miércoles, 14 de septiembre de 2016

wabi sabi

El wabi sabi 侘寂 es una apreciación estética de la evanescencia de la vida. Las imágenes wabi sabi nos obligan a contemplar nuestra propia mortalidad y evocan una soledad existencial y una delicada tristeza. También provocan un alivio agridulce, ya que sabemos que toda existencia comparte el mismo destino.

Paula Fernández González
Alex González Coronado

Los japoneses de hoy día siguen mostrándose muy reacios a adoptar cualquier definición generalizada del wabi sabi. La característica atracción y afición japonesa por la ambigüedad ha ayudado a mantener y cultivar la especialísima aura que rodea a este concepto. En realidad, el hecho de no poder definirlo es lo que lo convierte en algo tan especial y sagrado, y es debido sobre todo a este rasgo que todavía perdura en la actualidad.

Aunque casi todos los japoneses dirán que entienden la emoción del wabi sabi, al fin y al cabo se supone que es uno de los conceptos esenciales de la cultura japonesa, muy pocos pueden expresar esta emoción.

¿Por qué es así? En parte, quizás es porque el idioma japonés es apropiado para comunicar matices de humor, vaguedad, y la lógica del corazón, pero no lo es tanto para explicar conceptos de una manera racional. Pero la razón principal es que la mayoría de los japoneses nunca han aprendido lo que es el wabi sabi en términos intelectuales, ya que no hay libros ni profesores que lo enseñen.

A lo largo de la historia se ha impedido deliberadamente la comprensión racional del wabi sabi. Casi desde sus comienzos el wabi sabi se ha asociado con el budismo Zen. En muchos aspectos, podría denominarse incluso el Zen de las cosas, puesto que ilustra muchos de sus principios espirituales y filosóficos.

Los primeros japoneses que tuvieron relación con el wabi sabi, maestros, sacerdotes y monjes, practicaban el Zen y estaban impregnados de su mentalidad. Uno de los principales temas de este pensamiento es un agudo antirracionalismo. En esta doctrina el conocimiento esencial sólo se puede transmitir de pensamiento a pensamiento, no a través de ninguna palabra escrita o hablada. El budismo Zen siempre ha recelado de los riesgos de lenguaje y lo ha considerado como el mayor obstáculo para una verdadera comprensión. La frase furyu monji, literalmente «no depender de palabras ni textos», denota el concepto Zen según el cual las palabras no pueden transmitir una comprensión profunda. Los que saben no dicen, los que dicen no saben. A nivel pragmático, este precepto está destinado a reducir las interpretaciones erróneas de conceptos que se prestan a malentendidos. Como consecuencia, se podría decir que se ha evitado cuidadosamente dar una definición clara y descriptiva del wabi sabi.

Algunos críticos japoneses opinan que el wabi sabi necesita mantener sus cualidades misteriosas y elusivas, difíciles de definir, porque la inefabilidad es parte de su singularidad. Creen que el wabi sabi un fin en sí mismo, que nunca puede llegar a captarse del todo. Desde esta posición ventajosa, un conocimiento parcial o indefinible es, simplemente, otro aspecto de la cualidad de “incompleto” inherente al wabi sabi.



Origen

La palabra wabi procede del verbo wabu, que significa languidecer, y del adjetivo wabishii, que se usaba para describir los sentimientos de soledad, desolación y desdicha. Sin embargo, los literatos de los periodos Kamakura y Muromachi usaron estas connotaciones negativas de una forma mucho más positiva para expresar una vida que se había liberado del mundo material. Así, wabi, significa realmente «pobreza», es decir, no depender de las cosas terrenas —riqueza, poder, reputación— y sin embargo sentir interiormente la presencia de algo sumamente valioso por encima del tiempo y la posición social: esto es lo que en esencia constituye wabi.

Una vida de pobreza era el ideal Zen al que aspiraban los monjes que deseaban alcanzar la verdad última de la realidad, de ahí que surgiera, de estas imágenes negativas, el ideal de una persona que ha trascendido el deseo de gozar de las comodidades del mundo físico y ha conseguido encontrar la paz y la armonía en la vida de lo más sencillo. Se aprende a ser autosuficiente con la insuficiencia de las cosas.

La palabra sabi intenta transmitir una sensación de desolación. Implica un espíritu de absoluta soledad y la idea de que no hay nada que permanezca inmutable y de que todos los seres vivos están destinados a morir. Procede del vivo deseo que sentimos de recuperar el mundo de nuestra infancia, el mundo del momento presente, no definido por el lenguaje o los valores que constituye una pura experiencia de la realidad.
La soledad, por ejemplo, de un trozo de verde en la incipiente primavera comunica la idea de sabi o wabi, pues en ese pequeño rincón de verdor está contenida la sugerencia de la fuerza vital en medio de la desolación del invierno, como podemos observar en el siguiente poema de Fujiwara Iyetaka, poeta japonés del siglo XII:

A quienes solo anhelan que florezcan los cerezos,
¡como me gustaría enseñarles la primavera
que resplandece desde unas matas de hierba verde
en la aldea de montaña cubierta por la nieve!

Es solo un tímido atisbo del poder de la vida lo que se afirma en la forma de un pequeño trozo de tierra cubierto por la hierba, pero quien tenga la adecuada capacidad de percibir podrá discernir a la primavera que comienza su expansión bajo la nieve.



Estética

El wabi sabi es el rasgo más notable y característico de lo que consideramos la belleza tradicional japonesa. A grandes rasgos, ocupa la misma posición en el panteón japonés de los valores estéticos que los ideales griegos de belleza en Occidente. Representa exactamente lo opuesto a los ideales occidentales de gran belleza como algo monumental, espectacular y duradero. No se encuentra en momentos de eclosión y exuberancia de la naturaleza, sino en momentos de asentamiento y principio. El wabi sabi no trata de flores maravillosas, árboles majestuosos o escarpados paisajes. Es lo intrascendente y lo oculto, lo provisional y lo efímero: cosas tan sutiles y evanescentes que resultan invisibles para la mirada ordinaria.

Fujiwara no Sadaie, poeta japonés del siglo XII, escribió un poema del cual se dice que capta el espíritu del wabi sabi:

Miro a lo lejos
y no veo cerezos
ni hojas matizadas:
sólo una modesta cabaña en la playa
a la luz de un atardecer de otoño.

El wabi sabi es una comprensión de la belleza que reside en lo modesto, lo rústico, lo imperfecto, incluso en lo decadente, una sensibilidad estética que halla una melancólica belleza en la impermanencia de todas las cosas.

Puede hallarse belleza en la fealdad. La belleza del wabi sabi es, en cierto sentido, el hecho de aceptar lo que se considera feo. Sugiere que la belleza es un acontecimiento dinámico que se produce entre uno mismo y algo más; es pues, un estado de alteración de la conciencia.

El wabi sabi es una apreciación estética de la evanescencia de la vida. Las imágenes wabi sabi nos obligan a contemplar nuestra propia mortalidad y evocan una soledad existencial y una delicada tristeza. También provocan un alivio agridulce, ya que sabemos que toda existencia comparte el mismo destino.

El estado mental wabi sabi se comunica  a menudo a través de la poesía. Rikyu utilizó este poema de Fujiwara no Teika, poeta japonés del siglo XII, para describir el estado de ánimo wabi sabi:

Alrededor, ninguna planta en flor
ningún destello de las hojas de arce,
únicamente una solitaria choza de pescador
en la orilla a media luz
de este principio de otoño.

Las cosas wabi sabi son expresiones del tiempo congelado. Están hechas de materiales que son visiblemente vulnerables a los efectos del tiempo y del trato humano. Registran el sol, el viento, la lluvia, el calor y el frío en un lenguaje de decoloración, óxido, deslustre, manchas, torsión, contracción, marchitamiento y grietas. Las cosas wabi sabi se aprecian sólo mediante el uso y el contacto directo; nunca se encierran en un museo. Tienen una cualidad vaga, desdibujada o atenuada, tal como les pasa a las cosas cuando se acercan a la nada o provienen de ella.

El inestimable contenido debe permanecer ahí de forma completamente auténtica, debe estar como si no estuviera; más bien, debería ser descubierto accidentalmente. En principio no se sospecha de la presencia de nada extraordinario, sin embargo, detrás de un examen más atento, una mina de oro auténtico brilla de forma inesperada. Pero el oro en sí mismo permanece siempre idéntico, se le haya descubierto o no. Retiene su realidad, esto es, su autenticidad para sí mismo, indiferente a las circunstancias.

Por tanto, mientras que wabi significa ser verdadero para sí mismo, la importancia estética de la idea de sabi reside en la estima por las cosas que sugieren edad, desecación, entumecimiento, frialdad, oscuridad, por toda una serie de sentimientos negativos que son lo opuesto a lo cálido, la primavera, el carácter expansivo, la transparencia, etc. Son, de hecho, sentimientos que proceden de la pobreza y la carencia; pero tienen también una cierta cualidad que los conduce a un elevado éxtasis estético. En alguna medida, wabi es sabi, y sabi es wabi; son términos intercambiables.

En el bosque, profundamente enterradas en la nieve,
la noche pasada, una rama de ciruelo abrió sus flores.

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