sábado, 31 de diciembre de 2016
Lo que necesito de ti - Mario Benedetti
Necesito tus miradas
aquellas palabras que siempre me llenaban,
necesito tu paz interior;
Necesito la luz de tus labios
! Ya no puedo... seguir asì !
... Ya ... No puedo.
Mi mente no quiere pensar,
No puede pensar nada màs que en tì.
Necesito la flor de tus manos,
aquella paciencia de todos tus actos
con aquella justicia que me inspiras
para lo que siempre fuè mi espina;
Mi fuente de vida se a secado
con la fuerza del olvido...
Me estoy quemando;
Aquello que necesito ya lo he encontrado
pero aùn ! Te sigo extrañando !
Mario Benedetti
Anibal Troilo
De Buenos Aires tendría que decir muchas cosas... Que es mi vida, que es el tango, que es Gardel, que es la noche... Que es la mujer, el amigo... Tendría que decir muchas cosas y muchas no sabría cómo decirlas... Pero anote esto: agradezco haber nacido en Buenos Aires.
Anibal Troilo
viernes, 30 de diciembre de 2016
Triste N° 1 - Mario Benedetti
seguimos el garabato de la lluvia
hasta la tristeza que es el hogar destino;
La tristeza almancena los desastres del alma,
o sea lo mejorcito de nosotros mismos,
digamos esperanzas, sacrificios, amores.
A la tristeza no hay quièn la depoje;
Es transparente como un rayo de luna
fien a determinadas alegrìas.
Nacemos tristes y morimos tristes,
pero en el entretiempo amamos cuerpos
cuya triste belleza es un milagro.
Vamos descalzos en peregrinaciòn,
triste tristeza, llena eres de gracia,
tu savia dulce nos acepta tristes.
El garabato de la lluvia nos conduce,
hasta el hogar destino que siempre has sido
tristeza enamorada y clandestina.
Y allì rodeada de tus fràgiles dogmas,
de tus làgrimas secas, de tu siglo de sueños,
nos abrazas como anticipo del placer.
Mario Benedetti
Eduardo Galeano
De nuestros miedos
nacen nuestros corajes,
y en nuestras dudas
viven nuestras certezas.
Los sueños anuncian
otra realidad posible,
y los delirios otra razón.
En los extravíos
nos esperan los hallazgos
porque es preciso perderse
para volver a encontrarse.
Eduardo Galeano
Cuadernos de Magia
Fiel, a mí misma.
Libre, de los otros.
Anónima, secreta.
Sola, con la compañía elegida.
Sin esperar, buscando mi norte;
ese, que para la mayoría queda en el sur...
Lejos, nunca, a veces.
Sin tiempo en todo lugar y en ninguna parte.
Sin pasado, pero con muchas vidas como experiencia.
Casi dormida, despierta en sueños.
Sin dueño, sin propiedades, sin impuestos.
Desapercibida y recóndita.
Una de Todas las Otras Sin Nombre,
sin edad, fuera de la ley y las promesas.
Si nos encontramos habrá sido una fiesta;
sino una casualidad que no existe.
No me esperes, no me busques; mejor yo te encuentro.
Con la salvaje indiferencia de los que no tienen corazón
o lo han perdido, si puedes perdóname, sino no importará nada.
Todo lo que tendrá lugar ya fué, y porque fué es eternidad.
No desesperes, las horas no pasan;
pasamos por ellas como fantasmas...
Y solo somos vistos por pocos, los que sienten de verdad.
Libre, de los otros.
Anónima, secreta.
Sola, con la compañía elegida.
Sin esperar, buscando mi norte;
ese, que para la mayoría queda en el sur...
Lejos, nunca, a veces.
Sin tiempo en todo lugar y en ninguna parte.
Sin pasado, pero con muchas vidas como experiencia.
Casi dormida, despierta en sueños.
Sin dueño, sin propiedades, sin impuestos.
Desapercibida y recóndita.
Una de Todas las Otras Sin Nombre,
sin edad, fuera de la ley y las promesas.
Si nos encontramos habrá sido una fiesta;
sino una casualidad que no existe.
No me esperes, no me busques; mejor yo te encuentro.
Con la salvaje indiferencia de los que no tienen corazón
o lo han perdido, si puedes perdóname, sino no importará nada.
Todo lo que tendrá lugar ya fué, y porque fué es eternidad.
No desesperes, las horas no pasan;
pasamos por ellas como fantasmas...
Y solo somos vistos por pocos, los que sienten de verdad.
Fuente: LA MAGA (Cuadernos de Magia)
jueves, 29 de diciembre de 2016
Cuando estuve en el mar - Jaime Sabines
No me hables, si quieres, no me toques, no me conozcas más, yo ya no existo. Yo soy sólo la vida que te acosa y tú eres la muerte que resisto“
CUANDO ESTUVE EN EL MAR
Cuando estuve en el mar era marino
este dolor sin prisas.
Dame ahora tu boca:
me la quiero comer con tu sonrisa.
Cuando estuve en el cielo era celeste
este dolor urgente.
Dame ahora tu alma:
quiero clavarle el diente.
No me des nada, amor, no me des nada:
yo te tomo en el viento,
te tomo del arroyo de la sombra,
del giro de la luz y del silencio,
de la piel de las cosas
y de la sangre con que subo al tiempo.
Tú eres un surtidor aunque no quieras
y yo soy el sediento.
No me hables, si quieres, no me toques,
no me conozcas más, yo ya no existo.
Yo soy sólo la vida que te acosa
y tú eres la muerte que resisto.-
El magnífico Teatro Griego de Taormina
A ocho mil metros el mar es intensamente azul, las montañas forman una columna vertebral alterada por conos que vomitan humo desde sus profundidades, los pueblos se apiñan en las laderas de los volcanes o forman racimos alargados a lo largo de las playas. Hay puntos que son pequeñas islas rodeando a su madre, la gran isla. Sicilia, bisagra de Europa. Última frontera de Italia antes de que África irrumpa en el panorama. Mediterráneo aislado, suculento botín de griegos, romanos, púnicos, bizantinos, árabes, normandos, aragoneses, españoles. Civilización compleja que ha forjado el carácter de los sicilianos, siempre a caballo entre ritos de vida y simbología de muerte. Tierra de batallas que se libran todavía en sus miradas profundas, en sus risas alegres y en sus códigos secretos.
AQUÍ ESTÁN TUS RECUERDOS… » ~ POEMA DE OLGA OROZCO
Aquí están tus recuerdos:
este leve polvillo de violetas
cayendo inútilmente sobre las olvidadas fechas;
tu nombre,
el persistente nombre que abandonó tu mano entre las piedras;
el árbol familiar, su rumor siempre verde contra el vidrio;
mi infancia, tan cercana,
en el mismo jardín donde la hierba canta todavía
y donde tantas veces tu cabeza reposaba de pronto junto a mí,
entre los matorrales de la sombra.
este leve polvillo de violetas
cayendo inútilmente sobre las olvidadas fechas;
tu nombre,
el persistente nombre que abandonó tu mano entre las piedras;
el árbol familiar, su rumor siempre verde contra el vidrio;
mi infancia, tan cercana,
en el mismo jardín donde la hierba canta todavía
y donde tantas veces tu cabeza reposaba de pronto junto a mí,
entre los matorrales de la sombra.
Todo siempre es igual.
Cuando otra vez llamamos como ahora en el lejano muro:
todo siempre es igual.
Aquí están tus dominios, pálido adolescente:
la húmeda llanura para tus pies furtivos,
la aspereza del cardo, la recordada escarcha del amanecer,
las antiguas leyendas,
la tierra en que nacimos con idéntica niebla sobre el llanto.
Cuando otra vez llamamos como ahora en el lejano muro:
todo siempre es igual.
Aquí están tus dominios, pálido adolescente:
la húmeda llanura para tus pies furtivos,
la aspereza del cardo, la recordada escarcha del amanecer,
las antiguas leyendas,
la tierra en que nacimos con idéntica niebla sobre el llanto.
-¿Recuerdas la nevada? ¡Hace ya tanto tiempo!
¡Cómo han crecido desde entonces tus cabellos!
Sin embargo, llevas aún sus efímeras flores sobre el pecho
y tu frente se inclina bajo ese mismo cielo
tan deslumbrante y claro.
¡Cómo han crecido desde entonces tus cabellos!
Sin embargo, llevas aún sus efímeras flores sobre el pecho
y tu frente se inclina bajo ese mismo cielo
tan deslumbrante y claro.
¿Por qué habrás de volver acompañado, como un dios a su mundo,
por algún paisaje que he querido?
¿Recuerdas todavía la nevada?
por algún paisaje que he querido?
¿Recuerdas todavía la nevada?
¡Qué sola estará hoy, detrás de las inútiles paredes,
tu morada de hierros y de flores!
Abandonada, su juventud que tiene la forma de tu cuerpo,
extrañará ahora tus silencios demasiado obstinados,
tu piel, tan desolada como un país al que sólo visitaran cenicientos pétalos
después de haber mirado pasar, ¡tanto tiempo!,
la paciencia inacabable de la hormiga entre sus solitarias ruinas.
tu morada de hierros y de flores!
Abandonada, su juventud que tiene la forma de tu cuerpo,
extrañará ahora tus silencios demasiado obstinados,
tu piel, tan desolada como un país al que sólo visitaran cenicientos pétalos
después de haber mirado pasar, ¡tanto tiempo!,
la paciencia inacabable de la hormiga entre sus solitarias ruinas.
Espera, espera, corazón mío:
no es el semblante frío de la temida nieve ni el del sueño reciente.
Otra vez, otra vez, corazón mío:
el roce inconfundible de la arena en la verja,
el grito de la abuela,
la misma soledad, la no mentida,
y este largo destino de mirarse las manos hasta envejecer.
Foto/Arte: Katerina Lomonosov
no es el semblante frío de la temida nieve ni el del sueño reciente.
Otra vez, otra vez, corazón mío:
el roce inconfundible de la arena en la verja,
el grito de la abuela,
la misma soledad, la no mentida,
y este largo destino de mirarse las manos hasta envejecer.
Foto/Arte: Katerina Lomonosov
FRIDA KAHLO, DOLOR Y PASIÓN
«Yo tenía siete años cuando la decena trágica y presencié con mis ojos la lucha campesina de Zapata contra los carrancistas». Con estas palabras describe Frida Kahlo (1907-1954) a comienzos de los años cuarenta sus recuerdos de la Revolución Mexicana (1910-1920) en su diario. Tanto se identificaba con este suceso, que continuamente decía haber nacido en 1910. Tras la época colonial y los treinta años de dictadura del general Porfirio Díaz, se aspiraba a realizar cambios fundamentales en el orden social de México. Ostensiblemente, Frida Kahlo había decidido que ella y el nuevo México habían nacido al mismo tiempo. En realidad, ella había venido al mundo tres años antes. Así comienza una vida, llena de tragedia y dolor, acompañada de fuerza y voluntad, de pasión y entrega, de amor y desamor, pero sobre todo, de lucha incansable contra las adversidades que le caen encima. Este libro es un rápido sumario acerca de Frida, en formato «Readers Digest». Recomendado encarecidamente para nuevos fans de Frida o para aquellos que ya lo han sido durante un tiempo y sólo quieren un resumen sin especulaciones de su vida. Contiene información biográfica breve pero concisa, fotos antiguas en blanco y negro, ilustraciones a todo color y comentarios de sus pinturas. Es un gran y básico libro de referencia. Si solamente desea un libro de Frida Kahlo de entre todos los que abundan, elija éste. No obstante después de leer este libro, lo dejará tan intrigado por la vida y arte de Frida, que querrá leer los demás.
La impermanencia - Buda
No nos damos cuenta de la impermanencia
de la existencia, creyendo que seremos
eternos, olvidamos que formamos parte
del orden natural de todas las cosas.
miércoles, 28 de diciembre de 2016
Abel Pintos - Cactus
Cactus suaviza mis yemas con su piel
Tiene cien años, solo florece una vez
En tu nombre, en tu nombre
Y tiene un veneno, mas amargo que la hiel
Con solo invocarte, voy a convertirme en miel
En tu nombre, en tu nombre
Cuando te busco
no hay sitio en donde no estes
Y los médanos, serán témpanos
en el vértigo, de la eternidad
Y los pájaros, serán árboles
En lo idéntico, de la soledad
En tu nombre, en tu nombre
Y cuando te busco
no hay sitio en donde no estes
Y los médanos, serán témpanos
en el vértigo, de la eternidad
Y los pájaros, serán árboles
En lo idéntico, de la soledad
En tu nombre, en tu nombre
Amor mío, mi amor - Jaime Sabines
Amor mío, mi amor, amor hallado
de pronto en la ostra de la muerte.
Quiero comer contigo, estar, amar contigo,
quiero tocarte, verte.
Me lo digo, lo dicen en mi cuerpo
los hilos de mi sangre acostumbrada,
lo dice este dolor y mis zapatos
y mi boca y mi almohada.
Te quiero, amor, amor absurdamente,
tontamente, perdido, iluminado,
soñando rosas e inventando estrellas
y diciéndote adiós yendo a tu lado.
Te quiero desde el poste de la esquina,
desde la alfombra de ese cuarto a solas,
en las sábanas tibias de tu cuerpo
donde se duerme un agua de amapolas.
Cabellera del aire desvelado,
río de noche, platanar oscuro,
colmena ciega, amor desenterrado,
voy a seguir tus pasos hacia arriba,
de tus pies a tu muslo y tu costado.-
Jaime Sabines
Manuel Carrasco - Ya No
Ya no, llevaremos la venda
Buscaremos respuestas
Moriremos de amor
Ya no, por más que quiera verte
Ya no puedo tenerte
Ya todo terminó
Buscaremos respuestas
Moriremos de amor
Ya no, por más que quiera verte
Ya no puedo tenerte
Ya todo terminó
Ya todo rompe en mí se va y me mata
Qué quieres
Qué quieres
Ya no tengo fuerzas para resistir
Ya no tengo palabras para rebatir, ya no
Te alejas y me dueles
Ya no tengo palabras para rebatir, ya no
Te alejas y me dueles
Ya no habrá canción ni bailes de pasión
Los ojos que ahora miras, no los veo yo
Ya no seremos para siempre, eeh
Los ojos que ahora miras, no los veo yo
Ya no seremos para siempre, eeh
Los dos, cada uno por su cuenta
Cada cual su pelea
Un te quiero sin voz
Dolor, si no estuve contigo
Si no supe decirlo
No me guardes rencor
Si todo intento ya es un disparate, qué quieres
Cada cual su pelea
Un te quiero sin voz
Dolor, si no estuve contigo
Si no supe decirlo
No me guardes rencor
Si todo intento ya es un disparate, qué quieres
Ya no tengo fuerzas para resistir
Ya no tengo palabras para rebatir, ya no
Te alejas y me dueles
Ya no tengo palabras para rebatir, ya no
Te alejas y me dueles
Ya no habrá canción ni bailes de pasión
Los ojos que ahora miras no los veo yo
Ya no seremos para siempre, eeh
Los ojos que ahora miras no los veo yo
Ya no seremos para siempre, eeh
Acuérdate cuando dijimos
Yo no voy a serlo
Sobre la mesa, el mar, los besos
Y esta lucha de poder
Si quieres yo me presto a ser el pistolero
Que mate los reproches
También el veneno, ya no
Tu descaro en la cama
Con el pasillo en llamas
Derramando la vida
Borrachos de risa y deseo, ya no
Cubrirás mis espaldas
En tus nervios mi calma
Besaré tus heridas
Cuando estés dolida del mundo
Yo no voy a serlo
Sobre la mesa, el mar, los besos
Y esta lucha de poder
Si quieres yo me presto a ser el pistolero
Que mate los reproches
También el veneno, ya no
Tu descaro en la cama
Con el pasillo en llamas
Derramando la vida
Borrachos de risa y deseo, ya no
Cubrirás mis espaldas
En tus nervios mi calma
Besaré tus heridas
Cuando estés dolida del mundo
Ya no, ya no, ya no
No me mires que sabes que puedo caer
Ya no habrá canción ni bailes de pasión
Los ojos que ahora miras, no los veo yo
Ya no seremos para siempre
No me mires que sabes que puedo caer
Ya no habrá canción ni bailes de pasión
Los ojos que ahora miras, no los veo yo
Ya no seremos para siempre
Written by Manuel Carrasco • Copyright © Universal Music Publishing Group
Carlos Rivera - Voy a Amarte
Cada día que pasa lloro tu nombre
cada noche soy oscuridad
dime como hago para respirar
dime como hago para hablar
y que la vida nos dé la oportunidad
cuando yo regrese por ti renacerán las flores de tu jardín
llevo tanto tiempo así, solo, extrañándote
cuando yo regrese por ti renunciaré a todo lo que yo fui
voy a quedarme junto a ti hasta el fin
voy a amarte
puedo abrazar tu alma entera
quiero aferrarme a nuestra verdad
dime como hago para respirar
dime como hago para hablar
y que la vida nos dé la oportunidad
cuando yo regrese por ti renacerán las flores de tu jardín
llevo tanto tiempo así, solo, extrañándote
cuando yo regrese por ti renunciaré a todo lo que yo fui
voy a quedarme junto a ti hasta el fin
voy a amarte, voy a amarte
cuando yo regrese por ti renunciaré a todo lo que yo fui
voy a quedarme junto a ti hasta el fin
voy a amarte.
Foto: katerina lomonosov
Cuadernos de Magia
Siempre habrá mas gente que sabe
que hacer con tu vida,
que con la propia...
LA MAGA (Cuadernos de Magia)
martes, 27 de diciembre de 2016
Círculos
El tiempo no lineal me enseñó que los círculos no siempre son perfectos, puedes volver cerrarlos y volverlos a encontrar abiertos, no es cometido de la forma, sino de la conciencia abrir, y cerrar círculos y expandirlos.
lunes, 26 de diciembre de 2016
domingo, 25 de diciembre de 2016
sábado, 24 de diciembre de 2016
Jaime Sabines
Jaime Sabines
(México, 1926-1999)
"Déjame reposar,
aflojar los músculos del corazón
y poner a dormitar el alma
para poder hablar"
PRIMERA PARTE
I
Déjame reposar,
aflojar los músculos del corazón
y poner a dormitar el alma
para poder hablar,
para poder recordar estos días,
los más largos del tiempo.
Convalecemos de la angustia apenas
y estamos débiles, asustadizos,
despertando dos o tres veces de nuestro escaso sueño
para verte en la noche y saber que respiras.
Necesitamos despertar para estar más despiertos
en esta pesadilla llena de gentes y de ruidos.
Tú eres el tronco invulnerable y nosotros las ramas,
por eso es que este hachazo nos sacude.
Nunca frente a tu muerte nos paramos
a pensar en la muerte,
ni te hemos visto nunca sino como la fuerza y la
alegría.
No lo sabemos bien, pero de pronto llega
un incesante aviso,
una escapada espada de la boca de Dios
que cae y cae y cae lentamente.
Y he aquí que temblamos de miedo,
que nos ahoga el llanto contenido,
que nos aprieta la garganta el miedo.
Nos echamos a andar y no paramos
de andar jamás, después de medianoche,
en ese pasillo del sanatorio silencioso
donde hay una enfermera despierta de ángel.
Esperar que murieras era morir despacio,
estar goteando del tubo de la muerte,
morir poco, a pedazos.
No ha habido hora más larga que cuando no
dormías,
ni túnel más espeso de horror y de miseria
que el que llenaban tus lamentos,
tu pobre cuerpo herido.
II
Del mar, también del mar,
de la tela del mar que nos envuelve,
de los golpes del mar y de su boca,
de su vagina obscura,
de su vómito,
de su pureza tétrica y profunda,
vienen la muerte, Dios, el aguacero
golpeando las persianas,
la noche, el viento.
De la tierra también,
de las raíces agudas de las casas,
del pie desnudo y sangrante de los árboles,
de algunas rocas viejas que no pueden moverse,
de lamentables charcos, ataúdes del agua,
de troncos derribados en que ahora duerme el rayo,
y de la yerba, que es la sombra de las ramas del cielo,
viene Dios, el manco de cien manos,
ciego de tantos ojos,
dulcísimo, impotente.
(Omniausente, lleno de amor,
el viejo sordo, sin hijos,
derrama su corazón en la copa de su vientre.)
De los huesos también,
de la sal más entera de la sangre,
del ácido más fiel,
del alma más profunda y verdadera,
del alimento más entusiasmado,
del hígado y del llanto,
viene el oleaje tenso de la muerte,
el frío sudor de la esperanza,
y viene Dios riendo.
Caminan los libros a la hoguera.
Se levanta el telón: aparece el mar.
(Yo no soy el autor del mar.)
III
Siete caídas sufrió el elote de mi mano
antes de que mi hambre lo encontrara,
siete veces mil veces he muerto
y estoy risueño como en el primer día.
Nadie dirá: no supo de la vida
más que los bueyes, ni menos que las golondrinas.
Yo siempre he sido el hombre, amigo fiel del perro,
hijo de Dios desmemoriado,
hermano del viento.
¡A la chingada las lágrimas!,dije,
y me puse a llorar
como se ponen a parir.
Estoy descalzo, me gusta pisar el agua y las piedras,
las mujeres, el tiempo,
me gusta pisar la yerba que crecerá sobre mi tumba
(si es que tengo una tumba algún día).
Me gusta mi rosal de cera
en el jardín que la noche visita.
Me gustan mis abuelos de Totomoste
y me gustan mis zapatos vacíos
esperándome como el día de mañana.
¡A la chingada la muerte!, dije,
sombra de mi sueño,
perversión de los ángeles,
y me entregué a morir
como una piedra al río,
como un disparo al vuelo de los pájaros.
IV
Vamos a hablar del Príncipe Cáncer,
Señor de los Pulmones, Varón de la Próstata,
que se divierte arrojando dardos
a los ovarios tersos, a las vaginas mustias,
a las ingles multitudinarias.
Mi padre tiene el ganglio más hermoso del cáncer
en la raíz del cuello, sobre la subclavia,
tubérculo del bueno de Dios,
ampolleta de la buena muerte,
y yo mando a la chingada a todos los soles del mundo.
El Señor Cáncer, El Señor Pendejo,
es sólo un instrumento en las manos obscuras
de los dulces personajes que hacen la vida.
En las cuatro gavetas del archivero de madera
guardo los nombres queridos,
la ropa de los fantasmas familiares,
las palabras que rondan
y mis pieles sucesivas.
También están los rostros de algunas mujeres
los ojos amados y solos
y el beso casto del coito.
Y de las gavetas salen mis hijos.
¡Bien haya la sombra del árbol
llegando a la tierra,
porque es la luz que llega!
V
De las nueve de la noche en adelante,
viendo televisión y conversando
estoy esperando la muerte de mi padre.
Desde hace tres meses, esperando.
En el trabajo y en la borrachera,
en la cama sin nadie y en el cuarto de niños,
en su dolor tan lleno y derramado,
su no dormir, su queja y su protesta,
en el tanque de oxígeno y las muelas
del día que amanece, buscando la esperanza.
Mirando su cadáver en los huesos
que es ahora mi padre,
e introduciendo agujas en las escasas venas,
tratando de meterle la vida, de soplarle
en la boca el aire...
(Me avergüenzo de mí hasta los pelos
por tratar de escribir estas cosas.
¡Maldito el que crea que esto es un poema!)
Quiero decir que no soy enfermero,
padrote de la muerte,
orador de panteones, alcahuete,
pinche de Dios, sacerdote de penas.
Quiero decir que a mí me sobre el aire...
VI
Te enterramos ayer.
Ayer te enterramos.
Te echamos tierra ayer.
Quedaste en la tierra ayer.
Estás rodeado de tierra
desde ayer.
Arriba y abajo y a los lados
por tus pies y por tu cabeza
está la tierra desde ayer.
Te metimos en la tierra,
te tapamos con tierra ayer.
Perteneces a la tierra
desde ayer.
Ayer te enterramos
en la tierra, ayer.
VII
Madre generosa
de todos los muertos,
madre tierra, madre,
vagina del frío,
brazos de intemperie,
regazo del viento,
nido de la noche,
madre de la muerte,
recógelo, abrígalo,
desnúdalo, tómalo,
guárdalo, acábalo.
VIII
No podrás morir.
Debajo de la tierra
no podrás morir.
Sin agua y sin aire
no podrás morir.
Sin azúcar, sin leche,
sin frijoles, sin carne,
sin harina, sin higos,
no podrás morir.
Sin mujer y sin hijos
no podrás morir.
Debajo de la vida
no podrás morir.
En tu tanque de tierra
no podrás morir.
En tu caja de muerto
no podrás morir.
En tus venas sin sangre
no podrás morir.
En tu pecho vacío
no podrás morir.
En tu boca sin fuego
no podrás morir.
En tus ojos sin nadie
no podrás morir.
En tu carne sin llanto
no podrás morir.
No podrás morir.
No podrás morir.
No podrás morir.
Enterramos tu traje,
tus zapatos, el cáncer;
no podrás morir.
Tu silencio enterramos.
Tu cuerpo con candados.
Tus canas finas,
tu dolor clausurado.
No podrás morir.
IX
Te fuiste no sé a dónde.
Te espera tu cuarto.
Mi mamá, Juan y Jorge
te estamos esperando.
Nos han dado abrazos
de condolencia, y recibimos
cartas, telegramas, noticias
de que te enterramos,
pero tu nieta más pequeña
te busca en el cuarto,
y todos, sin decirlo,
te estamos esperando.
X
Es un mal sueño largo,
una tonta película de espanto,
un túnel que no acaba
lleno de piedras y de charcos.
¡Qué tiempo éste, maldito,
que revuelve las horas y los años,
el sueño y la conciencia,
el ojo abierto y el morir despacio!
XI
Recién parido en el lecho de la muerte,
criatura de la paz, inmóvil, tierno,
recién niño del sol de rostro negro,
arrullado en la cuna del silencio,
mamando obscuridad, boca vacía,
ojo apagado, corazón desierto.
Pulmón sin aire, niño mío, viejo,
cielo enterrado y manantial aéreo
voy a volverme un llanto subterráneo
para echarte mis ojos en tu pecho.
XII
Morir es retirarse, hacerse a un lado,
ocultarse un momento, estarse quieto,
pasar el aire de una orilla a nado
y estar en todas partes en secreto.
Morir es olvidar, ser olvidado,
refugiarse desnudo en el discreto
calor de Dios, y en su cerrado
puño, crecer igual que un feto.
Morir es encenderse bocabajo
hacia el humo y el hueso y la caliza
y hacerse tierra y tierra con trabajo.
Apagarse es morir, lento y aprisa
tomar la eternidad como a destajo
y repartir el alma en la ceniza.
XIII
Padre mío, señor mío, hermano mío,
amigo de mi alma, tierno y fuerte,
saca tu cuerpo viejo, viejo mío,
saca tu cuerpo de la muerte.
Saca tu corazón igual que un río,
tu frente limpia en que aprendí a quererte,
tu brazo como un árbol en el frío
saca todo tu cuerpo de la muerte.
Amo tus canas, tu mentón austero,
tu boca firme y tu mirada abierta,
tu pecho vasto y sólido y certero.
Estoy llamando, tirándote la puerta.
Parece que yo soy el que me muero:
¡padre mío, despierta!
XIV
No se ha roto ese vaso en que bebiste,
ni la taza, ni el tubo, ni tu plato.
Ni se quemó la cama en que moriste,
ni sacrificamos un gato.
Te sobrevive todo. Todo existe
a pesar de tu muerte y de mi flato.
Parece que la vida nos embiste
igual que el cáncer sobre tu omóplato.
Te enterramos, te lloramos, te morimos,
te estás bien muerto y bien jodido y yermo
mientras pensamos en lo que no hicimos
y queremos tenerte aunque sea enfermo.
Nada de lo que fuiste, fuiste y fuimos
a no ser habitantes de tu infierno.
XV
Papá por treinta o por cuarenta años,
amigo de mi vida todo el tiempo,
protector de mi miedo, brazo mío,
palabra clara, corazón resuelto,
te has muerto cuando menos falta hacías,
cuando más falta me haces, padre, abuelo,
hijo y hermano mío, esponja de mi sangre,
pañuelo de mis ojos, almohada de mi sueño.
Te has muerto y me has matado un poco.
Porque no estás, ya no estaremos nunca
completos, en un sitio, de algún modo.
Algo le falta al mundo, y tú te has puesto
a empobrecerlo más, y a hacer a solas
tus gentes tristes y tu Dios contento.
XVI
(Noviembre 27)
¿Será posible que abras los ojos y nos veas
ahora?
¿Podrás oírnos?
¿Podrás sacar tus manos un momento?
Estamos a tu lado. Es nuestra fiesta,
tu cumpleaños, viejo.
Tu mujer y tus hijos, tus nueras y tus nietos
venimos a abrazarte, todos, viejo.
¡Tienes que estar oyendo!
No vayas a llorar como nosotros
porque tu muerte no es sino un pretexto
para llorar por todos,
por los que están viviendo.
Una pared caída nos separa,
sólo el cuerpo de Dios, sólo su cuerpo.
XVII
Me acostumbré a guardarte, a llevarte lo mismo
que lleva uno su brazo, su cuerpo, su cabeza.
No eras distinto a mí, ni eras lo mismo.
Eras, cuando estoy triste, mi tristeza.
Eras, cuando caía, eras mi abismo,
cuando me levantaba, mi fortaleza.
Eras brisa y sudor y cataclismo,
y eras el pan caliente sobre la mesa.
Amputado de ti, a medias hecho
hombre o sombra de ti, sólo tu hijo,
desmantelada el alma, abierto el pecho,
Ofrezco a tu dolor un crucifijo:
te doy un palo, una piedra, un helecho,
mis hijos y mis días, y me aflijo.
SEGUNDA PARTE
I
Mientras los niños crecen, tú, con todos los muertos,
poco a poco te acabas.
Yo te he ido mirando a través de las noches
por encima del mármol, en tu pequeña casa.
Un día ya sin ojos, sin nariz, sin orejas,
otro día sin garganta,
la piel sobre tu frente agrietándose, hundiéndose,
tronchando obscuramente el trigal de tus canas.
Todo tú sumergido en humedad y gases
haciendo tus desechos, tu desorden, tu alma,
cada vez más igual tu carne que tu traje,
más madera tus huesos y más huesos las tablas.
Tierra mojada donde había tu boca,
aire podrido, luz aniquilada,
el silencio tendido a todo tu tamaño
germinando burbujas bajo las hojas de agua.
(Flores dominicales a dos metros arriba
te quieren pasar besos y no te pasan nada.)
II
Mientras los niños crecen y las horas nos hablan
tú, subterráneamente, lentamente, te apagas.
Lumbre enterrada y sola, pabilo de la sombra,
veta de horror para el que te escarba.
¡Es tan fácil decirte "padre mío"
y es tan difícil encontrarte, larva
de Dios, semilla de esperanza!
Quiero llorar a veces, y no quiero
llorar porque me pasas
como un derrumbe, porque pasas
como un viento tremendo, como un escalofrío
debajo de las sábanas,
como un gusano lento a lo largo del alma.
¡Si sólo se pudiera decir: "papá, cebolla,
polvo, cansancio, nada, nada, nada"
!Si con un trago te tragara!
¡Si con este dolor te apuñalara!
¡Si con este desvelo de memorias
-herida abierta, vómito de sangre-
te agarrara la cara!
Yo sé que tú ni yo,
ni un par de valvas,
ni un becerro de cobre, ni unas alas
sosteniendo la muerte, ni la espuma
en que naufraga el mar, ni -no- las playas,
la arena, la sumisa piedra con viento y agua,
ni el árbol que es abuelo de su sombra,
ni nuestro sol, hijastro de sus ramas,
ni la fruta madura, incandescente,
ni la raíz de perlas y de escamas,
ni tío, ni tu chozno, ni tu hipo,
ni mi locura, y ni tus espaldas,
sabrán del tiempo obscuro que nos corre
desde las venas tibias a las canas.
(Tiempo vacío, ampolla de vinagre,
caracol recordando la resaca.)
He aquí que todo viene, todo pasa,
todo, todo se acaba.
¿Pero tú? ¿pero yo? ¿pero nosotros?
¿para qué levantamos la palabra?
¿de qué sirvió el amor?
¿cuál era la muralla
que detenía la muerte? ¿dónde estaba
el niño negro de tu guarda?
Ángeles degollados puse al pie de tu caja,
y te eché encima tierra, piedras, lágrimas,
para que ya no salgas, para que no salgas.
III
Sigue el mundo su paso, rueda el tiempo
y van y vienen máscaras.
Amanece el dolor un día tras otro,
nos rodeamos de amigos y fantasmas,
parece a veces que un alambre estira
la sangre, que una flor estalla,
que el corazón da frutas, y el cansancio
canta.
Embrocados, bebiendo en la mujer y el trago,
apostando a crecer como las plantas,
fijos, inmóviles, girando
en la invisible llama.
Y mientras tú, el fuerte, el generoso,
el limpio de mentiras y de infamias,
guerrero de la paz, juez de victorias
-cedro del Líbano, robledal de Chiapas-
te ocultas en la tierra, te remontas
a tu raíz obscura y desolada.
IV
Un año o dos o tres,
te da lo mismo.
¿Cuál reloj en la muerte?, ¿qué campana
incesante, silenciosa, llama y llama?
¿qué subterránea voz no pronunciada?
¿qué grito hundido, hundiéndose, infinito
de los dientes atrás, en la garganta
aérea, flotante, pare escamas?
¿Para esto vivir? ¿para sentir prestados
los brazos y las piernas y la cara,
arrendados al hoyo, entretenidos
los jugos en la cáscara?
¿para exprimir los ojos noche
a noche en el temblor obscuro de la cama,
remolino de quietas transparencias,
descendimiento de la náusea?
¿Para esto morir?
¿para inventar el alma,
el vestido de Dios, la eternidad, el agua
del aguacero de la muerte, la esperanza?
¿morir para pescar?
¿para atrapar con su red a la araña?
Estás sobre la playa de algodones
y tu marca de sombras sube y baja.
V
Mi madre sola, en su vejez hundida,
sin dolor y sin lástima,
herida de tu muerte y de tu vida.
Esto dejaste. Su pasión enhiesta,
su celo firme, su labor sombría.
Árbol frutal a un paso de la leña,
su curvo sueño que te resucita.
Esto dejaste. Esto dejaste y no querías.
Pasó el viento. Quedaron de la casa
el pozo abierto y la raíz en ruinas.
Y es en vano llorar. Y si golpeas
las paredes de Dios, y si te arrancas
el pelo o la camisa,
nadie te oye jamás, nadie te mira.
No vuelve nadie, nada. No retorna
el polvo de oro de la vida.