración del Canal de Suéz. Sin embargo, la apertura del Canal tuvo lugar el 17 de noviembre de 1869 y la ópera no estaba aún terminada por lo que tuvo que representarse Rigoletto (1851) del propio Verdi.
Aída fue estrenada, sin la presencia de su autor, en el Teatro de la Ópera del Cairo, un año mas tarde, el 24 de diciembre de 1871. La representación fue grandiosa, como detalle citaremos que la corona que ceñía Amneris era de oro macizo y las armas de Radamés de plata. Fueron sus protagonistas Antonietta Pozzoni (Aída), Pietro Mongini (Radamés), Eleonora Grossi (Amneris), Francesco Steller (Amonastro), el foso estaba dirigido por Giovanni Bottesini.
Dos meses mas tarde se estrenó, con la presencia de su autor, en el Teatro de la Scala de Milán, el 8 de febrero de 1872. El papel de Aída fue cantado por Teresa Stolz (1834 – 1902) que tanta influencia tendría a lo largo de la vida de Verdi. Constituyó un éxito clamoroso y el maestro tuvo que salir a saludar 32 veces. En esta versión de la Scala, que ha quedado como definitiva, Verdi le añadió la famosa aria para soprano O patria mia.
Los autores del libreto fueron Antonio Ghislanzoni y Camille du Locle, en estrecha colaboración con el propio Verdi. Se basa en el drama homónimo de Auguste Mariette Bey, insigne egiptólogo. El libreto, en italiano, está dividido en cuatro actos y tiene una duración de 2 horas y media.

Personajes

  • Aída — Esclava etíope, hija de Amonasro — soprano dramática
  • Radamés — Capitán de la guardia egipcia — tenor dramático
  • Amneris — Hija del Rey de Egipto — mezzosoprano
  • Amonasro — Rey de Etiopía y padre de Aída — barítono
  • Ramfis — Sumo Sacerdote del Dios Amón — bajo
  • El Rey de Egipto — Padre de Amneris — tenor
  • Mensajero — tenor
  • Sacerdotisa — soprano
  • Sacerdotes, sacerdotisas

Argumento

La acción tiene lugar en Menfis y en Tebas en tiempo del poder de los faraones del Imperio Nuevo de la dinastía XIX o XX.
ACTO I
El telón se alza sobre un salón en el palacio real de Menfis; al fondo un espléndido decorado de templos y pirámides. El sumo sacerdote, Ramfis, dice a Radamés que los etíopes han invadido Egipto y que la diosa Isis determinará quién debe ponerse al frente de los ejércitos egipcios. Con la esperanza de ser él el elegido, Radamés sueña con su vuelta victoriosa, para encontrarse de nuevo en Menfis con Aída, a la que ama: “Celeste Aída”. Aída, una cautiva etíope, es esclava de Amneris, la hija del Faraón. Entra Amneris, y al ver la alegría de Radamés, sospecha que ésta no viene motivada únicamente por sus sueños de gloria militar. Sus temores –porque está enamorada de Radamés– se ven aumentados con la entrada de Aída. En el trío que se produce entonces, Amneris se da cuenta de los sentimientos que unen a Radamés y a Aída.
Entra el Faraón, en procesión, con Ramfis y un grupo de cortesanos. Un mensajero da cuenta de la devastación de las tierras egipcias y de la amenaza a la capital, Tebas, por parte de los etíopes, al frente de cuyo ejército viene su rey: Amonasro.
Al escuchar este nombre, Aída exclama: “Mio padre!”; pero su exclamación no es advertida por los egipcios, que ignoran que ella es la hija de rey etíope. El Faraón declara que la diosa Isis ha elegido a Radamés para dirigir el ejército egipcio. Encabezados por el Faraón, los egipcios entonan un coro guerrero y Amneris exhorta a Radamés a volver victorioso: “Ritorna vincitor”. Ya a solas, Aída recuerda esas palabras con trágica ironía: ella se encuentra prisionera entre la lealtad a su padre, a su país y a su pueblo de una parte, y, de otra, su amor a Radamés.
La escena tiene lugar en el templo de Phta (que tiene su correlato con Vulcano, dios de la mitología romana, relacionado con el fuego y la metalurgia), donde las sumas sacerdotisas, Ramfis y la asamblea de sacerdotes y sacerdotisas invisten a Radamés con las armas consagradas.
ACTO II
Radamés ha vuelto victorioso de la campaña. Amneris, en sus aposentos, celebra la victoria. Sus esclavas moras danzan para ella. Entra Aída, y Amneris quiere saber si sus sospechas tienen fundamento. Al principio trata a Aída con delicadeza; pero pronto cambia de tono, diciéndole que los etíopes han sido derrotados, pero que Radamés ha muerto en la batalla, con lo que Aída no puede ocultar su amor y su pena. Entonces, Amneris le dice que le ha mentido y que Radamés vive, pero le señala su condición de esclava, por lo que no puede aspirar a unirse a Radamés. El dúo de las dos mujeres se une a la canción de guerra que ya se había oído anteriormente, cantada, entre bastidores, por los soldados que regresan de la lucha. Sola en escena, Aída implora la piedad de los dioses.
La escena tiene lugar en el exterior de un templo cercano a Tebas. Llega el Rey con su imponente cortejo. Después de un coro de alabanza y de acción de gracias a Isis y al Faraón, se produce una procesión esplendorosa en la que participan soldados, danzarinas, carros de combate, estandartes e ídolos. Como culminación de la ceremonia, entra en escena Radamés. El Faraón le da las gracias, ordena a Amneris que coloque sobre las sienes del guerrero la corona del vencedor y dice a Radamés que pida lo que desee.
Entran ahora los etíopes cautivos, entre los que se encuentra Amonasro, a quien Aída en seguida reconoce y abraza. Los egipcios la oyen, pero Amonasro pide a su hija que no descubra su identidad. Dice ahora a los egipcios que el rey Amonasro ha muerto en la batalla y suplica por la vida de los prisioneros; su petición es apoyada por el pueblo egipcio y por Radamés, que dice al Faraón que ésta es la merced que quiere pedirle. Los sacerdotes y Amneris se oponen a ello, pero el Faraón accede, reteniendo como rehenes –ante la insistencia de Radamés– a Aída y a su padre. El Faraón, como premio a la victoria conseguida, concede a Radamés la mano de su hija, lo que produce una gran alegría en ella y la consternación de Aída y Radamés. El conjunto final manifiesta el júbilo del pueblo y las distintas reacciones de los personajes principales.
ACTO III
Al alzarse el telón, se escuchan los cánticos de los sacerdotes y sacerdotisas de Isis, desde su templo a orillas del Nilo. Entra Ramfis con Amneris, para orar en el templo a fin de que la diosa bendiga su matrimonio, que va a tener lugar al siguiente día. Aparece ahora Aída, que va a encontrarse con Radamés, y canta su tristeza ante la perspectiva de no volver a ver jamás su tierra natal. De repente aparece Amonasro, quien dice a su hija que podrán volver sanos y salvos a su país si logran saber de Radamés qué camino piensa tomar el ejército egipcio en su ataque. En un primer momento, Aída rechaza la idea, pero al contemplar la amargura de su padre y su desgraciada situación personal, acepta la petición paterna.
Radamés entra, mientras Amonasro se oculta. Aída logra vencer los escrúpulos de Radamés y le persuade de que ambos deben huir a Etiopía. Cuando van a salir, ella se detiene a preguntarle qué camino deberán utilizar para evitar al ejército egipcio; él responde que los soldados pasarán a través del Desfiladero de Napata. En este momento Amonasro, que ha escuchado la vital información, aparece en escena y revela su auténtica personalidad y Radamés se da cuenta que ha sido inducido a traicionar a su patria. Cuando Amonasro y Aída tratan de convencerle para que se marche con ellos, hacen su entrada en escena Amneris, Ramfis y los guardianes del templo; han sido testigos de lo ocurrido y arrestan a Radamés. Amonasro intenta matar a Amneris, pero Radamés se interpone, y permite que Aída y su padre huyan, en tanto que él se entrega a Ramfis.
ACTO IV
Amneris está sola en un salón de su palacio, cercano al lugar donde Radamés se encuentra prisionero y encima de la sala donde el tribunal ha de decidir su destino. Manda que traigan a Radamés a su presencia y le dice que intercederá por su libertad si él jura que jamás volverá a ver a Aída. Radamés, resueltamente, se niega a hacerlo y Amneris, orgullosa y desesperada, le conduce a la sala del juicio, que contempla desde un lugar apartado. Radamés no responde a los cargos que le imputan Ramfis y los sacerdotes; finalmente es condenado tres veces por traidor y sentenciado a morir sepultado vivo. Salen los sacerdotes y Amneris, en un apasionado arranque, increpa a los jueces por su sanguinaria crueldad.
La escena final transcurre en un doble plano: arriba, el Templo de Phta, abajo una cripta. Cuando se levanta el telón, la cripta está siendo sellada para convertirla en la tamba de Radamés, que ya se encuentra dentro de ella. Radamés descubre que Aída ha logrado entrar también en la cripta antes de que llegaran los demás. Mientras que a lo lejos se oyen los cánticos de los sacerdotes en alabanza de sus dioses, y Amneris, en su amarga desolación, pide la paz eterna para Radamés, Aída se sumerge en los brazos de su amado y muere.
Fuente:https://www.fiorellaspadone.com.ar/operas/argumentos/aida.html

7 frases de Buda que cambiarán tu vida

Somos muchas las personas que teniendo como referencia las frases de Buda, vemos el budismo más bien como una filosofía de vida que como una religión. La razón se debe a que pocas doctrinas espirituales nos han cautivado de este modo, pocas prácticas ancestrales han generado tantas transformaciones individuales y generado a su vez cambios de conciencia tan positivos.
La razón por la que el budismo tiene tanto seguidores es debido su sencillez. Al modo en que se trasmiten esos mensajes tan llenos de sabiduría que nos animan a mejorar nuestra calidad de vida. Así, y desde un punto de vista psicológico cabe decir que su impacto en nuestro bienestar emocional es inmenso. No solo nos anima a regular nuestros estados de estrés y ansiedad. Además de ello favorece ese viaje interior mediante el cual, trabajar el autoconocimiento, la plenitud personal…
«No pienses que no pasa nada, simplemente porque no ves tu crecimiento… las grandes cosas crecen en silencio».
-Buda-
Para beneficiarnos de sus principios tan solo es necesario abrir nuestro corazón. Llevar a cabo una apertura mental con ilusión para adentrarnos en este tipo de filosofía. Por ello, nada mejor que reflexionar en estas frases de Buda.

1. Frases de buda: el dolor y sufrimiento no son lo mismo

«El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional».
-Buda-
Pensemos durante un momento en la esencia de este mensaje. Es muy posible que la primera pregunta que nos hagamos sea la siguiente: ¿qué diferencia hay entre dolor y sufrimiento? Bien, debemos entender antes que nada que el dolor es algo genuino y legítimo. Si a mí me golpean o me hieren, sentiré dolor. Si a mí me abandona mi pareja, sentiré de forma irremediable un dolor por esa ausencia.
Sin embargo, el sufrimiento hace referencia a esa carga emocional negativa que cargamos en nuestra mochila durante un tiempo excesivo. Puedo, por ejemplo, sufrir por esa separación o ese abandono durante un tiempo limitado: el que dure el proceso del duelo por el abandono de mi pareja. Si lo alargo más allá de ese periodo, estaré perdiendo calidad de vida.
Asimismo, y teniendo en cuenta que a las personas solo nos puede dañar aquello a lo que le damos importancia, evitar el sufrimiento inútil puede consistir simplemente en dar un paso atrás, desligarse emocionalmente y ver las cosas desde otra perspectiva. El dolor es algo físico e inevitable, pero el sufrimiento es una elección, depende de nosotros, de nuestros pensamientos y emociones.
Lograrlo lleva práctica y tiempo, pero merece realizar este gran aprendizaje. Como guía para ello, otra de las frases de Buda que nos puede servir de referencia sobre cómo comenzar es: “Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado; está fundado en nuestros pensamientos y está hecho de nuestros pensamientos”.

2. Aprende a vivir el presente

«Alégrate porque todo lugar es aquí y todo momento es ahora»
-Buda-
Nuestra mente adora alimentarse del pasado, vive de nostalgias, de lo que no pudo ser. Asimismo, otro de sus defectos es anticipar futuros, preocuparse por aspectos que aún no han acontecido. Esto nos lleva a no vivir el momento y que nuestras vidas pasen de largo sin ser conscientes. El budismo nos enseña a centrarnos en el aquí y ahora. Por tanto, debemos aprender a estar presentes, a disfrutar de cada momento como si fuera el único.

3. La plenitud está en la unidad

«Cuida el exterior tanto como el interior, porque todo es uno»
-Buda-
Para encontrar un verdadero estado de bienestar es imprescindible que mente y cuerpo estén en un equilibrio. Si hay algo que todos sabemos es que vivimos en una sociedad que exalta el aspecto físico. Un mundo donde favorece esa desvinculación del mundo interior porque lo que cuenta es la apariencia, no la esencia.
Cambiemos el enfoque, reflexionemos cada día en una de las mejores frases de Buda para recobrar esa unidad. Para engarzar cuerpo y alma, piel y emociones, cuerpo y cerebro, presencia y corazón. De este modo, y al conseguir un equilibrio óptimo entre todas esas dimensiones, nos sentirnos más plenos y conscientes del aquí y ahora, facilitando una plenitud emocional más rica.
Un modo sensacional de lograr esta conexión es a través de la meditación y el yoga.

4. La vida no es un camino llano, prepara tus recursos

«Más vale usar pantuflas que alfombrar el mundo».
-Buda-
No todos los caminos que vayamos a transitar en esta vida estarán alfombrados. No todas las opciones van a ser sencillas ni hallaremos un puente en cada dificultad. A menudo, en nuestro día a día nos vamos a encontrar senderos muy agrestes y empinados, donde no hay comodidades. De ahí que debamos ir preparados, con calzado propio, con recursos propios.
Esta es sin duda una de las frases de Buda más interesantes, esa donde nos anima a ser conscientes de que vivir exige sortear baches. Así que nada mejor que ir preparados.

5. Tu dolor no debe buscar culpables

«No lastimes a los demás con lo que te causa dolor a ti mismo».
-Buda-
¿Qué nos trasmite este mensaje? La respuesta es sencilla: responsabilidad, madurez y compromiso con nosotros mismos y los demás. De algún modo, esta frase nos recuerda a esa otra que todos habremos usado alguna vez no le hagas a los demás lo que no te gustaría que te hiciesen a ti”.
Así, esta quinta reflexión va también un poco mucho más allá, ya que consiste en un profundo conocimiento de nosotros mismos, en esa gran empatía hacia los demás donde trabajar la autoconciencia y responsabilidad. Si la vida nos ha golpeado, si hemos sufrido reveses o nos han decepcionado, no busquemos sobre quien proyectar la culpa. Sanemos heridas y avancemos.

6. ¿Qué es para ti lo esencial?

«No es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita».
-Buda-
Nuestro deseo de tener más, tanto en el plano material como el emocional, es la principal fuente de todas nuestras preocupaciones y desesperanzas. Su máxima se basa en aprender a vivir con poco y aceptar todo aquello que nos brinda la vida en su momento. Ello nos llevará a una vida más equilibrada, reduciendo el estrés y muchísimas tensiones internas.
El hecho de desear más cosas indica a menudo falta de seguridad. Denota que nos sentimos solos y necesitamos llenar esos vacíos. Sentirnos a gusto con nosotros mismos nos permite dejar atrás la necesidad de no tener que demostrar nada. Las posesiones no nos llevan a la felicidad. La felicidad es una actitud y por lo tanto es algo que se cultiva desde dentro.

7. La valentía de desaprender

«Para entender todo, es necesario olvidarlo todo».
-Buda-
De pequeños estamos en continuo aprendizaje. Nuestro mapa mental aún no está diseñado, y ello hace que estemos abiertos a “todo”, que nuestra capacidad de entender cualquier cosa sea inmensa. Sin embargo, no sabemos juzgar, todo lo aceptamos y lo damos por cierto.
Pero a medida que crecemos, nuestra mente se llena de condicionamientos y normas sociales que nos indican cómo debemos ser. Nos inculcan el aparente sentido de las cosas, de cómo debemos comportarnos e incluso cómo debemos pensar interiormente. Nos volvemos inconscientes con nosotros mismos y nos perdemos.
Para cambiar y ver las cosas desde una perspectiva más sana tenemos que aprender a desligarnos de las creencias, desaprender hábitos e ideas que no provienen de nuestro corazón. Para ello, esta última frase de Buda nos servirá también para comenzar el proceso: “En el cielo no hay distinciones entre este y oeste, son las personas quienes crean esas distinciones en su mente y luego piensan que son verdad”.
Pensemos en ello.

Estados

"La mentira y la traición se pagan...
sólo es cuestión de tiempo."

Estados

"No somos responsables de las emociones, pero sí de lo que hacemos con ellas."
Jorge Bucay

sábado, 28 de septiembre de 2019

Las lágrimas de Freya

El amor de Freya y Odur
"Vanadis Freya", diosa nórdica de la belleza, la sensualidad. Hija de Njörðr, Hermana de Frey, Esposa de Óðr, Madre de Hnoss, Poseedora de los caídos en combate, de Sessrúmnir, de los gatos, y del Brisingamen; Diosa de los Vanir, Dama de los Vanir, Diosa hermosa en lágrimas, Diosa del amor.
Skáldskaparmál, capítulo 2815 16
La diosa de los cabellos dorados y ojos azules, se desposó con Odur (Óðr, Od). Su nombre significa "ingenio, alma", y es un símbolo del Sol y la energía. Freya amaba mucho a Odur, tuvieron dos hijas: Hnoss y Gersemi. Ambos nombres significan "tesoro", y estas doncellas eran tan hermosas que todas las cosas bellas y preciosas son llamadas "Hnossir".
Mientras Odur permaneciera a su lado, Freya estaba sonriente y era completamente feliz. Pero Odur era de espíritu inquieto, y cansado de la vida sedentaria, abandonó un día el hogar súbitamente y se dedicó a vagar por el ancho mundo. Freya, triste y abandonada, lloró largamente, cayendo sus lágrimas sobre las duras rocas, ablandándolas. Se dice que incluso llegaron a introducirse en el mismo centro de las piedras, donde se transformaron en oro. Algunas lágrimas cayeron al mar y fueron transformadas en ámbar.
Anhelando coger a su marido en sus brazos una vez más, Freya emprendió finalmente su búsqueda, atravesando muchas tierras, donde se dio a si misma diferentes nombres: Mardöl (resplandeciente en el mar) Hörn (lino), Gefn (la generosa), Sýr,(la del cerdo) Skialf y Thrungva, (la de los brotes). interrogando a todos los que se encontraba en su paso, sobre si habían visto a su esposo, y derramando tantas lágrimas en todas partes que el oro se encuentra en todos los rincones de la Tierra.
Algunas versiones dicen que muy lejos, en el soleado sur, Freya encontró finalmente a Odur y, tras serle devuelto todo su amor, ella fue feliz de nuevo, tan radiante como lo había sido de novia. Es quizá debido a que Freya encontró a su esposo bajo un floreciente arrayán que las prometidas nórdicas, incluso hoy día, visten el mirto en vez de la convencional corona de naranjas que se da en otros climas.
Mano a mano, Odur y Freya emprendieron de nuevo el camino a casa y a la luz de su felicidad, la hierba creció verde, las flores brotaron y los pájaros cantaron, pues toda la naturaleza simpatizaba tan enérgicamente con la alegría de Freya como se afligía con ella cuando se encontraba triste.
Las más hermosas plantas y flores en el Norte eran llamadas cabellos de Freya o rocío del ojo de Freya, mientras que la mariposa era conocida como la gallina de Freya.
También se suponía que esta diosa sentía un afecto especial por los hados, a los que gustaba observar danzar a la luz de la Luna, y a los que reservaba sus más delicadas flores y su más dulce miel. Odur, el esposo de Freya, además de ser considerado como una personificación del Sol, también era considerado como un símbolo de la pasión, o de los embriagantes placeres del amor, por lo que los antiguos declaraban que no era de extrañar que su esposa no pudiera ser feliz sin él.

viernes, 27 de septiembre de 2019

Estados

"Si lograste engañar a una persona, no quiere decir que sea tonta, quiere decir que confiaba en ti más de lo que merecías."
Charles Bukowky

La tristeza sin alivio y la herida eterna: distimia

Christian Schloe
En el caso de la distimia, uno no siente el vacío insondable de la depresión, ahí donde el dolor se expresa en toda su magnitud. No obstante, son muchas las personas que habitan en la realidad de este trastorno anudadas a una pena que no entienden, a una tristeza que abraza y ahoga día a día sin que se entienda muy bien la razón.
Mal humor, cansancio, malestar, apatía... ¿Qué nos ocurre? Vamos al médico y nos recetan algún complemento vitamínico; no se puede hacer más, puesto que en las consultas de atención primaria raras veces se puede diagnosticar la distimia acertadamente y a la primera. No cumple todos los patrones fácilmente identificables de una depresión, ya que esto, es muy diferente, se trata de un trastorno sibilino que carcome a base de melancolía y desafecto. Nos desconecta y nos aísla.
El DSM-V, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, ya ha sustituido el término «distimia» por una etiqueta algo más compleja y definitoria como es «Trastorno Depresivo Persistente», y aunque ya nos da una pista de toda su dimensionalidad, cabe decir que a día de hoy, todavía no quedan del todo claros los factores que la desencadenan, aunque podría tener sin duda un patrón genético y bioquímico.

La vida con distimia, ese enemigo invisible


Nos llama la atención el dato de que pueden ser muchas las personas que a día de hoy, padezcan este trastorno depresivo permanente, o la antigua distimia, sin saberlo. La razón de que esto sea así, es porque su sintomatología, no suele ser por lo general tan incapacitante como una depresión, por ejemplo.
Uno puede llegar a ser «funcional» mientras esta tristeza se amarra a nuestra espalda y nos oprime el corazón y la mente. Podemos ir a trabajar y establecer unas relaciones más o menos aceptables, sin embargo, algo falla, sabemos que hay piezas en nuestro interior que no encajan como deberían. Que la vida nos duele como si alguien se ensañara con nosotros de un modo invisible.
¿De dónde viene esa apatía, esa desesperación, ese cansancio insoportable? Hay días en que sentimos una rabia indefinible sin conocer qué la origina, semanas en que solo deseamos dormir y escapar de la gente. En otros momentos, somos tan críticos con nosotros mismos que no podemos ni soportar ver la imagen propia reflejada en un espejo.
Nos cuesta tomar decisiones, somos esos amigos melancólicos a los que todos se han acostumbrado ya, porque en esencia, llevamos mucho tiempo siendo así, sintiendo estos dolores del alma. De hecho, se sabe que es frecuente que la distimia afecte más a mujeres que a hombres, y que por lo general, estos sentimientos suelen ser más evidentes a partir de los 21 años.
Como dato a tener en cuenta, debes saber que una distimia no diagnosticada y no tratada, corre el riesgo de derivar en una depresión severa si en algún momento de nuestra vida, sufrimos episodios de gran estrés o ansiedad. La carga emocional puede ser un detonante realmente peligroso, ahí donde pueden aparecer ya las tentativas de suicidio. No es pues cualquier cosa.

¿Cómo hacer frente a la distimia?


La distimia, es un trastorno afectivo de carácter depresivo crónico, por tanto vamos a necesitar un tratamiento farmacológico combinado a su vez con terapia psicológica. ¿Se puede superar?
Son muchas las personas que lo consiguen, no obstante, y dado que generalmente es algo crónico como te hemos señalado, la finalidad está en «controlar» las emociones negativas para poder tener una buena calidad de vida. Y como tal, puede lograrse.
Ten en cuenta estos aspectos:
1. Si en tu familia cuentas con un pariente cercano afectado de distimia, existe una alta probabilidad de que también tú lo sufras. Si bien suele manifestarse a partir de los 21 años, es importante que toda la familia esté atenta a su sintomatología, al posible aislamiento de los jóvenes, en cuidar de su autoestima, de su motivación…
2. Sé consciente de que las emociones negativas van a ser esos visitantes persistentes que van a querer adueñarse de tu voluntad. Hazles frente, sabes que en este caso la bioquímica de tu cerebro va a ser el detonante de tu tristeza, así que mira a tu alrededor y comprende que, realmente, no hay motivo para desesperarse, para enfadarse, para tener miedo.
3. Ilusiónate por la vida y por ti mismo. Las aficiones son siempre muy importantes, nos dan pasión y nos marcan rutinas. El tener hábitos en nuestro día a día que nos obliguen a relacionarnos, a salir de casa, es algo muy importante. Relaciónate, camina, pasea, atiende, respira, ríe, escribe, envuélvete de sensaciones positivas y cauteriza esa pena que la distima suele «inflamar» en sus víctimas. No te permitas ser una de ellas.