sábado, 30 de abril de 2016

"Si en algún momento se te cruza alguien
Que te sacude el alma: agarra su mano,
Abrázate a sus besos, empápate en su
Tiempo. Aunque sea por un ratito,
Esos que duran toda la vida."


Anabel Caride

Anabel Caride, Lloverá sobre tu nombre

viernes, 29 de abril de 2016

29 de Abril, Día del animal! Everyone Deserves Joy -


Feliz día a todos los animales! Los del campo, los de la calle, las mascotas, los del agua, los del aire. Los que nacieron para morir, para ser asesinados, explotados, para ser sacrificados y torturados en juegos, en las jinetadas, en las carreras, tirando de carros, en peleas, en una plaza de toros. Víctimas de la estupidez humana, de la boca humana, de la avaricia humana...

La Caricia Perdida - Alfonsina Storni

Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?

Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará... rodará...

Si en los ojos te besan esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.

Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,
si es el aire que teje la ilusión de besar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿me reconocerás?

Alfonsina Storni

Heinrich Heine

Los ángeles lo llaman placer divino; los demonios, sufrimiento infernal; los hombres, amor.

Heinrich Heine (1797-1856) Poeta alemán.

jueves, 28 de abril de 2016

Tu Amor - Delmira Agustini

Tu amor, esclavo, es como un sol muy fuerte:
jardinero de oro de la vida,
jardinero de fuego de la muerte,
en el carmen fecundo de mi vida.

Pico de cuervo con olor de rosas,
aguijón enmelado de delicias
tu lengua es. Tus manos misteriosas
son garras enguantadas de caricias.

Tus ojos son mis medias noches crueles,
panales negros de malditas mieles
que se desangran en mi acerbidad;

crisálida de un vuelo del futuro
es tu abrazo magnífico y oscuro
torre embrujada de mi soledad.

Delmira Agustini (1887-1914)

miércoles, 27 de abril de 2016

La vida es como 
Una rosa...

Cada petalo es un 
Sueño y cada
Espina una
Realidad.

ODA A LA POESÍA Pablo Neruda

Cerca de cincuenta años
caminando
contigo, Poesía.
Al principio
me enredabas los pies
y caía de bruces
sobre la tierra oscura
o enterraba los ojos
en la charca
para ver las estrellas.
Más tarde te ceñiste
a mí con los dos brazos de la amante
y subiste
en mi sangre
como una enredadera.
Luego
te convertiste
en copa.

Hermoso
fue
ir derramándote sin consumirte,
ir entregando tu agua inagotable,
ir viendo que una gota
caída sobre un corazón quemado
y desde sus cenizas revivía.
Pero no me bastó tampoco.
Tanto anduve contigo
que te perdí el respeto.
Dejé de verte como
náyade vaporosa
te puse a trabajar de lavandera,
a vender pan en las panaderías,
a hilar con las sencillas tejedoras,
a golpear hierros en la metalurgia.
Y seguiste conmigo
andando por el mundo,
pero tú ya no eras
la florida
estatua de mi infancia.
Hablabas
ahora
con voz férrea.
Tus manos
fueron duras como piedras.
Tu corazón
fue un abundante
manantial de campanas,
elaboraste pan a manos llenas,
me ayudaste a no caer de bruces,
me buscaste
compañía,
no una mujer,
no un hombre,
sino miles, millones.
Juntos, Poesía,
fuimos
al combate, a la huelga,
al desfile, a los puertos,
a la mina,
y me reí cuando saliste
con la frente manchada de carbón
o coronada de aserrrín fragante
de los aserraderos.
Y no dormíamos en los caminos.
Nos esperaban grupos
de obreros con camisas
recién lavadas y banderas rojas.

Y tú, Poesía,
antes tan desdichadamente tímida,
a la cabeza
fuiste
y todos
se acostumbraron a tu vestidura
de estrella cotidiana,
porque aunque algún relámpago delató tu familia
cumpliste tu tarea,
tu paso entre los pasos de los hombres.
Yo te pedí que fueras
utilitaria y útil,
como metal o harina,
dispuesta a ser arado,
herramienta,
pan y vino,
dispuesta, Poesía,
a luchar cuerpo a cuerpo
y a caer desangrándote.

Y ahora,
Poesía,
gracias, esposa,
hermana o madre
o novia,
gracias, ola marina,
azahar y bandera,
motor de música,
largo pétalo de oro,
campana submarina,
granero
inextinguible,
gracias,
tierra de cada uno
de mis días,
vapor celeste y sangre
de mis años,
porque me acompañaste
desde la más enrarecida altura
hasta la simple mesa
de los pobres,
porque pusiste en mi alma
sabor ferruginoso
y fuego frío,
porque me levantaste
hasta la altura insigne
de los hombres comunes,
Poesía,
porque contigo
mientras me fui gastando
tú continuaste
desarrollando tu frescura firme,
tu ímpetu cristalino,
como si el tiempo
que poco a poco me convierte en tierra
fuera a dejar corriendo eternamente
las aguas de mi canto
.

A UNA LÁGRIMA - Esteban Echeverría

Si la magia del arte
cristalizar pudiera,
esa gota ligera
de origen celestial;
en la más noble parte
del pecho la pondría:
ningún tesoro habría
en todo el orbe igual.

Por ella amor se inflama,
por ella amor suspira,
ella a la par inspira
ternura y compasión:
su luz es como llama
del cielo desprendida,
que infunde al mármol vida,
penetra el corazón.

¡Quién mira indiferente
la lágrima preciosa
que vierte generosa
la sensibilidad!
Su brillo, transparente
del alma el fondo deja,
y hasta el matiz refleja
de la felicidad.

Permite que recoja
esa preciosa perla;
los ángeles al verla
mi dicha envidiarán:
amor en su congoja,
para calmar enojos,
en tus divinos ojos
puso ese talismán.

Fernando Pessoa, Mi mirada

Mi Mirada

Mi mirada es nítida como un girasol.
Tengo la costumbre de andar por los caminos
mirando a la derecha y a la izquierda
y de vez en cuando mirando para atrás…
Y lo que veo a cada instante
es lo que nunca había visto antes,
y me doy buena cuenta de ello.
Sé sentir el asombro esencial
que tiene un niño si, al nacer,
de veras reparase en que nacía…
Me siento nacido a cada instante
a la eterna novedad del mundo…

Creo en el mundo como en una margarita,
porque lo veo. Pero no pienso en él,
porque pensar es no comprender…

El Mundo no se ha hecho para pensar en él
(pensar es estar enfermo de los ojos),
sino para mirarlo y estar de acuerdo…


Yo no tengo filosofía: tengo sentidos…
Si hablo de la Naturaleza no es porque sepa lo que es,
sino porque la amo, y la amo por eso,
porque quien ama nunca sabe lo que ama,
ni sabe por qué ama, ni qué es amar…
Amar es la eterna inocencia,
y la única inocencia es no pensar…


O Meu Olhar

O meu olhar é nítido como um girassol.
Tenho o costume de andar pelas estradas
Olhando para a direita e para a esquerda,
E de, vez em quando olhando para trás...
E o que vejo a cada momento
É aquilo que nunca antes eu tinha visto,
E eu sei dar por isso muito bem...
Sei ter o pasmo essencial
Que tem uma criança se, ao nascer,
Reparasse que nascera deveras...
Sinto-me nascido a cada momento
Para a eterna novidade do Mundo...

Creio no mundo como num malmequer,
Porque o vejo. Mas não penso nele
Porque pensar é não compreender ...

O Mundo não se fez para pensarmos nele
(Pensar é estar doente dos olhos)
Mas para olharmos para ele e estarmos de acordo...

Eu não tenho filosofia: tenho sentidos...
Se falo na Natureza não é porque saiba o que ela é,
Mas porque a amo, e amo-a por isso,
Porque quem ama nunca sabe o que ama
Nem sabe por que ama, nem o que é amar ...
Amar é a eterna inocência,
E a única inocência não pensar...


Alberto Caeiro (Fernando Pessoa)

lunes, 25 de abril de 2016

Más allá del olvido, Alejandra Pizarnik (1936-1972)

alguna vez de un costado de la luna

verás caer los besos que brillan en mí
las sombras sonreirán altivas
luciendo el secreto que gime vagando
vendrán las hojas impávidas que
algún día fueron lo que mis ojos
vendrán las mustias fragancias que
innatas descendieron del alado son
vendrán las rojas alegrías que
burbujean intensas en el sol que
redondea las armonías equidistantes en
el humo danzante de la pipa de mi amor.

Che

Proviene del quechua CHE y significa gente.
Ejemplo sería Tehuel-che Gente del Tehuel, Pehuen-che , gente del pehuen
Nosotros la utilizamos para llamar la atención, CHE vení. El Che es una forma de tuteo o de hablar de vos, o sea una forma familiar, amigable.
Esta palabra que se ha hecho tan común en nuestro pais, ha llegado a identificarnos en el mundo entero, y sobre todo en América donde nos conocen como "Los CHE".

Varios tangos usaron el CHE en sus títulos: "Che bandoneón", "Che papusa, oí", "Che, Mariano", Che, tango, che", "Che, Cipriano".
El duende de tu son, CHE BANDONEON,
se apiada del dolor de los demás
y al estrujar tu fueye dormilón
se arrima al corazón que sufre más.
En este CHE está reflejado todo el cariño, todo el amor que el bandoneón despierta. Por eso Homero Manzi conversa con él en una intimidad donde no cabe ni siquiera el vos, porque el CHE es el más íntimo de los tratamientos.

Y en "CHE papusa, oí", si bien hay un dejo de reproche en el "si entre el lujo del ambiente
hoy te arrastra la corrientes,
mañana te quiero ver"
también hay un tratamiento cariñoso que proviene de este "CHE" misterioso y afectuoso que parece no aceptar ser aplicado en forma despectiva o maliciosa
Por eso el poeta, en este caso Enrique Cadícamo le dice:
Milonguerita linda, papusa y breva
con ojos picarescos de "pippermint"
de parla afranchutada, pinta maleva
y boca pecadora, color carmín.

Pero el che no es la única palabra de etimología aborigen, lo son también "chinchulin", que, aunque parezca china, proviene del quechua ch'unchull, instestino; pupo, ombligo que viene de pupu; también es de origen quechua "ñaupa" que significa antiguo, "del tiempo de ñaupa" antiquísimo. También "paspar", eso que nos pasaba de chico generalmente en la cola, viene de p'aspa, y "china" es también quechua y significa mujer o sirvienta. Hasta paica se piensa que puede ser quechua, y también "chuchi"
Como vemos estas y muchas mas son palabras aborígenes, porque la riqueza del lunfardo se debe a que se nutrió de fuentes extranjeras, pero también aborígenes.
De: Somos Argentina

sábado, 23 de abril de 2016

Caminos del Espejo - Alejandra Pizarnik

Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto.

Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo como un pájaro del borde filoso de la noche.

Como una niña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente borrada por la lluvia.

Como cuando se abre una flor y revela el corazón que no tiene.

Todos los gestos de mi cuerpo y de mi voz para hacer de mi la ofrenda, el ramo que abandona el viento en el umbral.

Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña que fuiste.

La noche de los dos se dispersó con la niebla. Es la estación de los alimentos fríos.

Y la sed, mi memoria es de la sed, yo abajo, en el fondo, en el pozo, yo bebía, recuerdo.

Caer como un animal herido en el lugar que iba a ser de revelaciones.

Como quien no quiere la cosa. Ninguna cosa. Boca cosida. Párpados cosidos. Me olvide. Adentro el viento. Todo cerrado y el viento adentro.

Al negro sol del silencio las palabras se doraban.

Pero el silencio es cierto. Por eso escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy sola. Hay alguien aquí que tiembla.

Aun si digo sol y luna y estrella me refiero a cosas que me suceden. ¿Y que deseaba yo? Deseaba un silencio perfecto. Por eso hablo.

La noche tiene la forma de un grito de lobo.

Delicia de perderse en la imagen presentida. Yo me levanté de mi cadáver, yo fui en busca de quien soy. Peregrina de mi, he ido hacia la que duerme en un país al viento.

Mi caída sin fin a mi caída sin fin en dónde nadie me aguardó pues al mirar quien me aguardaba no vi otra cosa que a mi misma.

Algo caía en el silencio. Mi ultima palabra fue yo pero me refería al alba luminosa.

Flores amarillas constelan un circulo de tierra azul. El agua tiembla llena de viento.

Deslumbramiento del día, pájaros amarillos en la mañana. Una mano desata tinieblas, una mano arrastra la cabellera de una ahogada que no cesa de pasar por el espejo. Volver a la memoria del cuerpo, he de volver a mis huesos en duelo, he de comprender lo que dice mi voz.

Alejandra Pizarnik (1936-1972)

23 de Abril - Día Internacional del Libro

Hoy celebramos el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor. Porque el libro es un instrumento valioso que contribuye a la educación y a difundir la cultura y la información. La diversidad de libros y de contenidos es una fuente de enriquecimiento que debemos hacer efectiva mediante políticas públicas adaptadas, luchando contra la uniformización cultural. 

viernes, 22 de abril de 2016

A orillas del amor - Luis Cernuda

Como una vela sobre el mar 
resume ese azulado afán que se levanta 
hasta las estrellas futuras, 
hecho escala de olas
por donde pies divinos descienden al abismo,
también tu forma misma,
ángel, demonio, sueño de un amor soñado,
resume en mí un afán que en otro tiempo levantaba
hasta las nubes sus olas melancólicas.

Sintiendo todavía los pulsos de ese afán,
yo, el más enamorado,
en las orillas del amor,
sin que una luz me vea
definitivamente muerto o vivo,
contemplo sus olas y quisiera anegarme,
deseando perdidamente
descender, como los ángeles aquellos por la escala de espuma,
hasta el fondo del mismo amor que ningún hombre ha visto.

Luis Cernuda

ADIÓS - Gabriela Mistral


En costa lejana 
y en mar de Pasión, 
dijimos adioses 
sin decir adiós.
Y no fue verdad
la alucinación.
Ni tú la creíste
ni la creo yo,
«y es cierto y no es cierto»
como en la canción.
Que yendo hacia el Sur
diciendo iba yo:
«Vamos hacia el mar
que devora al Sol».
Y yendo hacia el Norte
decía tu voz:
«Vamos a ver juntos
donde se hace el Sol».
Ni por juego digas
o exageración
que nos separaron
tierra y mar, que son
ella, sueño y el
alucinación.
No te digas solo
ni pida tu voz
albergue para uno
al albergador.
Echarás la sombra
que siempre se echó,
morderás la duna
con paso de dos...
Para que ninguno,
ni hombre ni dios,
nos llame partidos
como luna y sol;
para que ni roca
ni viento errador,
ni río con vado
ni árbol sombreador,
aprendan y digan
mentira o error
del Sur y del Norte,
del uno y del dos!

Gabriela Mistral

jueves, 21 de abril de 2016

RUBEN DARIO

"Un buen libro es el mejor de los amigos, lo mismo hoy que siempre."

RUBEN DARIO

Rayuela - Julio Cortázar


Se puede matar todo menos la nostalgia (...) la llevamos en el color de los ojos, en cada amor, en todo lo que profundamente atormenta y desata y engaña.
Rayuela (capítulo 71) - Julio Cortázar

martes, 19 de abril de 2016

Coecos de Xul Solar

Xul decía de sí mismo: «Soy campeón del mundo de un panjuego que todavía nadie conoce: el panajedrez. Soy maestro de una escritura que nadie lee todavía. Soy creador de una nueva técnica musical, de una grafía musical que permitirá que el estudio del piano, por ejemplo, sea posible en la tercera parte del tiempo que hoy lleva estudiarlo. Soy creador de una lengua universal –la panlingua– sobre base numérica y astrológica, que tanto contribuiría a que los pueblos se conociesen mejor unos a otros. Soy creador del neocriollo, lengua que reclama al mundo de Latinoamérica. Soy el director de un teatro que todavía no funciona…»
Borges, tan influenciado por él, decía:[Xul Solar]  Hombre versado en toda las disciplinas, curioso de todos los arcanos, padre de escrituras, de lenguajes, de utopías, de mitologías, huésped de infiernos y de cielos, autor panajedrecista … Xul Solar es uno de los acontecimientos más singulares de nuestra época. Hay mentes que profesan la probidad, otras, la indiscriminada abundancia; la invención caudalosa de Xul Solar no excluye el honesto rigor. Sus pinturas son documentos del mundo ultraterreno, del mundo metafísico en que los dioses toman las formas de la imaginación que los sueña … Xul Solar renueva a modo ambicioso que quiere ser modesto, la mística pintura de los que ven con los ojos físicos en el ámbito sagrado de Blake, de Swedenborg, de yoguis y de bardos.
Xul habíase tomado a pecho la reformulación del universo proponiendo desde la Tierra misma un orden distinto. Entre sus tantas cosas había cambiado el sistema numérico de las matemáticas por uno duodecimal de uso corriente con el cual pintaba en acuarela, decía que el duodecimal es más perfecto, el diez es sólo divisible entre 2, 5 y 10, mientras que su predilecto en 2, 3, 4, 6 y 12.
Xul se ha mantenido como un secreto bien cuidad las más de las veces hermético y rayano en las grutas del misticismo pragmático. Uno podía oír acerca de él quizá, con dificultad y entre esos preclaros ilustrados, llenos de barullo en las mentes por esa vocecita que hablaba de un tal Xul Solar que no sabían de donde venía, pero nunca encontrarse con una obra suya, quizá hasta los ochenta. En su casa de Buenos Aires uno puede abrir su clóset y ver su corbata blanca iridiscente y su cinturón verde para escuchar como si hablara frente a ti en su lengua pancriolla, danzando con su esposa Lita:
“Olas, ólitas, vintos, hálitos, réspiras, kinflores, hondónadas, pirmanchas, kingramas, biovacíos, tunzoes: tu fon.»
El pancriollo fue una lengua inventada por Xul, posibilidad del idioma en sí, la versión mística, mesiánica, genial y poética del portuñol. Lo trataba de hablar con cualquiera; sonaba espontáneo, ó no; era también una pura sensibilidad oral, música construida de la unidad del sur, alcanzada debiera ser por la invención de multivocales vocablos, síntesis pura de las lenguas.

«Tal que me almúo»
Sus ideas influenciaron a Borges, lo cual no es raro, pues ambos se trataron cercanamente desde el año 20 encontrados en la España galante del ultraísmo, no por haberse conocido allá, sino porque las afinidades y el cosmopolitismo de ambos se fundiría más tarde, habiendo tenido similares puntos de exposición.
[Durante los años que pasé en Suiza] estudié el idioma Alemán. . . Leí mucho en Alemán; sobre todo poesía expresionista, porque durante la primera guerra europea el expresionismo alemán fue el más importante de todos los “ismos” de aquella época. . . Fue el movimiento más rico, porque no era solamente técnico; a los expresionistas les interesaba además la fraternidad entre los hombres, la desaparición de las fronteras y la mística… [El expresionismo] Refleja toda una serie de preocupaciones profundas: la magia, los sueños, las religiones y filosofías orientales, la aspiración de una hermandad del mundo. . . decía Borges, mientras en palabras de Gradowczyk: Xul Solar también leía a los poetas expresionistas alemanes durante su estancia en Europa; estaba interesado particularmente por Johannes Beecher y Cristian Morgenstern, y esto se ve reflejado en su producción pictórica de 1914 a 1918. Gradowczyk señala que el expresionismo tuvo para Xul Solar “… una importancia decisiva para su formación mística y estética ya que marca su trayectoria futura.”
Jorge Luis derivó sin mayor duda, parte de sus teorías lingüísticas de Xul y además le dedicó en 1924 El idioma infinito:  Estos apuntes los dedico al gran Xul-Solar, ya que en la ideación de ellos no está limpio de culpa. Aunque el primer texto de Xul, en pancriollo, apareció hasta el 27 en la legendaria revista Martín Fierro, sin embargo más tarde inspiraría a Oliverio Girondo a escribir En la Masmédula, de 1954.
Cuando en 1963 Xul muere, a penas un puñado de textos en pancriollo habían sido publicados. El arma poética se silenció, el idioma desapareció antes siquiera de ser comunicado, una lengua antes olvidada que aprendida. No dudo que en el futuro (¿habrá acaso futuro? O los especialistas desfuturizadores de los que hablaba Macedonio nos lo robarán de una vez) la gente hablará en otras variaciones lingüísticas de las que el pancriollo será casi profético
«Cuando se teocoexaltan se hinchan, xus auras irradian vita–i todo se ferviagranda y san luze. »
Xul nace en la metrópolis del sur el 14 de diciembre de 1887, de padre germanobáltico y madre itálica. En 1916 viaja a Joncón en el Cantón, sin embargo a medio camino, desembarca en Londres, viaja por Europa y vive en diversas ciudades, donde conoce a Picasso, Pettoruti, Aleister Crowley y Modigliani, ahí empieza a pintar ya con su nombre Xul Solar, Luz solar revertida, a contracorriente, tan poderoso como el astro rex.
Regresa a Buenos Aires en 1924, a las antípodas del París de la vanguardia y se une al grupo de Martín Fierro. Crea ahí elPan-Klub en su casa de Palermo/Almagro y con ello funda ese imponente flujo de ideas que cala dentro de Borges, de Macedonio, de Arlt, de Marechal y hasta de Cortázar, tantos otros poetas jóvenes que en los años ochenta fundan la revista Xul como uno de los pocos homenajes venideros.
«Veo hai algunas mui moles pagodas de solo libros, que se incuerpan a xus tantos léctores-que no leen, masbién vitichupan ciencia y sofía.»
En la ciudad, Xul inventa otro idioma, esta vez no solo para Suramérica, sino para que el mundo entero mundo entero hable a través de sus dimensiones y formas. La panlingua fue un sistema para comunicar y relacionar las matemáticas, la música, la astrología y las artes visuales en combinaciones inesperadas con una indecible potencial creativo. Toda la panexperimentación evolucionó de una serie de «juegos».
Juegos que no sólo eran juegos. Sino que movilizaban otras dimensiones: «Nuestro (¿patriotismo?) es encontrar el más alto ideal posible de humanidá —realizarlo y extenderlo al mundo».  Diría, jugando con la invención de otras realidades. »
Juegos que eran, modernizando a Macedonio, el taller de la lengua en su creación, la matriz y el núcleo de todo, nada más complejo que el Panjuego, un tablero de noajedrez, cuyas reglas indeterminadas eran simultáneamente un grupo de notas musicales, un diccionario para la creación de nuevos lenguajes y una manera de preguntar ¿a qué estamos jugando?
El panajedrez es una adaptación al ajedrez convencional del árbol cabalastrológico universal, e integra un sistema cabalístico racional que constituye el diccionario de la panlengua. En este ‘panjuego’ las piezas son consonantes y los casilleros del tablero son las vocales con sus combinaciones. Estos casilleros ­que suman ciento sesenta y nueve, también corresponden a los días, semanas meses y años, mientras que los trebejos representan las constelaciones. Cada una de las piezas mayores representa un planeta dando al tablero sus posiciones en el cielo por lo que se puede seguir por efemérides su situación año por año, en su marcha por la historia real o por otra cualquiera imaginaria. Al ponerse en marcha el juego se producen palabras en panlengua muy diversas, por cientos de miles que van adquiriendo un significado. El panajedrez por sí mismo constituye el diccionario de la lengua y creando una historia. Xul Solar explica que este juego reúne en si varios medios de expresión completos, es decir, lenguajes, en varios campos que se corresponden sobre una misma base, que es el zodiaco, los planetas y la numeración duodecimal. Esto hace que coincidan la fonética de un idioma construido sobre las dos polaridades, la negativa y la positiva y su término medio neutro, con las notas, acordes y timbres de una música libre y con los elementos lineales básicos de una plástica abstracta, que además son escrituras. También coinciden los escaques, como grados del círculo, con el movimiento diurno y anual del cielo, el tiempo histórico y su drama humano expresado en los astros.
Según el autor de este “complejo ajedrez duodecimal” ­como lo llamara Borges, el juego podía ser utilizado para crear poemas, desarrollar ideas, escribir música, etc., y se podía jugar como matemático, como pintor, como escritor, como filósofo, creándose en la marcha del juego un mundo utópico de carácter laberíntico

Xul creo además un tipo Nuevo de piano, con tres hileras de teclas coloridas para tocar una escala de su invención, y acompañar con música sus pinturas, actuándolas como si fueran dotadas de un libreto.  En Coral Bach, una acuarela de 1950, las notas aparecen como seres con orejas enormes que se mueven a lo largo de las estructuras del órgano. Sus pinturas eran literatura también, pistas de aterrizaje, anclas visionarias, escaleras para escalar, interconexiones divinas, todos gestos de las formas alternas que juegan unas con otras.
Puede que Xul fuera el Solitario solista soñador de coecos. Cada una de sus obras se convierte en una holografía, donde el pedazo contiene al  todo, donde cada fragmento da pista a un universo mucho más grande. En el introverso todas las artes comunican las variaciones de una única multiforme grafía y configuran la panbeldoica o doctrina estética total. Su posible lectura proviene de matemáticas astrológicas duodecimales en donde cada categoría artística o fenómeno de creación cuenta con un número y un signo, como los fragmentos de música conceptual  en donde las ideas son notas de una sinfonía universal.
Ese es el Nuevo coeco, estética nueva de las artes y el comportamiento en fusion mutua e interpenetración. Formas diferentes del habla y la teoría de la inseguridad que causan los nuevos modos de interpretación.  Como si Xul se hubiera transportado a una nueva era más libre y evolucionada, sin fronteras ni fundamentalismo, donde todos se comunicaran con lógica y poética en  la panlengua de raíces latinas y sufijos de todos los idiomas, dependiendo siempre de nuestras nuevas necesidades.
Ildefonso de Haro y Tamariz
Fuente: http://entreletras.mx/coecos-de-xul-solar/

lunes, 18 de abril de 2016

He aquí que tú estás sola - Jaime Sabines


He aquí que tú estás sola y que estoy solo. 
Haces tus cosas diariamente y piensas 
y yo pienso y recuerdo y estoy solo.
A la misma hora nos recordamos algo
y nos sufrimos. Como una droga mía y tuya
somos, y una locura celular nos recorre
y una sangre rebelde y sin cansancio.
Se me va a hacer llagas este cuerpo solo,
se me caerá la carne trozo a trozo.
Esto es lejía y muerte.
El corrosivo estar, el malestar
muriendo es nuestra muerte.

Ya no sé dónde estás. Yo ya he olvidado
quién eres, dónde estás, cómo te llamas.
Yo soy sólo una parte, sólo un brazo,
una mitad apenas, sólo un brazo.
Te recuerdo en mi boca y en mis manos.
Con mi lengua y mis ojos y mis manos
te sé, sabes a amor, a dulce amor, a carne,
a siembra , a flor, hueles a amor, a ti,
hueles a sal, sabes a sal, amor y a mí.
En mis labios te sé, te reconozco,
y giras y eres y miras incansable
y toda tú me suenas
dentro del corazón como mi sangre.
Te digo que estoy solo y que me faltas.
Nos faltamos, amor, y nos morimos
y nada haremos ya sino morirnos.
Esto lo sé, amor, esto sabemos.
Hoy y mañana, así, y cuando estemos
en nuestros brazos simples y cansados,
me faltarás, amor, nos faltaremos.

Jaime Sabines

domingo, 17 de abril de 2016

Me gusta la calma
Que da el tiempo, porque
Lo que alguna vez
Se sintió como un huracán,
Hoy vemos que era el viento
Abriendonos camino.

sábado, 16 de abril de 2016

Ella - Oliverio Girondo


Es una intensísima corriente 
un relámpago ser de lecho 
una dona mórbida ola 
un reflujo zumbo de anestesia
una rompiente ente florescente
una voraz contráctil prensil corola entreabierta
y su rocío afrodisíaco
y su carnalesencia
natal
letal
alveolo beodo de violo
es la sed de ella ella y sus vertientes lentas entremuertes que
estrellan y disgregan
aunque Dios sea su vientre
pero también es la crisálida de una inhalada larva de la nada
una libélula de médula
una oruga lúbrica desnuda sólo nutrida de frotes
un chupochupo súcubo molusco
que gota a gota agota boca a boca
la mucho mucho gozo
la muy total sofoco
la toda ¡shock! tras ¡shock!
la íntegra colapso
es un hermoso síncope con foso
un ¡cross! de amor pantera al plexo trópico
un ¡knock out! técnico dichoso
si no un compuesto terrestre de líbido edén infierno
el sedimento aglutinante de un precipitado de labios
el obsesivo residuo de una solución insoluble
un mecanismo radioanímico
un terno bípedo bullente
un ¡robot! hembra electroerótico con su emisora de delirio
y espasmos lírico-dramáticos
aunque tal vez sea un espejismo
un paradigma
un eromito
una apariencia de la ausencia
una entelequia inexistente
las trenzas náyades de Ofelia
o sólo un trozo ultraporoso de realidad indubitable
una despótica materia
el paraíso hecho carne
una perdiz a la crema.

Oliverio Girondo

viernes, 15 de abril de 2016

Quisiera ser tu predilecta almohada...Silvina Ocampo

Quisiera ser tu predilecta almohada
donde de noche apoyas tus orejas
para ser tu secreto y ser las rejas
de tu sueño: dormida o desvelada

ser tu puerta, tu luz cuando te alejas,
alguien que no trató de ser amada.
Huir de la ansiedad que está en mis quejas,
poder a veces ser lo que soy, nada,

no tener nunca miedo de perderte
con variación y honda infidelidad,
jamás llegar por nada a concederte

la tediosa y vulgar fidelidad
de los abandonados que prefieren
morir por no sufrir, y que no mueren.

Silvina Ocampo

miércoles, 13 de abril de 2016

Si me ves triste, Mario Benedetti


Si me ves triste

Si algún día me ves triste no me digas nada, solo quiéreme.
Si me encuentras en la soledad de la oscura noche, no me preguntes nada.
Solo acompáñame.
Si me miras y no te miro no pienses nada, compréndeme.
Si lo que necesitas es amor no tengas miedo, ámame.
Pero si alguna vez dejaras de quererme no me digas nada.
Recuérdame.

Mario Benedetti

Mario Benedetti, Hoy y la alegría

Mario Benedetti
(Paso de los Toros, Departamento de Tacuarembó,
Uruguay, 14 de septiembre del 1920 — Montevideo, 17 de mayo de 2009)

Hoy y la alegría
(Esta mañana, 1949)
      Poco importaba que no fuera domingo ni primavera. Igual me sentía dispuesto a que algo extraordinario me purificase. En realidad, son pocos los días en que uno puede sentirse anticipadamente alegre, alegre sin ruedas de café ni cantos nauseabundos a la madrugada, ni esa pegajosa, inconsciente tontería que antes y después nos parece imposible; alegre de veras, es decir, casi triste.
      Usted no podía saber que hoy, recién despierto, yo había admirado el lago de cielo —nacido, durante mi sueño, en la ventana abierta— que rozaba el pelo rubio de mi mujer. De mi mujer silenciosa, encuadrada en su costumbre, a los pies de la cama. Logré descubrirle, a pesar del contraluz, cuatro o cinco gestos, cuatro o cinco expresiones nuevas, tan sorpresivas, que me hicieron sonreír. No dijo nada, pero su silencio no alcanzó a incomodarme. Simplemente me pareció tonto explicarle que recién hoy había advertido un pasaje inédito de su rostro de siempre. Ni siquiera estaba seguro de no haberlo inventado.
      Luego, entraron mis hijas. Entonces todos hablamos y en especial Laurita. En vez de mirarlas directamente, yo acechaba la enorme moña azul que devolvía el espejo, y en la imagen total de mi hija, con los brazos caídos a lo largo del delantal y su cabecita fluctuante entre síes y noes, me parecía reconocer algún delicioso títere que yo pudiera mover con mis preguntas, invisibles como hilos.
      Me dejaron solo. La cama de dos plazas, la habitación entera para mí. Podía estirarme, separando las piernas al máximo, o juntarlas y abrir los brazos como un crucificado. En la pared, sobre la reproducción de una Madonna de Rafael, dos manchas de humedad se unían y formaban un simpático monstruo. Pero mirándolo con un solo ojo, era únicamente el tío de Aníbal, es decir, otra suerte de monstruo, con papada fláccida y oscilante. Probé a quedarme sin ojos y el cielo me llegó entonces en puntos luminosos e intermitentes. Cuando de nuevo los abrí, la luz se pobló de islas oscuras que estallaban y desaparecían.
      Usted no podía saber nada de este hedonismo, de este momentáneo desajuste, de esta tonta sorpresa. Pero mis días transparentes siempre se ayudan con un retorno a mi niñez opaca, en la cual estos juegos míos con las cosas constituían la sola justificación del futuro, casi en el mismo grado que constituyen ahora la justificación única del pasado. Preciso esta conexión como un soporte. De vez en cuando necesito hallar esta soledad poblada, numerosa. Inevitablemente repercute en mi ser, diríase que me otorga identidad. Soy lo que soy y cuanto soy, de acuerdo a mis diferencias con ese patrón, con esa muestra. La comparación está dentro de mí como yo dentro de ella. El trayecto de mi identidad supone que he cambiado, pero la regularidad del cambio demuestra que soy el mismo.
      Acaso usted no halle en esto ninguna ansiedad verdaderamente promotora de alegría, pero yo sí la encuentro, más aún, la deseo. Por eso me gusta ser fiel a esa vinculación conmigo mismo, por eso me agrada cada uno de estos regresos a lo que ya no soy, justamente para alzarme desde ese pasado en desuso, desde esa plataforma casi absurda, hacia lo juiciosamente venidero.
      Por eso también me vestí despacio, mientras pensaba que hoy había salvación para mí, es decir, que estos regresos la hacían posible. Usted debe creer que ésta es una actitud falsamente melancólica, y en rigor no me atrevo a negarlo. Yo también la considero falsa y melancólica. No piense, sin embargo, que la improviso. Soy tremendamente consciente de su inoperancia. Pero desde el instante en que así la veo, también la admito, simplemente la admito. Y entonces no me importa su probable melancolía. Más aún, la busco. Como a un fijador.
      No obstante, a usted no la buscaba. Y si después de salir, vagué en esa dirección, era sencillamente porque de lunes a viernes el Parque está sin cocineras de asueto, sin vendedores ambulantes ni jinetes precoces ni matrimonios ejemplares y odiosos. De lunes a viernes, el Parque es reino exclusivo de maestras jubiladas y jubilados tenedores de libros, de estudiantes faltadores, de empleados públicos, de neurasténicos y vagabundos, de convalecientes y de incurables.
      Usted supo enseguida a qué atenerse y empezó por reconocerme. Cuando la vi, su boca grande, siempre igual a sí misma, se apresuraba a pronunciar mi nombre. Cierta ansiedad custodia se le quedó en la voz, cierto descuido del pudor, cierto infinito descorazonamiento, como si hubiera esperado no encontrarme jamás.
      Yo entonces corrí, literalmente corrí a su encuentro. Usted me dio la mano y en su tacto reconocí la existencia serena, acosada, presente, de nuestras cosas subordinadas y comunes. Usted me dio la mano y yo musité: «Hoy y la alegría», así, desordenadamente, «hoy y la alegría», sin vacilar, sin pensar en rehusarla, sin alejarme obsesivamente, sin hacer nada, sin hacer absolutamente nada.
      Después fui sabiendo que usted ingresaba paulatinamente en todas mis imágenes suyas que yo había abandonado: usted y su traje azul con cuello blanco junto a la verja de Los Pinos, y usted en la fotografía con mis hermanas, y a mi derecha en la cabalgata, y usted acariciando una sola vez mi cabeza, en Buenos Aires, cuando la muerte de mi madre, y también usted sola, en la playa, espiada por mí, buscando caracoles entre cantos rodados.
      Sólo entonces supe hasta dónde ignoraba su vida de ahora, esa vida inconmensurable que usted sin duda habría aprehendido desde la tarde en que leí aquel soneto de Shakespeare: «Thine eyes I love, and they, as pitying me.» Usted había abierto los ojos sólo cuando dije: «O, let it then as well bessem thy heart to mourn for me ...» Sí, porque yo también anhelaba que su corazón llorase sobre mí, que llorásemos juntos y sin lágrimas por esa ausencia recíproca que habíamos decretado. Usted lo recuerda. Usted recuerda sin duda que yo le pregunté si él lo merecía. Usted tiene que recordarlo, con la misma precisión con que recuerdo yo su obstinado: «No, no lo merece.» Acaso caí en un absoluto desaliento, en una invencible sensación de fracaso, al no tener siquiera un motivo heroico en que apoyarme, en que levantar para mi orgullo ese recuerdo del futuro que dulcificara este presente.
      Usted había apoyado su mano en mi nuca y había alcanzado a decirme: «No sea tan muchacho. Quienes lo merecemos somos usted y yo. Usted y yo merecemos este amor en que siempre le perteneceré, en que siempre me pertenecerá. ¡Vamos, si parece un chico! Claro que sufre. Yo también. Yo también sufro.» Sí, usted también sufría. Pero estaba verdaderamente convencida de su resolución, de su ánimo, de su firmeza. Y ésta —su firmeza— acabó por perdernos. O salvarnos.
      Esta mañana pensé: «Ahora sabré si nos hemos perdido, si nos hemos salvado.» Usted caminaba junto a mí, ¿hacia dónde? De pronto dijo: «Venga a mi casa, ahora.» Pero no cambiamos de rumbo. Desde el comienzo íbamos a su casa. Entonces agregó: «Usted se casó el catorce de noviembre de mil novecientos treinta y ocho.» Era cierto. «Debe resultar agradable verlo convertido en hombre de respeto, sermoneando a las chicas.» Estuve a punto de decirle que, efectivamente, tenía dos, pero usted las nombró: «Sara y Laurita.» De modo que usted no ignoraba nada de mí; yo de usted lo ignoraba todo. Me atreví a preguntarle por él. «¿Quién? ¿Diego? No sé nada de él. Hace unos diez años que no lo veo.» ¿Entonces? Lo peor era que su voz permanecía implacablemente tranquila, como si fuera lo más natural que hubiéramos renunciado, en beneficio de él, a nuestra porción de dicha, y que sin embargo él no la hubiera aprovechado. Pero era inútil preguntar. Primero porque usted siempre arrima el cándido bochorno de sus respuestas cuando uno ha descendido de la ansiedad, cuando uno ha aprendido momentáneamente a conformarse, tanto con la propia y respetuosa ignorancia como con ese silencio suyo, despreocupado, cordial, indiscernible, que autoriza todas las conjeturas y nada deja adivinar. Y luego, porque habíamos llegado a su casa.
      No había nadie. Usted fue abriendo las ventanas, todas las ventanas. Como si deseara que la luz fría, reseca, del capitulante sol de invierno, animara ante mí esa zona invisible de su vida. Como si esperara reencontrarme agobiado de anhelos ante la sorpresivo intimidad. Ya podía internarme en el pasado invulnerable y revelador, insistir en el rumbo de aquellas sensaciones confusas, viciadas de impaciencia, que había estimulado su rostro de otro entonces. Pero el rostro de su vida actual era éste: un grabado de Renoir en la pared del fondo, la biblioteca de libros europeos, el diminuto pescador de marfil sobre el estante de ébano, los tres sillones severos, casi despectivos, el gran escritorio de roble con su Céline a mitad de lectura, y el retrato de un hombre cuarentón, con un indefenso lustre de bondad.
      «Mi marido», dijo usted, sin entusiasmo y sin cansancio. Yo tenía ganas de hablar, de detener el avance ondulante de esta novedad en mi energía, de vaciar de algún modo en sus manos mi propia servidumbre de recuerdos. Nunca comprenderé por qué no se detuvo allí, por qué no prefirió dejarme simplemente aterido de claridad, a solas con su noticia, para que yo pudiera imaginarla junto a ese no-Diego, cara a cara frente a ese «él» que provenía del mundo de usted y no de «nuestro» mundo. Pero usted dijo: «Debería conocerlo. Le gustan las mismas cosas que a usted.» No. No podría enfrentarlo. ¡Que usted me haya invitado a ese insignificante sacrilegio! Me parecía increíble. Aún no sabía si era que usted sobrevivía idéntica a sí misma y era yo el promiscuo, el inestable, el tornadizo, o si yo conservaba todavía mi propia voz de usted, y usted en cambio se había acostumbrado a otro régimen de sensaciones y, lo que era peor, a otra fisonomía.
      De ahí mi brusca retirada, mi adiós nervioso, mis justificaciones falsas, desmedidas. Usted no se asombró de nada. Acaso esperaba de antemano que yo no podría soportar sin miedo su nueva y desacomodada realidad, su realidad al margen de mi recuerdo, su indiferencia por la lealtad de mis emociones. Cuando usted cerró su puerta, cuando detrás de ella desaparecieron los sillones, el Renoir, el pescador de marfil, los libros, usted misma, sentí que no enfrentaba ya un presente fácil, sostenido como hasta ayer, como hasta hace unas horas, por su probable y cercana aparición. Ahora debía arreglármelas solo, con las figuras que yo puse y pondría aún en mi mundo de carne, en mi mundo de hueso, definitivamente expulsado de nuestro piélago en común, de nuestra común lejanía de la tierra. Cuando usted cerró su puerta, sentí en mí la necesaria revelación de que todo aquello de que habíamos participado ya no existía, de que mi yo de usted tampoco existía, ni existía —¡por fin!— tampoco usted.
      Y es cierto: usted no existe. Ahora puedo decirlo, pensarlo, escribirlo. ¡Usted no existe! Ahora que estoy nuevamente en mi habitación y mi mujer lee el diario de la noche y se escucha desde el cuarto vecino la conversación atareada de mis hijas, ahora puedo admitirlo, comprobarlo, demostrármelo. También puedo demostrárselo a usted. En realidad usted fue siempre una imagen. La imagen que yo creé a partir de un conjunto de anhelos, de deseos incumplidos, de pequeños fracasos, exactamente como creé mi pequeño monstruo a partir de una mancha de humedad o como inventé un títere a partir de Laurita en el espejo. Usted fue la imagen de la mujer segura, la mujer con enorme capacidad de sacrificio, la infatigable presencia humana que yo hubiera aprendido a amar. Usted fue la criatura mía, solamente mía, la que yo inventé a fin de que mi ideal no permaneciera eternamente abstracto, a fin de que tuviera rostro, decisiones, palabras, tal como las otras criaturas —las creadas por Dios y no por mí— que me rodeaban y no coincidían con mi réplica desamparada, con esa venganza sutil que, obedeciendo a una sencilla tradición podemos tomarnos aun los solitarios, los siempre descontentos, los oscuros. Yo la inventé a usted con su piel de pecas, con su mirada reticente, con sus manos afiladas y tibias, con sus silencios flexibles, con su recurrente ternura. Yo la creé idealmente imperfecta, con esas pequeñas y poderosas fealdades que inexplicablemente singularizan un rostro y le comunican su derecho al recuerdo, con esas comisuras de simpatía que desmantelan la serenidad y esclavizan el sueño. Así ingresó usted a mis insomnios, así participó de esa complicidad pueril que yo formé para su sola imagen. Pero usted fue creada ya con un pasado, con un pasado de traje azul y cuello blanco junto a la verja de Los Pinos, con un pasado de fotografías (imágenes imaginadas de su imagen) junto a mis hermanas de presencia categórica y carnal, y a mi derecha en la cabalgata, y acariciando una sola vez mi cabeza en Buenos Aires, cuando la muerte de mi madre (me costaba muchísimo crear artificialmente la sensación del contacto), y también usted sola en la playa, espiada por mí, buscando caracoles entre cantos rodados. Usted fue creada con ese pasado, tal como se construye un aparato de precisión con sus accesorios. Usted fue creada a partir de un sacrificio, de una lectura del soneto CXXXII de Shakespeare, de un beneficiario apócrifo llamado él o también Diego, de una promesa mutua de renuncia. De este modo era usted una imagen alejada, es decir, un recuerdo de imagen, y por ello tremendamente próximo al recuerdo de una presencia real. En rigor, usted no debía aparecérseme nunca, usted debía sencillamente mantener el rumbo de mi segunda existencia. Obstinado en el recuerdo de su imagen, yo había descartado —razonablemente descartado— la posibilidad de la presencia de su imagen. No obstante, en el subsuelo irracional que desmiente nuestros actos obligados y embusteros, allí, en ese fondo duramente veraz, no estaba descartado su regreso. Allí su regreso vivía con la misma intensidad de mis juegos conceptuales con las cosas, con la misma vehemencia que me dejaba convertir a mi hija en un títere o a una mancha de humedad en un monstruo de papada fláccida y oscilante. Recién ahora admito que había pensado nuestro encuentro en el Parque, mil veces nuestro encuentro en el Parque, pero siempre como posible, nunca —hasta ayer— como virtualmente real. Hasta ayer ese encuentro era para mí la obsesionante representación de una espera, un encuentro eternamente a seren el futuro, nunca siendo ya. Deliberadamente había dejado de proyectar su imagen a fin de proyectar interminablemente la memoria de su imagen (gracias a su pasado accesorio) a la vez que la esperanza de su imagen (gracias al irrealizado pero no irrealizable encuentro en el Parque). De ahí que yo viviera, junto a mis hijas y junto a mi mujer, sostenido por el recuerdo de su rostro anterior y por la esperanza de su rostro futuro, que debían guardar entre sí el parentesco impuesto por mi capacidad de invención. Claro que sólo podía representarme los rasgos de su rostro pretérito. El otro, su rostro a llegar, el rostro que usted iba a tener en el Encuentro, sólo podía representarlo como probabilidad, o sea, en preimagen. La verdadera imagen acaecería en el instante en que por fin me decidiese a representar ese encuentro constantemente postergado.
      Hoy me decidí. Usted no puede saber por qué. Me decidí sencillamente para terminar con usted de una vez por todas. En mis manos tenía dos rumbos: postergar indefinidamente el Encuentro y continuar viviendo una alegría a experimentar, o resolverme a imaginar ese Encuentro y alejarla a usted definitivamente de mi juego. Lo primero era una tortura viva; lo segundo, otra más llevadera: meramente resignarme a su desaparición. Pero, ¿cómo podría usted desaparecer? ¿No se renovaría el recuerdo agregando nuevas imágenes a su primitivo pasado accesorio? Yo no aceptaba continuar viviendo de este modo. De manera que la única solución era crear el Encuentro, literalmente verla imaginada, pero a la vez imaginarla traicionándose y traicionándome, es decir, eludiendo nuestro cerrado mundo en común. Desde el momento en que usted fuera infiel a nuestro sacrificio, o sea, desde el momento en que eludiera al beneficiario apócrifo, a él, es decir, a Diego, para pertenecer estúpidamente a un no-Diego, entonces yo podría escapar derrotado, asqueado quizá por su cambio, por su deserción. Por eso le puse nombre a este espacio: «Hoy y la alegría.» Sencillamente hoy y la alegría, porque era la cúspide, el apogeo de mi juego, de la terrible tensión seguida del agotamiento de ese mismo juego, de la terrible desaparición de usted. Era el tiempo en su exacto valor: el hallazgo y la pérdida, el consuelo y la desesperanza.
      Y todo lo cumplí. Es decir, lo cumplió usted. Usted me llevó a su casa. Usted abrió las ventanas para que yo viese el Renoir, los libros, el retrato. Usted comentó: «Mi marido» y me invitó a conocerlo. Usted —oh, ¿por qué?— no guardó silencio.
      Usted no podía, no puede saber que he regresado ahora a mi habitación, que estoy al lado de mi mujer dormida (el diario de la noche caído sobre su rostro), que el cielo nocturno penetra lentamente en mí, que a mi solo conjuro usted perdería su sinrazón de ser y que, no obstante ello, mañana, tal vez esta misma noche, jugaré de nuevo a imaginar y me representaré golpeando a su puerta y la imaginaré recibiéndome -sí, exactamente así- con su invencible, antigua risa de Los Pinos, con otro traje azul de cuello blanco, con sus queridas manos afiladas y tibias. Y usted me dirá: «Lo esperaba» o también «Voy a presentarle a mi marido. Le gustan las mismas cosas que a usted.» Y usted cerrará la puerta y entonces seré yo el inexistente. Porque no saldré nunca, nunca, nunca, aunque el tiempo se harte de correr y yo descanse en el sillón adusto o contemple a mis anchas el perfecto Renoir o tome en mis manos el irrisorio pescador de marfil y tras de contemplarlo durante cuatro siglos, lo deposite con cuidado, casi con ternura, sobre el desguarnecido estante de ébano.
(1948)

martes, 12 de abril de 2016

Oscar Wilde

"El arte de la música es el que más cercano se halla de las lágrimas y los recuerdos."

Oscar Wilde (1854-1900) Dramaturgo y novelista irlandés.