domingo, 2 de junio de 2019

Afrodita, la diosa del amor

Afrodita era la diosa griega del amor, la lujuria, la atracción física y el sexo. En un mundo como la Antigüedad, en el que las relaciones sexuales no eran consideradas como algo pecaminoso ni negativo, el ámbito de influencia de la diosa Afrodita era amplio y variado, lo que explica la gran atención que recibió esta diosa, tanto desde el punto de vista del desarrollo de sus mitos como de la aparición de todo tipo de cultos a lo largo y ancho del Mediterráneo. En efecto, Afrodita fue una de las divinidades más veneradas en la Antigüedad, contando con grandes templos en las principales ciudades y santuarios. Tal fue la fuerza de esta diosa que acabó por absorber a todas las divinidades menores con las que compartía algún tipo de ámbito, en un complejo proceso de sincretismo religioso que dio lugar a una gran variedad de cultos y advocaciones diferentes de la misma Afrodita.
NACIMIENTO E INFANCIA

El mito del origen de Afrodita está relacionado con la propia etimología de su nombre. El término griego aphrós significa espuma, y esto pudo llevar a la consolidación de la creencia de que esta diosa había nacido del mar. Según el mito más antiguo que ha llegado hasta nosotros, recogido por el poeta Hesíodo, tras arrancar Cronos los genitales a su padre Urano arrojó los despojos de esta acción al mar, en las costas de Pafos, en la isla de Chipre. De la mezcla del semen y la sangre de Urano con la espuma del océano, nació la diosa del amor, ya adulta. Esta versión del nacimiento de Afrodita ha sido la más célebre, inspirando a artistas de todas las épocas. Sin embargo, existen otras tradiciones que hablan de un origen diferente para esta diosa. Según Homero, Afrodita era hija de Zeus y Dione, una divinidad que acabó por perder su importancia en el panteón griego, pero que en su origen pudo haber sido la compañera del padre de los dioses hasta que Hera la sustituyó en este papel.
Todos los escritores antiguos están de acuerdo en que Afrodita no tuvo infancia, sino que nació ya siendo que adulta, con sus formas físicas maduras y listas para ser deseables por todos los mortales y los inmortales.
MITOLOGÍA
EROS Y PSIQUE

Una prueba de la popularidad de la que gozó la diosa Afrodita en la Antigüedad son la gran cantidad de mitos en los que la diosa ejerce un papel, ya sea protagonista o secundario. Una de las más hermosas narraciones mitológicas de los textos clásicos, recogida por Apuleyo en su novela El asno de oro, cuenta la historia del amor entre Eros y Psique. Afrodita cumple sólo un papel secundario en esta historia. La diosa del amor se sentía celosa ante la belleza de una mujer mortal, la joven Psique, de modo que, para satisfacer su ira, ordenó a su hijo Eros que provocara con sus flechas que ésta se enamorara del hombre más repulsivo de la tierra. Eros se disponía a cumplir el encargo de su madre cuando, al ver la belleza de Psique, se enamoró de ella. El dios inició entonces una relación de apasionado amor con Psique, hasta que la joven, llevada por la envidia de sus hermanas, desobedeció la petición de Eros de que en todos sus encuentros reinara la más absoluta oscuridad, de forma que éste nunca descubriera la identidad de su amante.
La joven Psique, desesperada por haber perdido el amor de Eros, elevó una súplica a Afrodita. La diosa le prometió revelarle el paradero de su hijo siempre que Psique consiguiera ordenar una gran montaña de granos en un tiempo concreto, una tarea a todas luces imposible para un mortal. Eros, al ver la desesperación de su amada, decidió ayudarla en secreto, e hizo que unas hormigas colaboraran con la joven en la tarea. Afrodita, asombrada de que la joven hubiera tenido éxito en el encargo, decidió encomendarle otra prueba. Le encargó que consiguiera la lana de oro de unas ovejas doradas que pastaban cerca de un río. La diosa no advirtió a Psique que las ovejas eran extremadamente peligrosas y agresivas, buscando con ello que la joven muriera en el intento de conseguir la lana. Por suerte para Psique, el dios del río junto al que pacían los animales advirtió a la joven del peligro, recomendándole que se acercara a las ovejas sólo cuando éstas se encontraran adormiladas a la sombra. Psique hizo caso de los consejos del dios del río y, de este modo, consiguió la lana de oro. La última prueba que puso Afrodita a la muchacha fue descender al infierno para pedirle a Perséfone parte de su belleza, de forma que ésta le permitiera a Eros, deprimido por la ausencia de su amada, recuperar su antiguo esplendor. Por mucho que buscó la forma de entrar al inframundo, Psique no encontró ninguna entrada. Desesperada, decidió que el camino más rápido seria la muerte, por lo que se subió a una torre dispuesta a arrojarse para quitarse la vida. En el último momento, una voz surgida de los cielos la detuvo y reveló a la joven los secretos para entrar y salir del infierno indemne. Psique hizo caso de estos consejos y logró llegar hasta Perséfone, que, encantada de compartir su belleza con Afrodita, le entregó lo que la joven pedía.
Ante esta prueba de amor, Afrodita se ablandó en su cólera y decidió permitir la relación de Psique con su hijo. Zeus hizo inmortal a la joven, de modo que pudiera compartir toda la eternidad con su amado Eros.
RELACIONES Y DESCENDENCIA
AFRODITA, HEFESTO Y ARES

La diosa Afrodita fue entregada en matrimonio al deforme Hefesto, según algunos autores como compensación por el trato que éste había recibido de sus padres durante la niñez debido a su fealdad y sus malformaciones. El matrimonio de Afrodita no fue, sin embargo, en absoluto dichoso, pues la fealdad de Hefesto acabó por repugnar a la diosa, que, necesitada de afecto masculino, acabó cayendo en los brazos del apuesto Ares, dios de la guerra. Ambos iniciaron una relación adúltera, relación que trataron de esconder al resto de divinidades. Sin embargo, el engaño no duró mucho. Helios, dios del sol, que desde lo alto del firmamento contempla todas las actividades de dioses y mortales, descubrió la infidelidad de Afrodita y corrió a la fragua de Hefesto para revelarle al dios el engaño. Éste, irritado, decidió urdir un engaño para humillar a su esposa y al amante de ésta. En su fragua tejió una red de plata irrompible. En un momento en el que Ares y Afrodita estaban copulando en el lecho, Hefesto les sorprendió y arrojó sobre ellos la red mágica. Los amantes quedaron atrapados por el artefacto. Hefesto, para humillarles y dejar patente la traición de su esposa, llamó a todos los dioses para que contemplaran sus cuerpos desnudos entrelazados. Afrodita, avergonzada, suplicó a su esposo que la liberara, prometiendo romper su relación con Ares. Hefesto, ablandado por las súplicas de su esposa, decidió retirar la red y terminar con el suplicio al que había sometido a los dos amantes.
ADONIS

El mito de Adonis está relacionado con Afrodita desde la misma narración del nacimiento del joven. Los autores antiguos cuentan que Mirra, hija del rey de Chipre, afirmó que era tan bella como la misma Afrodita. En castigo por esta insolencia, la diosa hizo que en el pecho de la joven se encendiera una incontenible pasión hacia su propio padre. A sabiendas de que éste rechazaría unas relaciones incestuosas con su hija, Mirra se hizo pasar por una prostituta y, de este modo, logró acostarse con su padre. La joven quedó embarazada, y al descubrir su padre el deshonor que había caído sobre la familia, trato de matar a Mirra. Ésta suplicó entonces a los dioses que salvaran su vida y éstos, atendiendo su súplica, la convirtieron en un árbol, que en adelante llevaría el nombre de la joven, el árbol de la mirra. Sin embargo, la gestación de su hijo estaba en un estado tan avanzado que de la corteza del árbol surgió un hermoso bebé que quedó depositado a los pies de la planta.
La diosa Afrodita descubrió al bebé y lo adoptó, poniéndole de nombre Adonis. Para que creciera seguro, le confió su cuidado a Perséfone, reina del infierno, que crió al bebé hasta que alcanzó la adolescencia. Adonis se convirtió en un joven hermoso, hasta el punto de que, cuando Afrodita regresó al infierno para buscarle, Perséfone se negó a devolver la custodia de Adonis. Ante la disputa de las diosas, Zeus dictaminó que el joven pasara un tercio del año con Perséfone, un tercio con Afrodita y un tercio con quien él mismo deseara.
Tras su regreso a la tierra, el joven Adonis desarrolló una gran afición por la caza, pasión en la que la diosa Afrodita le acompañaba cada vez que podía. Pese a que gozaba de la protección de las divinidades, Adonis era un mortal, y como tal podía morir a manos de las bestias que trataba de dar caza. Afrodita le advirtió de los peligros que corría en cada cacería, pero el joven Adonis no quiso escucharla. En una ocasión en la que trataba de dar caza a un enorme jabalí, éste se volvió contra Adonis y, tras castrarle con sus colmillos dio muerte al joven. Algunos autores afirman que el jabalí fue enviado por el dios Ares, celoso de la relación que Afrodita, su amante, mantenía con el bello Adonis.
La diosa Afrodita, al descubrir el cadáver del joven, convirtió cada gota de su sangre en una anémona, de forma que su muerte quedara honrada en cada florecimiento de esta planta. Desde este momento, numerosas ciudades instauraron un culto al joven fallecido en el que éste era asociado a Afrodita.
AFRODITA EN EL CICLO TROYANO
La diosa Afrodita tuvo un papel protagonista en numerosos episodios del ciclo troyano, ayudando en todo momento a los ejércitos de Príamo. El origen de su relación con los troyanos se remonta a unas décadas antes de que estallara la guerra. Durante la celebración de las bodas de Tetis y Peleo, la diosa Eris, divinidad de la discordia, enojada por no haber sido invitada al evento, hizo acto de presencia y arrojó una manzana de oro en medio de la reunión. “Para la más bella”, fueron sus únicas palabras antes de desaparecer. Las diosas comenzaron a discutir entonces para decidir quién de ellas tenía derecho a quedarse con la manzana. Tres divinidades optaban al título de la diosa más bella: Atenea, Afrodita y Hera. Para evitar que la discusión entre ellas se tornara violenta, Zeus decidió buscar un juez imparcial que dirimiera el litigio. Escogió a Paris, un pastor que apacentaba sus reses en el monte Ida, cerca de Troya. Entregó a Hermes la manzana de oro con el encargo de que se la llevara al pastor, para que éste se la ofreciera como presente a la diosa que considerara más hermosa.
Hermes se presentó en el monte Ida e informo a Paris de los designios de Zeus. El pastor aceptó el encargo, de modo que las tres diosas se fueron presentando ante él en el máximo apogeo de su belleza. Para tratar de sobornar al juez, cada una de ellas le ofreció un don en el caso de resultar elegidas. Atenea le ofreció la sabiduría. Hera la felicidad conyugal y la dicha familiar. Afrodita, por último, le prometió el amor de la mujer mortal más hermosa del mundo. Paris no dudo un instante y, ya fuera porque su regalo le parecía el más apetecible, ya porque considerara que realmente era ésta la diosa más hermosa, escogió a Afrodita y le hizo entrega de la manzana de Eris. De este modo, Hera y Atenea juraron odio eterno al pastor, mientras que Afrodita se convirtió en su protectora. La diosa no tardó en hacer efectiva su promesa. Cuando años después Paris descubrió que no era un simple pastor, sino uno de los hijos de Príamo, rey de Troya, regresó a la ciudad y paso a llevar la vida que le correspondía como príncipe. En calidad de tal, Príamo le envió como embajador a Esparta, ciudad del Peloponeso con la que Troya quería establecer una relación comercial. Cuando Paris llegó a Esparta descubrió que su rey, Menelao, se encontraba fuera de la ciudad, y que era su esposa, Helena, la que actuaba de regente. Helena era una joven, hija de Zeus, considerada la mujer más hermosa de toda la tierra. Paris quedó prendado de la belleza de Helena, y en, ese momento, Afrodita cumplió su promesa, haciendo que Helena se enamorara perdidamente del príncipe troyano. Paris raptó a la joven y partió en sus barcos, llevándose además consigo una parte de los tesoros de Esparta. Cuando Menelao regreso y descubrió el rapto de su esposa decidió declararle la guerra a la ciudad de Troya, siendo éste el origen del conflicto.
Durante la guerra, Paris siguió disfrutando de la protección de Afrodita. Dado que éste no era un gran guerrero, en cada ocasión en la que tenía que acudir al combate, la diosa se cuidaba de que los poderosos héroes griegos no hirieran a su protegido. Cada vez que Paris estaba amenazado, Afrodita le cubría con una espesa nube que le hacía invisible a sus enemigos y posteriormente le llevaba por los aires hasta sus aposentos en el palacio de Príamo, donde Helena aguardaba impaciente su regreso.
Su función de protectora de Paris no fue el único motivo que tuvo Afrodita para proteger a los troyanos en la batalla. Ella misma, décadas antes del conflicto, había amado a un joven troyano llamado Anquises, con el que tuvo un hijo, el pequeño Eneas. Eneas había crecido hasta convertirse en uno de los guerreros más poderosos aliados de Príamo. Anquises, sin embargo, había envejecido como mortal que era, y en el momento en el que estalló la guerra de Troya Afrodita ya había perdido interés en él. La diosa sí se preocupo en todo momento de proteger a su hijo en la batalla, cubriéndole con una nube protectora cada vez que Eneas estaba en peligro de ser herido por las armas griegas. Afrodita fue la responsable de advertir a Eneas de que Troya caería en manos de los griegos, advertencia gracias a la cual el héroe abandonó la ciudad antes de que los argivos la destruyeran, logrando salvar así su vida y la de su familia.

ÁMBITO DE INFLUENCIA Y CULTO
El ámbito de actuación de la diosa Afrodita fue siempre el amor pasional, la lujuria y el sexo, pero en ocasiones también se la asocia con la maternidad y la fecundidad. Debido a la importancia que en el mundo antiguo tuvieron todos estos aspectos, el culto a Afrodita estuvo muy extendido en todo el Mediterráneo. De hecho, la diosa Afrodita fue una de las divinidades que desarrolló un complejo de sincretismo más complejo, siendo asimilada a numerosas deidades menores de tipo local e incluso a grandes diosas orientales como Astarté o Isthar.

Según algunos autores, en algunos santuarios dedicados a Afrodita se practicaba la prostitución sagrada: como medio para adorar a la diosa, las sacerdotisas mantenían relaciones sexuales con los fieles que acudían al templo. Sabemos que ésta era una práctica habitual en los templos de algunas diosas orientales como Isthar o Inanna, por lo que se ha deducido que la prostitución sagrada pudiera haber sido importada a Grecia desde estas regiones.

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